Anastasia y el mundo de ella

Capítulo 31

    Vuelvo a avanzar el paso que retrocedí y miro al vacío, realmente es una hermosa vista, a mi derecha, detrás del puente, puedo ver los arboles a lo lejos, el río Santa Lucía corriendo con tranquilidad. Hasta que llega al borde de la represa y comienza a caer con brusquedad, se pone turbio y choca con fuerza contra el suelo, perdiendo, creo, gran parte de la velocidad que agarró al caer. Finalmente pasa por unas lomas de burro y pierde el resto de velocidad, para finalmente acabar siguiendo su curso normal.

     —¿Por qué la espuma se acumula así? —Señalo al otro lado del rio, junto a la orilla se amontona muchísima espuma bien blanca, creo que son más de treinta centímetros de altura y de anchoe no lo sé, sólo sé que es demasiada espuma y no parece normal.

    —No tengo idea, sólo soy un chico intentando animar a una chica, no te pongas filosófica.

    —Bueno, no te enojes —Hago el amague para golpearle el hombro, sin embargo, el vértigo me lo impide, sólo con moverme un poquito ya siento que por error voy a resbalar y caer al vacío, a una muerte segura y tétrica.

    —Toma —Keith me da una de las piedras que tenía en la otra mano que no sostiene la mía—, veamos quién la tira más lejos.

    —No, veamos quién llega a la línea blanca —Señalo el punto donde el agua se junta luego de ser obligada a separarse por las vigas que sostienen el puente.

    —¿Qué línea blanca? —Keith frunce el ceño mientras mira la cascada artificial, para él todo es una mancha blanca.

    —Allí, donde el agua se separa por las vigas y luego se junta, allí está más blanco.

    Al notar el punto específico al que me refiero se da cuenta de la diferencia, por lo que afirma, le parece un buen punto para intentar llegar.

    Hace un gesto con el mentón, señalándome, para que comience tirando.

    Tiro con todas mis fuerzas y no lo consigo, ni siquiera cerca de la línea aun así, me maravillo observando cómo la piedra rebota contra la pared de bajada tan rápido que no parece que se haya sumergido y luego vuelve a sumergirse para perderse en las rápidas aguas.

    Cuando mi amigo tira sobrepasa la línea, aunque no por mucho.

    —Vuelve a intentarlo —Al soltar mi mano para ir en busca de más piedras es cuando me doy  cuenta de lo segura que me sentía por tenerlo a mi lado, también descubro que su perfecto tiro lo hizo con la mano izquierda.

    Sí, el muy bastardo tiró mucho mejor que yo y no lo hizo con su mano hábil.

    —No es justo, tú sabes tirar bien con ambas manos y yo tengo miedo, por lo que apenas puedo moverme.

    —Bueno, acortemos la brecha.

    Keith se pone detrás de mí, coloca una piedra en mi mano y la cierra.

    —Debes mover todo el cuerpo al lanzar, la fuerza no la hace el brazo, sino todo el cuerpo —Toma mi cintura entre sus manos y la gira, mostrándome cómo hacerlo, aunque no consigo prestar atención, el contacto y el hecho de que esté tan cerca me perturba—. El movimiento inicia en las caderas, sigue por los hombros y termina por el brazo.

    Sentir su aliento acariciando mi oreja me perturba aún más, por lo que me giro para pedirle que se aparte, ya tengo bastante con el vértigo como para tener que preocuparme porque me siento tan extraña con su cercanía.

    Sólo que no soy la única en moverse, él se acerca más a mí y sus labios quedan casi rozando los míos, a pesar de que no se rozan puedo sentir su calor, ni se diga de su aliento.

    —¿Entiendes? ¿Quieres que te muestre cómo lo hago?

    En la primera pregunta sus ojos están fijos en los míos, luego los baja a mis labios y es allí cuando las alarmas se prenden en mi interior, esto se está saliendo demasiado de control.

    Por eso doy un paso atrás, para alejarme de él, para no mal interpretar la situación, lástima que el paso también lo doy al vacío.

    Por suerte consigo reaccionar lo suficientemente rápido como para no caer demasiado, sé que no existe ese concepto, el caso es que me doy cuenta enseguida de que no he pisado tierra firme, por eso consigo tirarme sobre el suelo antes de caer y sólo quedo colgando desde la cintura hacia abajo.

    No lo necesito, aun así, Keith me ayuda a levantarme. Cuando tengo ambos pies en el suelo me alejo de la represa.

    La adrenalina corre por mis venas al galope, por lo que no me basta sólo con alejarme del peligro, necesito seguir moviéndome, necesito sacar el miedo de mi sistema.

    Cuando lo consigo voy a mitad de camino bajando por las piedras, es divertido, aunque no puedo evitar sentir que en cualquier momento una cederá y me caeré.

    No es que tenga vértigo en este caso, es sólo que estas piedras en particular parecen menos estables, tal vez sea por el hecho de que fueron colocadas artificialmente, o tal vez sea que realmente no están bien entramadas una sobre otra como para que sea del todo seguro pisarlas.




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