La verdad no presto atención a lo que sucede durante la clase.
Cuando acaba, Ema y yo salimos y nos topamos con Eze en la puerta del salón.
—Señorita Itojmau necesito hablar con usted AHORA, a SOLAS —Las palabras que resalta las hace con tanta severidad que ni Ema ni yo discutimos, simplemente aceptamos lo que dice, por lo que mi novio sigue su camino—. Espera, Keith —Me sorprendo cuando detiene a mi amigo, su tono es un poco más amable, aunque su mirada dice más que sus labios—. Aléjalo, es importante.
Mi amigo afirma y nos deja solos, no sé si tranquilizarme o aterrarme, no creo que deba preocuparme realmente por Ezequiel, si tuviera que hacerlo Keith no me habría dejado sola, no obstante, esto es muy raro.
Sigo al profesor hasta el salón de al lado donde sólo estamos él y yo.
—Esta tarde a las cinco te quiero en mi casa, tienes que aprender a controlar tus poderes, pareces un faro que grita "Mátenme, por favor, mátenme porque soy una bruja tonta que no sabe nada".
Su tono es tan burlón que deseo decirle que no, el problema radica en que nadie sabe enseñarme cómo controlar la magia que inconscientemente libero todo el tiempo y aunque es un idiota tiene razón, debo controlarme, especialmente porque prefiero pasar una tarde con Ezequiel a terminar en la hoguera.
—Está bien, allí estaré.
—Más te vale, si llegas tarde pierdes tu oportunidad —Me entrega un papel mientras sigue destilando odio con cada palabra—. No soporto a las niñas impuntuales. Ya sabes o llegas puntual o terminas en la hoguera.
Tras esas dulces palabras se marcha, debería salir y buscar a Ema, imagino que Keith se lo habrá llevado lo más lejos que pudo, no obstante, no quiero, no deseo caminar tras la estela de desprecio que ha dejado mi nuevo profesor de matemáticas.
Por suerte el primero en entrar es el chico rubio, con quien intercambio una corta mirada de "¿Todo bien?" y luego una pequeña afirmación como respuesta. Es lo único que necesita para saber lo que es realmente esencial de este encuentro tan extraño.
Suspiro y vuelvo a nuestro salón. No tiene sentido quedarme allí encerrada, como si pudiera huir del sin fin de problemas que se comienzan a acumular, además si lo hago Ema se preocupará aún más y será muy difícil que me deje en paz sin obtener respuestas, o sea sin obligarme a que le mienta... Bueno, no sé si obligarme sea el término correcto, al fin y al cabo podría decirle la verdad...
¡Ja! Otra vez estoy pensando tonterías, imposibilidades... sueños.
—¿Se puede saber qué quería ese idiota?
Ema se deja caer en su banco y Keith se para frente a mí, ambos queriendo saber la respuesta a esa importante pregunta.
—Quería corroborar unos datos que estaban mal en la libreta, nada más —Me encojo de hombros tratando de restarle importancia, luego miro a mi amigo —¿Me traes algo de lo de La Abuela que tengo hambre?
Le doy un poco de plata antes de que salga, si cualquiera prestara un poco de atención sabría que lo estoy echando, no le dije qué quería y él no preguntó, simplemente se marchó, sin siquiera mirar atrás.
—¿Hablaremos ahora o a la salida?
Mi pregunta es respondida por el timbre, quien nos recuerda de su existencia haciendo un ruido casi insoportable, como para que a nadie le quede ni la menor duda de que el recreo ha terminado, la libertad se ha acabado y es hora de volver a nuestras obligaciones como alumnos... como si no tuviera cosas más importantes en las que pensar...
Bueno, tal vez no sea más importante pero a la corta parece "atención inmediata de forma esencial y necesaria": No me refiero sólo al hecho de que lentamente estoy perdiendo a mi novio por miedo a que me rechace, también está el fundamental hecho de que si no se lo toma bien o si se entera su primo probablemente termine siendo una brocheta humana...
—Creo que ya tienes tu respuesta —Ema sonríe a medias, no como siempre, en este caso parece incómodo—. Sólo quiero saber una cosa ¿Está todo bien entre nosotros?
Quiero responder inmediatamente que sí, lamentablemente no puedo, desde mi cumpleaños que todo está mal, porque todo es una mentira y es mi culpa, eso es lo que me lleva a dudar y provoca que los celestes ojos de Ema se entristezcan.
—Sí —respondo porque es lo que quiero creer, porque realmente deseo que todo lo que dije ayer quede olvidado y sigamos como si no hubiera tenido una crisis de sinceridad, la cual por suerte pude abortar antes de que llegara a su máximo esplendor.
Ema afirma y por el momento se siente satisfecho con la respuesta, aunque mi vacilación lo hirió lo suficiente para que el dolor y la duda permanezcan en los ojos más hermosos que jamás he visto.
Al final del día volvemos a la rutina del principio, lo cual es una muestra más de lo mal que va todo.