Keith me encuentra al atardecer recostada en el pasto, intentando encontrar respuesta a las interrogantes que me asechan.
—Es hora de la merienda, aprovecha que las chicas salieron luego del almuerzo y trajeron muchas cosas ricas.
—Necesito muchas respuestas antes.
—¿Almorzaste? —Afirmo— Bueno, entonces pregunta.
Le expreso todas las preguntas de una, sin esperar una respuesta antes de hacer la siguiente.
—Bien, despacio, despacio, vamos por la primera, no sé si eres una Diosa, sólo sé que la mayoría siempre te verá como si lo fueras, eres superior a cualquier bruja y lo único así son los Dioses o los ángeles, pero a ellos los odian. Sí, de verdad eres la única capaz de recibir brujas, por lo que también es sí a lo de que las salvaste, ellas estaban destinadas a morir consumidas por sus poderes.
—¿Por qué no las matan entonces?
—Creo que siempre están intentando formas de salvarlas. También me sorprendió la tormenta y el terremoto, pero en cuanto te hablé todo se calmó un poco y cuando te sumergiste en el rio todo acabó, así que creo que sí lo causaste tú. Por último no sé eso de las puertas a no-sé-dónde, ni de los sellos, eso tendrás que hablarlo con Regina, ella parecía que sí sabía, yo pensaba hablar con ella esta mañana, el problema es que salimos demasiado temprano y no tuve tiempo ¿Alguna otra pregunta?
—¿Por qué me hablaste tan feo anoche? Nunca me llamas por mi nombre.
—No creo que sea momento para hablar de eso ahora.
—Yo creo que sí es momento —Me pongo en pie, si vamos a discutir creo que corresponde hacerlo frente a frente, mirándonos a los ojos.
—Anastasia...
—¡Ahí vas otra vez! Hemos discutido muchísimo estos meses y JAMÁS has usado mi nombre, siempre me dices Zarina, sin importar cuán enojado estés.
—¡Porque nuestras discusiones nunca fueron sobre mis sentimientos y cómo los haces polvo!
Con cada palabra que grita se acerca más a mí, hasta que su agitada respiración choca directamente con mis labios, no creo recordar haberlo visto tan alterado.
Antes de que le responda gruñe frustrado y me besa, es brusco, ya no intenta demostrar con ternura lo que siente, en cambio, demuestra su frustración y desespero. Como si hasta ahora no hubiera tenido éxito al dejarme claro cuánto me quiere y ésta sea su última oportunidad, en un principio lo único que puedo sentir es cómo su cuerpo me dice "Mira lo que puedo darte, mira, mira ¡Mira!".
Luego me invade un deseo inesperado, una de sus manos va a mi cintura y la otra a mi cabello, no sé por qué eso me... ¿Enciende? Tanto, sólo sé que de repente realmente deseo ese beso, incluso deseo más, deseo que sus manos recorran cada centímetro de mi cuerpo, sentir sus labios en mi piel, averiguar si el resto de su cuerpo es tan suave y delicioso como sus labios, deseo... sólo deseo más.
Cuando reacciono él me tiene arrinconada contra un árbol, sus manos acarician mi cintura por debajo de la remera y sus labios besan mi cuello, mientras las mías se esconden en el bolsillo trasero de su pantalón y mis labios respiran agitadamente en su oído.
—Para —Lo aparto sin que oponga resistencia.
Por la sorpresa de su rostro puedo ver que él tampoco esperaba llegar a tal punto.
De todos modos, no importa ahora, me siento avergonzada, así que me alejo sin decir nada, simplemente intentando entender qué rayos me pasó para perder el juicio de esa manera. De su parte lo entiendo, pero yo no soy así, a mí me gusta ir despacio, disfrutando cada paso, no perder el control y dejarme llevar.
Peor aún, haciendo cosas que en realidad no deseo, porque no lo hago, no sé por qué sentí que lo deseaba en ese momento, sólo sé que ahora no lo hago ni un poco y probablemente sea eso lo que me hace sentir tan avergonzada.
No me detengo hasta llegar a la inmensa carpa que pertenece a Regina, recién allí es cuándo espanto mis pensamientos para centrarme en la misión que tengo en este momento.
No sé cómo no se me había ocurrido antes, ella lleva viviendo cientos de años, debe haber escuchado muchísimo sobre nuestro "hogar sustituto", de seguro debe saber exactamente cómo entrar y qué puedo hacer para evitar que mi madrina muera en el proceso.
—Permiso ¿Regina estás?
—Claro querida, para ti estoy siempre que lo necesites.
Cuando entro me topo con un muchacho que sale cubierto únicamente con una sábana, tengo que voltearme para estar segura de que realmente se está retirando y que no es fruto de mi imaginación.
—Yo... ¿Interrumpí algo?
—No, tranquila, luego podemos retomarlo.