Anastasia y el mundo de ella

Capítulo 37

    Elissa se acerca a mí como alma que lleva el diablo.

    —¿Se puede saber qué te pasa? —Le miro con la misma hostilidad al ver que su tono es tan asqueroso como su forma de mirarme— ¿Por qué no viniste el domingo?

    —Primero bajá el tonito y segundo explícame bien qué te pasa —No levanto la voz, aunque de todos modos le muestro que a pesar de que soy la menor no tiene por qué pasar por encima de mí.

    —¿Cómo que te explique? ¡Fue el cumpleaños de mi madrina! ¡Te estuvimos esperando! ¡Tú eres la única que va cada año, sin importar nada!

    —¡Primero, no sabía que fue este domingo! —Me levanto para que mi rostro quede a la misma altura, aunque sigo sin necesitar levantar la voz para mostrarme firme— Además no iba porque quería, lo hacía porque vivía en esa casa y la verdad no pensaba quedarme encerrada en nuestra habitación mientras ustedes disfrutaban.

    Mi hermana retrocede, como si la hubiera abofeteado.

    —¡Ella te ha cuidado por años!

    —¡Sólo lo hacía para darte el gusto! Para ella yo sólo era la mascota que tú decidiste que tendrían en la casa, así que no intentes pintarla como la buena, no delante de mí. Si tú la ves como una gran persona, bien por ti, para mí no es así y yo sí puedo ver lo que realmente es.

    Ella da otro paso atrás, sorprendida y aún más molesta que cuando llegó.

     —Me das asco.

    Tras decir esas palabras sale corriendo, voy tras ella, obviamente, no creo que tenga derecho de tratarme así, me debe respeto y a la vez no quiero que todo esté mal entre nosotras.

    Apenas doy unos pasos fuera del salón siento como si algo se interpusiera entre mis pies, algo que me hace tropezar y caer de cara, no necesito darme la vuelta para saber quién es. No sólo reconozco las risas de Ema y Matías, sino que además son los únicos idiotas que me harían una zanjadilla a propósito.

    Tengo que hacer acopio de mucho autocontrol para no matarlos a ambos y a sus amiguitas que también ríen, pero sé que si hago algo enojada me arrepentiré y además no es inteligente de mi parte devolverles el favor, para ello debería rebajarme a su estupidez y no pienso hacerlo.

    Keith llega a mi lado y me ayuda a levantarme, se pone frente a mí y de espaldas al grupo de idiotas, para que no puedan escuchar lo que dice.

    —No permitas que hagan esto, no debes sentir vergüenza de lo que eres, no permitas que te maltraten por ser una bruja, puedes devolverles la humillación y peor, además nunca sabrían de dónde les vino.

    Son cazadores, claro que sabrán de dónde vino un ataque mágico.

    —No siento vergüenza de lo que soy, estoy muy orgullosa de ser una bruja, lo único que me avergüenza es mi forma de resolver las cosas y no por eso les permito que se comporten así. Se los permito porque para devolvérselo debería ser como ellos y no quiero serlo, no soy alguien que maltrata al resto, tú sabes que soy mucho más que eso.

    Él afirma y no me cuestiona más, puedo ver cómo se tranquiliza al saber que no estoy avergonzada por lo que soy, sino que simplemente no creo que la violencia acalle a la violencia.

    El resto del día transcurre con normalidad, igual que el resto de la semana, al igual que las tres siguientes antes de las vacaciones.

    No vuelvo a hablar con Elissa, ella me evita y la nueva ama de llaves respeta que mi testaruda hermanita no quiera verme, al menos así fueon las dos veces que intenté hacerlo. Luego de un par de intentos en el liceo desistí, es ella quien no quiere hablarme, si en algún momento le interesa aclarar las cosas se acercará a mí.

    Matías intenta humillarme constantemente y yo me vengo impidiendo que lo haga, la mayoría de las veces intenta hacerme zanjadillas o me tira mal el balón en gimnasia, todas estupideces que puedo solucionar, Es más, gracias a que siempre me pasa mal la pelota he aprendido a jugar mejor y cuando me hace zanjadillas en vez de tropezar lo piso e incluso me tomo la molestia de disculparme.

    Mi hostilidad infundada hacia Yves casi desaparece, me sigue costando mucho convivir con él pero he aprendido a separar mis emociones, hago un gran esfuerzo para no ver a Ema en él. A diario le insisto en que debe reencontrarse con sus hermanos, especialmente con los mayores, si tiene su aceptación será más fácil que los demás también lo hagan.

    Mi madrina está radiante de alegría y nos ilumina cada día tal vez más que el sol. Al final obtuvo mi custodia, por lo que tiene las dos cosas que siempre ha querido, es decir a mí y a Yves. Seis días a la semana se la pasa pensando cómo será la boda, un día se lo toma para pensar que tal vez sea demasiado pronto, que nuestra familia ha sufrido demasiados cambios drásticos en poco tiempo y aunque no lo dice sé que espera que Yves hable con su familia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.