Anastasia y el mundo de ella

Capítulo 32

    Muchas veces he escuchado que los motociclistas se mueren de frío y sé que es verdad, andar en el frio a buena velocidad y sin protección no debe ser changa.

    Bueno, ahora sé a ciencia cierta que no lo es, es horrible, mis dedos se congelan, siento puntadas, igual en los pies, los brazos los pego desesperada a Keith porque no consigo calentarlos ni protegerlos. La verdad el viaje de vuelta es horrible, cada minuto es una tortura, siento como si fuera a perder los dedos, por suerte el rostro puedo ocultarlo tras la espalda del conductor, igual que el pecho, no obstante, las extremidades temo perderlas en medio de la ruta y sé que si se me caen se partirán en mil pedazos porque estoy congelada.

    —Lo lamento —Keith parece realmente arrepentido, aunque es de imaginárselo, apenas bajé de la moto me crucé de brazos y me encorvé hacia adelante, tratando de calentar mis brazos—, no imaginé que nos quedaríamos tanto tiempo, para la próxima te abrigas más.

    —Olvídalo, fue un lindo día, ahora quiero entrar para darme un lindo y cálido baño.

    —No creo que sea bueno que entres tan pronto, seguro allí dentro está bien cálido y un cambio tan brusco de temperatura te hará mal.

    Se quita la campera, la desliza sobre mis hombros y sin previo aviso me abraza, con fuerza, estrechando mi cuerpo contra el suyo.

    —Así podrás entrar más rápido —Me estremezco al sentir su cálido aliento sobre mi oreja nuevamente.

    Esta vez sí intento apartarme.

   —Keith yo...

    —No —Me interrumpe e impide que me aparte—, no quiero escucharte —Se inclina hacia mí, sus labios rozando los míos nuevamente—, lo pasamos muy bien juntos, lo sabes —Puedo respirar su aliento, huele a menta—, date una oportunidad o al menos dámela a mí.

    Antes de que intente protestar sus labios están sobre los míos y no me opongo, simplemente me dejo estar, mejor dicho, me dejo hacer.

    Creí que se sentiría incómodo o algo, sin embargo, no es así, no es apasionado, simplemente es tierno, puedo sentir cuánto me quiere sólo con el beso y eso es lindo, es lindo sentirse querida.

    Aunque si realmente me quisiera debería conocerme mejor, debería saber que odio la menta y él sabe a menta, a mucha menta, es una lástima, al menos Ema lo sabía.

    Ema...

    —No —Ahora sí lo aparto—, esto no est...

   —No termines esa frase o te callo con otro beso —Keith sonríe, mientras yo me siento avergonzada—, otro beso, en fin, no quiero escuchar tus excusas ni que analices esto, nos vemos mañana, guarda el casco.

    Toma su campera de encima de mis hombros, se la coloca al mismo tiempo que se sube a la moto y mientras la enciende se coloca el casco, luego se marcha, sin mirar atrás y sin dejar de sonreír.

    Cuando entro a la casa aún me siento avergonzada ¿Cómo pude permitir que me besara? Él no me gusta, sólo somos amigos y esto no será nada bueno para nuestra amistad, aunque...

    —Al fin llegaste —Arnold sale de la sala, está sonriente—, te estábamos esperando —Observo detrás de él y veo sólo a mi madrina— ¿Cómo estás?

    —Congelada, iré a bañarme y ya vuelvo.

    Abrazo a mi primo, le doy un beso y corro a prepararme para bañarme.

    El primer minuto de baño es peor que el viaje, de a ratos no siento los dedos y de a ratos las puntadas son super fuertes, por suerte no dura casi nada, en seguida mi cuerpo recupera temperatura y no es tan molesto.

    Me quedo bajo la ducha hasta que se acaba el agua caliente, disfrutando del calor y tratando de no pensar, cosa que obviamente no me sale nada bien, me paso cada minuto pensando en que estoy rehaciendo la historia de mi madre.

    Ahora comprendo por qué estaba con Daniel, porque es lindo sentirse querido, saber que estás con alguien a quien le importas y alguien que no te desagrada, que de hecho te importa y te es indiferente si te está tocando o no.

    Al menos mi corazón no se vio afectado por el beso, obviamente mi cuerpo sí reaccionó de inmediato, no obstante, mi corazón siguió como si nada, probablemente si sólo me hubiera abrazado habría sentido lo mismo.

    O tal vez no, porque esa fue una demostración totalmente distinta de cariño, especialmente porque es un cariño diferente del que creo que debería sentir mí amigo por mí.

    Cuando me siento abrumada de pensar en todas estas cosas voy a la sala y presento mi mejor cara, aunque no es necesario, en cuanto entro mi primo me abraza con mucho entusiasmo.

    —Gracias, no sé cómo lo hiciste, pero gracias, sé que no estás de acuerdo, pero sabes que es lo mejor para todos, de verdad gracias.

    No respondo de inmediato, de hecho, dejo que la sensación de seguridad que me causa estar entre los brazos de Ar me colme, es una caricia a mí ya cansada alma.




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