Anastasia y el mundo de él

Capítulo 40

     El día fue muy largo, así que cenamos y vamos a dormir, caigo totalmente rendida hasta que en algún punto de la madrugada suena mi cel, qué raro, estoy segura de que estaba en vibrador, no importa.

    "Sal sin que nadie se entere, te espero en la esquina, allí sabrás cómo encontrarme."

    El mensaje es de Tere, así que muy extrañada sigo su petición, me cuesta varios minutos abandonar la casa sin que nadie se entere, hasta tal punto que al salir tengo la ropa en la mano y aún traigo el pijama puesto.

    Al llegar al lugar de encuentro, no puedo evitar distraerme, allí hay un precioso Mini Coupé blanco con franjas negras en el capó y el techo también es de este último color. El vehículo brilla en la soledad de la calle a estas altas horas.

    Me acerco y no sé por qué abro la puerta, antes de subirme dudo un poco, aunque sólo un poco.

    —Perdona que te despierte a esta hora hermosa —Su voz suena tensa y mueve las manos, muy nerviosa, enrolla y desenrolla un pequeño papel.

    —¿Tienes un Mini? ¿Tienes un Mini y no me lo dijiste?

    A ella se le escapa algo de entre los labios, no sé si es una carcajada o un sollozo, o tal vez es ambas cosas.

    —Bueno, a partir de hoy podemos salir en él cada vez que quieras, sin embargo, debo pedirte algo —Respira profundo, como tratando de calmarse y todo lo que dice luego es como si le quemara la garganta, así que sale rápido y casi no se entiende—, hay muchas cosas que tengo que contarte y mostrarte, tantas que aún no tengo claro cómo lo haré, pero necesito que confíes en mi ¿Puedes?

    No me mira, sé que no lo hace porque teme mi reacción, aunque como no hacerlo, ni siquiera sé lo que pasa, no entiendo nada, de todos modos, confío en ella y necesito saber qué me esconde.

   —De acuerdo, iré contigo.

    —Gracias mi niña.

    Que se refiera a mi de esa forma me causa un escalofrío, normalmente era mi madre que me decía así, nadie más.

    Sonríe por unos segundos se ve radiante, prende el auto y arranca.

    El viaje es totalmente en silencio, disfruto de la comodidad que el auto me brinda, también de su belleza, realmente amo esta marca, no sé por qué me gustan tanto, son lindos, aunque tampoco son la gran cosa, digo, no es un Ferrari o un Lamborghini, aunque tampoco se venden esos autos aquí. Somos un país demasiado chico para tener esas máquinas, casi sería un pecado, si no sales a hacer ruta no hay forma de que llegues siquiera a los cien kilómetros por hora y si lo haces en la próxima esquina te espera el semáforo en rojo.

    —Llegamos —Tere apaga el motor y baja rápidamente, se mueve muy torpe, está demasiado nerviosa y apurada—, vamos, baja.

    Ya está en la puerta de una pequeña casa, es blanca igual que el muro de la galería. Las rejas de las ventanas son negras y preciosas, el dibujo es una flor, parece de esas que se hacen con el compás, cruzando los arcos de la circunferencia, también parecen margaritas, aunque sin la parte donde está el polen.

    La puerta es del mismo color, la reja de la misma estaba abierta cuando llegamos, creo que tiene reja porque viene con la puerta, sino no estaría allí. Está ubicada contra el muro que delimita la parte izquierda de la casa, al entrar hay un pasillo bastante corto, al final del mismo hay una puerta, el pasillo sigue hacia la derecha, intento ver qué hay allí, pero sólo veo más puertas, Tere abre la puerta que está frente a la de la calle y entra.

    La sigo, hay un sala de estar, al fondo, bajo la ventana, hay un sillón de dos cuerpos y en la pared adyacente hay uno de esos modernos en L. En el rincón entre ambos, hay una pequeña mesa con flores, en el medio hay otra de vidrio.

    Frente al sillón en L hay un plasma inmenso, nunca vi uno tan grande, está apoyado en un rack, bajo el cual hay varias consolas de videojuegos, creo que al menos hay una de cada gran empresa.

    En la pared de la derecha hay una pecera grande, llena de peses coloridos y muy bonitos, junto a ésta hay un escritorio de madera, sobre él hay una computadora y varios discos duros externos, todos ellos con rotuladores. El escritorio está orientado para que quienes se sienten allí puedan ver la tele.

    El lugar es simple, aunque eso no quita que sea hermoso, tiene varias ventanas y cuadros muy bonitos, los pisos son de parquet y están muy bien lustrados, se podría describir como un lugar tan simple como espléndido.

    —Bienvenida a mi hogar.

    —Es precioso —Sonrío mirando todo lo más detenidamente posible.

    —Gracias, pero bueno, ahora vamos al motivo por el que estamos aquí.

    En ese momento reparo en su vestimenta, lleva unos pantalones de vestir negros de pata de elefante, encima una remera blanca, ajustada hasta por debajo de los senos, a partir de ahí es suelta y tableada. No tiene mangas, sólo unas tiras un poco gruesas, va a juego con el auto.




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