Anastasia y el mundo de ella

Capítulo 10

    Salgo del auto y sigo a mi madrina a su casa. No presto mucha atención, lo que descubro es que el pasillo no es simplemente una L, es más bien una Z, aunque el palito del medio es vertical no diagonal. En fin, al final del pasillo está mi habitación, junto a ella se encuentra la de mi madrina. Estoy demasiado cansada como para que me importe algo más.

    La de ella es inmensa, tiene una cama de dos plazas bajo la ventana, a los lados están las correspondientes mesas de luz, en una se ve el único objeto que mi madrina se llevó de su casa el día que se marchó, el portarretratos que contiene la foto donde aparecemos todos los primos.

    En la otra mesa de luz hay otro porta retratos, aunque éste está boca abajo, lo cual sin lugar a dudas me llama muchísimo la atención, así que simplemente voy hasta donde se encuentra, lamentablemente mi madrina me detiene.

    —Eh, Quejica, ya es hora de dormir, vamos, que me muero de sueño.

    Sonriente me empuja fuera de su habitación, gruño y vuelvo a mirar el porta retratos, sin embargo, no me resisto, podría levantarlo con magia o al menos intentarlo, seguro que lo consigo si pruebo.

    El problema es que  también estoy cansada y no tengo intención de invadir tanto su privacidad, por lo que voy directo a mi habitación.

    La mía no es mucho más chica que la de ella, por ahora únicamente tiene una cama, su correspondiente mesa de luz, un escritorio y un vestidor, lo que me sorprende mucho porque aquí se suele usar ropero no vestidor.

     Las paredes son totalmente blancas, no hay nada, ni cuadros, ni fotos, ni nada, o es de visitas o está esperando que le de mi toque personal, lo cual sin lugar a dudas me gustará muchísimo.

    Así es cómo me duermo, imaginando qué puedo hacerle a mi futuro cuarto, tal vez pueda pedirle a mi madrina pintura y pintarla de los colores que yo quiera, con el tiempo iré adquiriendo cuadros y fotos familiares para completar las paredes.

    ¿De qué color podría pintarlo? Rosado, para no extrañar tanto a Elissa, ni loca, si la extraño la voy a visitar. ¿Rojo sería muy chillón? Probablemente, tal vez violeta pastel, pero me parecería muy soso, quizás verde o celeste o amarillo, tal vez de todos esos colores.

    Además necesitaré una estantería para colocar todos los libros y mangas que eran de mi madrina, esa me la puedo comprar con la plata de la cacería de hoy.

    ¿Qué más me gustaría tener en mi cuarto?

    ¡Unas cortinas! Sería lindo, aunque me taparía la vista, no he visto que hay del otro lado de la ventana porque las hermosas persianas de madera no me lo permitieron además de que estoy demasiado agotada para preocuparme por eso, pero seguro que en algún momento no querré ver hacia afuera.

    Además no sé si los vecinos pueden verme desde sus ventanas o qué, tal vez nunca pueda tenerla abierta, ahí con más razón necesitaré una cortina, especialmente en verano si quiero que entre aire pero que nadie vea.

 

 

 

 

     —Buenos días —Mi madrina asoma la cabeza por la puerta, me quejo un poco para hacerle saber que quiero seguir durmiendo—. Vamos que ya son las diez y Keith ha llamado a tu cel como quinientas veces.

    —Ya voy —Me cubro con la almohada y sigo quejándome, escucho su risa incluso cuando cierra la puerta, por suerte rápidamente se extingue.

    Por eso me quejo más, porque ella se burla de mí y me hace levantar cuando quiero seguir durmiendo.

    Sé que si no le escribo pronto a Keith le dará un infarto o se aparecerá por aquí en cualquier momento, no sé de dónde puede sacar la dirección, sólo sé que con tal de chismear un rato y asegurarse de que estoy bien, él es capaz de todo.

    Arrastro los pies hasta el baño, el cual encuentro porque es la primera puerta, casualmente abierta, a la derecha saliendo de mi cuarto. Estando allí ato mi pelo con una coleta y vuelvo a salir, sé que debería cumplir con un protocolo mínimo de higiene personal, aunque como sólo voy a desayunar no me estreso, puede esperar un par de minutos.

    Creo que es por eso que sorprendo a mi madrina al entrar en la sala-comedor, si su rostro no se desfigurara no creo que hubiera notado que lleva dos tazas sucias en las manos, lamentablemente sí lo hace y por eso miro a ver qué anda mal.

    Si sumo dos más dos me da dos en este caso, una cama de dos plazas, que la segunda mesa de luz tenga el porta retratos boca abajo, que levante dos tazas de la mesa.

    —¿Alguien más vive contigo y no quieres que lo sepa?

    Ella me mira detenidamente, analizando qué tanto debe decir o no, obviamente eso me enfurece más, muchísimo más.

    —Creí que ya no me guardarías secretos.

    Apenas las palabras, cargadas con una dosis innecesaria de reproche, salen de mi boca me arrepiento, no sólo porque sé que no debería hacerlo, sino además por el dolor que veo en su rostro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.