Observo a mi madrina y luego a Laura, no sé qué decir así que simplemente dejo salir lo primero que se me ocurre.
—Eh... no, él es Yves.
—Hola, mamá —Al saludar a su madre, mi madrina tiene una sonrisa radiante en el rostro— ¿Quién es Tony? —Cuando su madre no responde me mira a mí.
En lugar de responder miro a Yves, no tengo ganas de recordarle quién es, especialmente porque me sorprende que lo haya olvidado ¿Por qué los confundió? Es decir, sólo con el cabello ya se nota que no son la misma persona.
Por suerte cuando lo miro mi ex cuñado se levanta y extiende la mano para saludar a su suegra.
Aprovecho ese breve momento para analizarlo, tengo que levantar la mano para no ver su cabeza, de otro modo me es imposible ver lo similares que son. Aunque bueno, sólo estoy teniendo en cuenta su espalda, firme y bien erguida, típico de un cazador. También veo cómo resaltan sus músculos, a pesar de que lleva campera y podría ver otro detalle más... pero como mi tía no tenía esa visión me ahorro tener que hacer esa traumática comparación.
En conclusión, creo que simplemente se ven como dos chicos cualesquiera, no hay similitudes significativas.
Mi mente vuelve a la realidad cuando Laura me toca el hombro, para que me dé la vuelta, así puede besar mi mejilla y abrazarme.
Cuando la recién llegada toma su lugar en la mesa, Ar es quien toma la palabra.
—Tengo una duda. Ya recuperaste la memoria ¿Verdad?
—En gran parte sí.
—¿Entonces por qué no has vuelto con tu familia?
—Porque sería injusto para ellos —Todos lo miramos feo, tal vez porque vivimos lo mismo que su familia y estamos seguros de que nada importa más que estar con los que amamos—. Todos ustedes aceptaron a Guidaí sin importar lo que haya pasado estos años, con quién estuvo o lo que ha hecho ¿Verdad? —No espera que todos afirmemos como bobos— Porque todos ustedes creen que a pesar de todo nunca dejará de ser aquella niña de catorce años que ustedes recuerdan —afirmamos, como si fuéramos ovejas que no podemos pensar por nosotros mismos, aunque no es cierto, simplemente estamos de acuerdo, algunos en mayor y otros en menor medida—. Pues el chico que mi familia cree que murió en aquella cacería sí está muerto, al menos el que ellos creen que era. Además, no puedo volver a aparecer después de tanto tiempo, reabrirles las heridas, crearles nuevas y además hacerlos elegir.
—¿Hacerlos elegir qué? —La pregunta es para el relator, aunque Selena está mirando a nuestra prima, como si se cuestionara si nosotros tuvimos que elegir perder algo por recuperarla.
—Entre lo que ellos creen que es malo y lo que yo creo que es malo —La mayoría de mi familia no entiende, por desgracia yo sí, porque soy lo que su familia considera malo, por suerte Yves se da cuenta del problema—. Para mis padres todos ustedes son el mal, sin importar cómo sean realmente, simplemente por tener magia, eso los convierte en el mal.
—Pero nosotros no somos malos —Ina no parece indignada, sino triste— y somos tan humanos como tu familia o cualquier otra.
—El problema es que ellos eso no lo saben y probablemente no quieran saberlo —Lentamente nuestro relator comienza a ponerse rojo y a perder el hilo de su discurso—. Si yo volviera, estoy seguro de que ellos me aceptarían, aunque la diferencia con ustedes es que ellos no me aceptarían a pesar de todo. No me aceptarían sabiendo que estoy enamorado de una bruja, que quiero tener una familia con ella, que me encantaría que hubiera brujitas corriendo por la casa y me encantaría que tú —Ya no nos habla a todos, sus ojos se posan únicamente en mi madrina, como si fuera la única persona aquí presente— lucieras esto con orgullo.
Si nuestros músculos se movieran con engranes, estoy segura de que podría oír cómo los que controlan nuestros ceños se mueven al fruncirlos. Por suerte no es así, a todos nos cuesta entender de qué está hablando, sólo que a mí y a mi madrina nos cuesta menos, yo porque sé de qué habla y ella porque debe haber sentido algo en su muñeca.
Sí, en efecto, la pulsera, que se usa como símbolo de unión eterna en los cazadores, rodea la muñeca de mi madrina, aunque no está prendida, aún.
Sé que aquí nadie entiende qué pasa y de todos modos están expectantes a la respuesta.
—¿Después lo haremos a mí modo? —La voz de mi madrina suena histéricamente controlada y feliz.
—Después lo hacemos de la forma que tú quieras —La sonrisa de Yves se está cayendo, los nervios le están ganando.
—Entonces sí, claro que sí.
Él le prende su pulsera y se besan, como el beso vuelve a durar más de lo que debe, aprovecho para explicarles a los demás.