Anastasia y el mundo de ella

Capítulo 24

    Paso el resto de la tarde fingiendo que estoy estudiando, lo cual claramente no consigo, mi mente quiere pensar en lo que dijeron mis primos, sé qué es lo correcto, incluso para la mayoría de mi familia es así, mas eso no quiere decir que yo quiera hacer lo correcto o que vaya a hacerlo.

    Probablemente intente hacerlo, cuando llegue el momento veré qué haré realmente, no pienso abrir esas puertas hasta encontrar una forma de salvar a toda mi familia, del primero al último.

    Especialmente mi madrina, no puedo arrebatarle nada más, ella está en esta situación por mí, si no fuera por salvarme no habría hecho nada de lo que hizo, sólo estaba intentando protegerme.

    —Permiso —Hablando de Roma, el Diablo se asoma—. Te traje algo para que cenes, ya es tarde.

    Suspiro y me siento, hace como una hora decidí rendirme de mi inútil intento de estudiar, por eso me acosté en la cama y me quedé mirando mi lindo techo blanco.

    Ella se sienta a mi lado y coloca la bandeja sobre mi regazo.

    —Mi trabajo es guiarte por lo que creo es el camino correcto y creo que lo correcto es que cumplas con tu destino, llevo años viendo cómo las predicciones se cumplen siempre, de una forma u otra.

    —Eso implicaría que tú vas a morir.

    —Eso lo sé desde hace muchos años, si yo no hubiera ocupado tu lugar, tú te hubieras vuelto una roja y eso llevaría a la aniquilación total de las blancas y de la humanidad, yo habría muerto de todos modos. Ahora que he ocupado tu lugar soy la roja y tú eres blanca, por lo tanto, acabarás con todas nosotras y salvarás a todas las que son como tú, incluyendo nuestra familia.

    —Tú no puedes ser una roja si todo lo que hiciste es por el bien de todos —Apoyo mi cabeza en su hombro y ella me abraza— y yo no puedo ser una blanca si no encuentro la forma de salvarte, además, aunque acabe ahora con todas las rojas en la próxima generación ya habrá nuevas.

    —Sí, las habrá, pero serán menos y les llevara muchísimos años romper con la ventaja que tendrán las blancas, además ustedes podrán controlarlas y así aumentar el tiempo de ventaja.

    —Deja de hablar como si ya estuvieras muerta.

    —Todos estamos muertos, más tarde o más temprano todos morimos, no pienses que no me podrás salvar, piensa todas las vidas que preservarás.

    ¿Cómo le digo que no me importa todo el maldito mundo sin defraudarla?

    —Está bien, lo intentaré.

    Ella besa mi frente y me deja allí, con la cena.

    Dejo que mi espalda caiga sobre la cama nuevamente y me cubro el rostro con la almohada.

    Ella siempre me pareció una heroína, desde chiquita, siempre me salvaba de todo, de los malos momentos en familia, del aburrimiento, de ver los dibujos que mi hermana quería y yo no, incluso de la desigualdad.

    Cuando murió, Mónica todo el tiempo intentó convencerme de que ella era una mala persona  y se merecía cualquier cosa que le hubiera pasado, aun así, no consiguió hacerlo.

    Cuando regresó y me contó lo que había hecho la creí aún más heroína, se había sacrificado por mí, por mi bienestar y mi futuro.

    Ahora sé que no sólo lo hizo por mí, sino por todo el mundo, eso la transforma aún más en mi heroína y debería serlo para todo el mundo, aunque lamentablemente seguro que nadie se enterará de lo que ha hecho por todos.

    A la mañana siguiente me siento mejor, probablemente porque consigo eliminar todo de mi mente y tratar de fingir que puedo ser una adolescente normal, por ahora.

    No tengo idea de cómo abrir las puertas a ese lugar, desde ahora yo le llamaré tupisedo, me gusta cómo suena y casi nadie sabe que estoy diciendo una grosería.

    El caso es que por ahora no debo preocuparme por eso, no hasta que sepa qué debo hacer exactamente y entonces, recién entonces, me preocuparé, no puedo esquivar una piedra que aún no veo, ni siquiera es sano.

    Creo que es gracias a lo alegre que me siento o a que me tomo diez minutos antes de levantarme para poder estar bien preparada. La cuestión es que hoy no tengo tantos problemas para controlar mi empatía, lo cual no quita que para el primer recreo ya me siento agotada.

    No obstante, me aferro a que en el segundo módulo tengo con Eze, quien puede ayudarme a repeler las emociones ajenas sin agotarme tanto. Sería como dos horas de recreo en las cuales no debo imaginarme que estoy en su sala sosteniendo la puerta mientras un grupo de adolescentes apedrean la casa e intentan entrar. En realidad, cuando estoy en el liceo siento como si yo fuera la casa.

    Para colmo hoy puedo notar las emociones de más personas, no sólo las mismas que percibía ayer, las que pertenecen a mis compañeros, al parecer hoy debo captar a más personas.




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