Anatomía del abandono (según quien te amó)

Capítulo 2: La sombra de Alonso

La única forma que encontré de sobrevivir a la anatomía del abandono fue a través del objetivo. La fotografía es mi armadura y mi búsqueda de la verdad. Si no puedo encontrarla en mi propia historia, al menos la documentaré en la de otros. Y mi trabajo me llevó directamente a las fauces del león.

Trabajaba en un proyecto personal sobre la gentrificación en los barrios antiguos de la ciudad, justo en la línea divisoria donde los rascacielos fríos de las corporaciones empezaban a devorar las casas de ladrillo y la vida local. Era un tema personal: el dinero y el poder siempre destruyendo lo auténtico.

Me encontraba en un pequeño café que se resistía a cerrar, tomando fotos de las grietas en el muro y de las manos curtidas de la dueña, Doña Elena. El contraste era brutal. Afuera, la silueta de la Torre Alonso se alzaba como un monumento a la arrogancia. Era el edificio de oficinas insignia de la corporación de su padre, y verlo me causaba una punzada física en el estómago.

—¿No te da miedo, mija? —me preguntó Doña Elena, sirviéndome un café amargo. —Tanta foto aquí. Los dueños de esos edificios no les gusta que nadie mire demasiado.

—Por eso lo hago, Doña Elena —le dije, ajustando el enfoque. —Alguien tiene que mirar.

Y no quiero que el mundo me vea. La frase de Elias me golpeó. ¿Él pensó que me estaba protegiendo de "los dueños de esos edificios"? ¿Que me estaba salvando de la mirada fría de su familia? Me abandonó para que pudiera seguir siendo Aura, la fotógrafa que busca la verdad.

Pero la verdad es que, al irse, me hizo vulnerable a todo.}

El Encuentro Imposible

Estaba concentrada en una toma de un reflejo en un charco, un edificio antiguo reflejado en el cristal de la Torre Alonso, cuando la voz me heló la sangre.

—Un buen ojo. Pero un mal enfoque.

Me giré, la cámara pegada a mi pecho como un escudo.

Era él. Alonso de la Torre.

El hombre era la encarnación de la presión que había destruido mi vida. No era particularmente alto, pero su presencia llenaba el espacio. Vestía un traje de tres piezas tan caro que parecía hecho de autoridad pura. Sus ojos, los mismos ojos oscuros que yo había amado en Elias, me miraban con una mezcla de desprecio y cálculo frío.

—Señor Alonso —dije, sintiendo la rabia y el miedo luchando por salir. Mantuve mi voz firme.

—Aura. He oído su nombre en algunos informes. La fotógrafa de... "lo auténtico".

La palabra "auténtico" en su boca sonó a vulgaridad, a suciedad.

—Estoy documentando los efectos de la nueva zona de desarrollo. Es un proyecto social.

—Es un proyecto ingenuo. Esto es la evolución, señorita. Y la evolución tiene un precio. Los sentimientos no pagan impuestos. Y el arte... El arte siempre se doblega ante el dinero.

Apreté los puños. Este hombre era el polo opuesto de Elias. O, peor aún, era la versión futura de Elias si se quedaba en esa jaula.

—El arte no se doblega. Solo aquellos que lo crean.

Alonso me dedicó una sonrisa gélida, no de diversión, sino de superioridad.

—Mi hijo creía lo mismo. Creía en la belleza frágil, en el romanticismo. Y mírelo. Eligió el sentido común. Eligió el futuro que yo le di. Un futuro que no incluye el polvo y el drama que usted tanto parece amar.

Era un golpe directo, estratégico. Me estaba diciendo: Yo gané. Yo lo convencí de que tu amor era peligroso y sucio.

—Usted lo amenazó, señor Alonso. Usted lo obligó a abandonarme.

La sonrisa desapareció. Su rostro se volvió un muro.

—Yo le presenté la realidad. Y Elias, a pesar de su sensibilidad, es un hombre inteligente. Entendió que su vida, su carrera, su futuro, es más importante que un capricho emocional con una chica de... su procedencia. Yo le ofrecí la paz a cambio de una decisión. Y él la tomó.

La palabra "capricho" me quemó. Era la versión de la historia que él quería que yo creyera. La versión que convertía nuestro amor puro en una aventura de verano, y a Elias en un cínico.

—Él me amaba —susurré, y la voz me tembló.

Alonso se acercó, y por un momento, vi un destello de algo parecido al dolor en sus ojos, o quizás solo era desprecio.

—El amor es una enfermedad costosa, Aura. Y el deber, la cura. Le diré algo: me alegra que siga buscando la verdad con su cámara. Pero si vuelve a acercarse a mi hijo, o si utiliza su trabajo para interferir en sus negocios, sepa que no le quitaré un museo. Le quitaré todo lo que ama: su cámara, su reputación, su capacidad para trabajar en esta ciudad.

Me quedé clavada. La amenaza no era económica, era existencial. Destruir mi cámara y mi reputación era destruir a Aura.

—Entendido —dije, sintiendo el ácido en mi boca.

Alonso asintió, satisfecho. Se dio la vuelta y se alejó con la impunidad de quien sabe que las reglas no aplican para él.

La Duda Se Convierte en Búsqueda

Regresé a mi estudio, temblando. La conversación con Alonso no me había dado respuestas; me había dado una misión. Él quería que yo creyera que Elias me había abandonado por voluntad, por egoísmo.

Pero si Elias era realmente el "amor de mi vida", si él realmente me había amado tanto, entonces el abandono tenía que haber sido un acto de sacrificio, no de desinterés. Alonso me había dado la versión del villano para que yo dejara de buscar a su hijo.

—No lo haré, Alonso —susurré, mirando mi Muro de Promesas. —No te creo.

Y fue entonces cuando mi dolor se convirtió en mi prueba.

Si Elias estaba en la ciudad, si estaba trabajando bajo las órdenes de su padre, era mi única oportunidad de confrontar la verdad. No para recuperarlo, sino para saber. Para restaurar la memoria de nuestro amor.

Me senté frente a mi computadora. Mi proyecto sobre gentrificación estaba a punto de cruzarse con la Torre Alonso. Elias, el estudiante de Derecho, debía estar en algún lugar dentro de ese monstruo de cristal.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.