Anastasia y el mundo de ella

Capítulo 45

    Por suerte, para mí, Regina hizo lo que me prometió así que duermo como un tronco y recién despierto cuando Julia viene a hacerlo.

    —¡Jo! y pensar que esta vez había decidido ahogarte.

    —No, no seas tan amable y no te preocupes por mis emociones, ellas están bien.

    —Está bien, prometo que la próxima vez no seré dulce.

    —Creo que no sobreviviré a estas vacaciones.

    Ambas vamos a desayunar destornillándonos de risa.

    Al terminar Regina se nos acerca.

    —Anastasia, necesito pedirte un favor.

    —Claro, la escucho.

  —Necesito que vayas mañana a la ciudad con los hombres en busca de combustible y estando allí debes recibir a algunas brujas, si lo haces nosotros recibiremos unas donaciones que necesitamos de urgencia.

    —Claro, pero quiero algo a cambio.

    —¿Qué puedo darte que no puedas obtener sola?

    —Primero quiero una máscara o algo que mantenga mi identidad protegida y después quiero que a Julia le consigan papeles y dinero suficiente para que pueda quedarse en el país que ella desee, aunque aún no haya cumplido la mayoría.

    —Claro —Regina mira a mi acompañante— ¿Sabes ya en qué país deseas quedarte?

    —Yo... —Julia me ve a mi primero— No es necesario que hagas esto por mí.

    —Lo sé —Sonrío—, las dejo que arreglen las cosas.

    Me despido de ambas con un leve gesto y me marcho.

    El resto del día pasa con normalidad, sólo tengo que soportar a Julia diciendo que soy una Diosa que cumplió su deseo de poderse quedar en Uruguay y que además conseguí que le dieran el suficiente dinero y provisiones como para poder sobrevivir varios meces.

    Se pasa todo el día haciendome medios cumplidos, medias ofensas. Como que nunca había visto a una Diosa y que jamás se hubiera imaginado que fuéramos tan bajas o con el pelo tan desprolijo.

    No me molesto en decirle que ella es apenas unos centímetros más alta o que es imposible que mi cabello esté en buen estado cuando no ha recibido un verdadero lavado en días y ni hablar de un buen peine y crema para peinar. Simplemente rio y disfruto sus bobadas.

    —Tu amiga me cae mal —Keith nos encuentra cuando ya hemos terminado de lavar los platos de la cena.

    Ambas dejamos de reír al escuchar su comentario y lo miramos serias.

    —Estas vacaciones se suponen que son para que pasemos tiempo juntos y ella se lo roba todo —Nos hace puchero.

    —Oh, lo lamento, no sabía que debía compartir el tiempo de la Señora Diosa.

    La fulmino con la mirada, está todo bien que hagamos bromas entre nosotras con ese tema, mas no me agrada que incluya a Keith en esto, no soportaría tener que escuchar que él se burle así de mí al volver a casa.

    —No, ella no es una Diosa, es mí Zarina.

    Julia entrecierra los ojos, intentando entender a qué se refiere, cuando lo hace suelta una carcajada sonora.

    —Ni se te ocurra llamarme así —Le miro feo, consiguiendo que ella se ría aún más— y tú ¿qué necesitas?

    Miro al rubio, que levanta las manos en señal de rendición.

    —Sólo quería verte y recordarte que mañana salimos muy temprano, tal vez lo mejor es que descanses, aún no te has recuperado de la última aventura.

    —Sí, tu novio tiene razón, yo llevo los platos, tu ve a descansar.

   —No es mi novio —susurro lo suficientemente bajo como para que sólo ella pueda oírme, luego la fulmino con la mirada—, te dejaré haciéndolo sola por hacerte la chistosa, nos vemos mañana.

   Le saco la lengua y voy con Keith, él rodea mis hombros mientras caminamos de regreso a nuestra carpa.

    —¿Qué has hecho hoy? —Desliza su mano por mi brazo.

    —Sólo charlé con Julia ¿Tú qué hiciste? No te vi en todo el día.

    —Extrañarte —Se gira y queda frente a mí— ¿También me extrañaste?

    —Claro —Bajo la mirada, sintiéndome algo avergonzada de tenerlo tan cerca— ¿Por qué no habría de hacerlo?

    —No lo sé, tal vez estás mejor sin mí.

    —No digas bobadas.

    Toma mi mentón y me hace levantar la mirada.

    —¿De verdad no estás mejor sin mí en tu vida?

    —Si lo estuviera ya me habría alejado.

    —¿Puedo besarte? —Acerca su rostro al mío, no hay ni un centímetro entre nuestros labios.

    —Sí.




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