Anastasia y el mundo de ella

Capítulo 15

    Mi amigo lo dudó mucho, estamos al menos una hora antes de aceptar que él no recuperaría la energía suficiente para regresar a su casa y la tormenta no parecía querer aminorar, ni un poquito.

    Nunca vi que una tormenta tan fuerte durara tanto tiempo, por lo general duran unos segundos y hacen estragos que estoy segura no se restaurarán en un buen tiempo, meses, tal vez incluso años para aquellos con menos posibilidades.

    Si una tormenta corta causa tantos estragos no quiero imaginarme una tan larga como ésta, inundaciones seguro y luego lo que haga el viento no quiero ni imaginarlo…

    Por suerte amanezco el lunes en una cama seca y caliente, además sonrío debido a que de la cocina se escuchan las voces de mi tía y mi hermano con cabello ardiente, incluso los oigo reír.

    —Buenos —Me interrumpe un bostezo— días ¿Cómo durmieron?

    —Bien ¿Tú? —Anthony se ve mucho mejor, pero aún parece un poco cansado.

    —Mejor que tú seguro, no te has recuperado del todo aún ¿Eh?

    —No, aún me queda un poco, de todos modos ya no importa, con el sol que hay seguro puedo llegar a mi casa y dormir hasta que se acabe el mundo.

    —Me alegro ¿Cómo estás tía?

    Me siento y tomo la jarra de la licuadora, ella ha preparado un rico licuado de leche y banana.

    —Bien hermosa, gracias. Justo le estaba contando a Anthony sobre mi trabajo y ya que llegaste quiero aprovechar para contarte algo.

    —Claro, te escucho.

    Le sonrío mientras unto un pan con manteca, ella parece un poco incómoda, no sé si por el nuevo invitado de nuestra cocina o por lo que va a decirme, igual no tardé mucho en enterarme.

    —Bueno, ahora que sé que no morirás pronto… —Sonríe, tratando de que parezca un chiste, sin embargo, no suena ni parecido a eso— He decidido no renunciar a mi trabajo, no viajaré tanto como antes, aunque sí haré un par de viajes al mes.

    —Genial, me parece bien que no renuncies, especialmente porque disfrutas mucho trabajando de azafata.

    —Exacto y pensaba que como tu madrina quiere tener tu tenencia… pues puedes quedarte con ella mientras viajo.

    —Bueno… si no queda de otra, no me molestaría —Hago una mueca y fijo la mirada en mi licuado, la verdad en este momento no me agrada nada la idea, no quiero vivir con alguien que me oculta cosas, como por ejemplo quien duerme en la habitación contigua a la mía.

    —¿Me dirás por qué pelearon?

    —No, la verdad no quiero saber qué tan al tanto o no estás de lo que sucede, así que creo que debes preguntárselo a ella y evitarme a mí más disgustos.

    —Anastasia… —El tono de mi tía claramente es de reproche, por eso la ignoro y agradezco la intervención de Anthony.

    —También puede quedarse aquí sola ¿No? Si sólo son un par de días creo que puede arreglárselas sin problema ¿No creen?

    —Lo voy a pensar, pero en principio no, esta noche dormirás en casa de tu madrina, para la próxima veremos, ahora vete a vestir que llegarás tarde al liceo.

    Pongo los ojos en blanco, termino mi pan y voy a mi cuarto, cinco minutos más tarde estoy en la planta baja del apartamento con el chico verdiazul luchando contra la cerradura para que se abra.

    —Déjame —Me quita la llave de la mano y en un instante consigue abrir la puerta.

    —Gracias —Sonrío y le abrazo—. Si te interesa en la noche entreno con Keith, puedes caer allí por error… ya sabes —Le guiño un ojo y sonrío.

    —Claro, nos veremos allí —También sonríe.

    —Nos vemos luego entonces —Beso su mejilla, me zafo del abrazo y doy la vuelta para salir.

    Es allí cuando veo a Ema, está al otro lado, su cara no muestra nada de felicidad.

    —¡Ema! —Sonrió y voy hasta él— ¡Viniste! —La alegría no cabe dentro de mí, aun no puedo creer que me venga a buscar ahora que vivo tan lejos de su casa.

    De hecho, para llegar hasta aquí debe pasar por el liceo y luego volver los dos juntos, siempre insisto en que no es necesario, aunque eso no quita lo mucho que me alegra su presencia en mi puerta, especialmente porque ahora se para en la puerta, no en la esquina.

    Al llegar hasta él beso sus fruncidos labios, cuando nuestras pieles se rosa todo su rostro dejan de estar fruncido y se relaja, entregándose al beso.

    Rápidamente sus manos llegan hasta mi cintura para rodearla con ganas, mientras las mías van a su cabello para revolverlo bien, no vaya a ser que la gente crea que él se peina. Nuestros labios se saborean mutuamente, como si hiciera una eternidad que no están juntos. Bueno, teniendo en cuenta que pasaron más de veinticuatro horas desde la última vez que se unieron, es probable que sea la eternidad más larga hasta ahora y espero que nunca tenga que ser más larga que esa.




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