Nayla
Hace no mucho tiempo contemplaba el atardecer de mi casa, nací en una familia de numerosas ganancias. Desde pequeña me instruyeron a explorar y aventurarme a conocer el arte de la actuación, aunque para ser sincera nunca me interesó del todo.
Mi gran familia era aristócrata de 14 generaciones atrás, el dinero el título pasaba de generación en generación. Nosotros somos los número 15, sin embargo somos la familia secundaria aún con apellido y herencia, pero sin voz ni voto en muchas decisiones de la empresa que construyeron las antiguas generaciones.
Querían que fuera una gran actriz desde pequeña por mi belleza singular, pero yo no lo deseaba. Yo amaba el hecho de poder explorar, apoyar y dar voz por quienes no pueden. Cuando era niña me interesaba mucho ser una Juez o una gran abogada. Mi tía lo era, una fascinante oradora. Quería ser como ella.
Mi familia no lo quería, querían que yo fuese una actriz por ser bonita. A pesar de lo mucho que me empeñara por mostrar mi talento en oratoria, impecable para mi corta edad. Nunca fue suficiente.
–No tienes que esforzarte hija, tú ya lo tienes todo. Tú futuro es ser una buena actriz.
–Madre yo deseo ser una abogada.
–De grande te arrepentirás; si sigues insistiendo.
–Madre…–Fui interrumpida.
–No, he dicho no. Tienes que sobresalir, entré todos los demás. Ellos tienes que ver que tú eres nuestro trofeo, ellos perderán dinero mientras que nosotros ganaremos más.
–Madre, soy tú hija por favor, déjame seguir estudiando, quiero ser una niña de mi edad.
–Lo serás, a diferencia construiras tú propio patrimonio. Eso te debería de emocionar, mi pequeña Naynay.
–Prefiero que me llames Nayla, soy Nayla.–Dije furiosa.
Recuerdo aquella conversación con mi madre, estaba tan derrumbada por dentro. Si quería ser rica por mi cuenta, pero no así no de esa forma.
Se que no algo catastrófico como estar deprimido por un familiar muerto. Si tan solo yo no fuese esa misma persona que estaba siendo consumida por la paranoia lamentándose por dentro.
Ese día estaba en un rincón lejos de los salones de clases, cerca de los baños de hombres cuando se me acercó él. Un niño de ojos llamativos, claros, color miel, cabello castaño. Fruncia el ceño mientras me observaba confuso por la situación.
–Hola princesa perdida.–Sonrió para luego tomar mi mano escondía entre mis piernas– vamos aquí el frío te consumirá.
Era la primera vez que alguien se me acercaba a hablarme. Antes de eso, muchas niñas jugaban con mi cabello, lo cortaba, pintaban mis butacas colocaban chicles. Solo por envidia, esa era mi conclusión. En los baños me tiraban agua con hielos mientras reían a carcajadas de mí. Me sentía extraña alrededor de ellos.
–¿Cómo te llamas? Tú cabello está hecho un desastre pequeña.
–Nayla. –Contesté firme. Aunque mis lágrimas resbalaban en mis mejillas.
–Ven, deja te cortó bien ese cabello.
Fuimos por una tijera en uno de los salones más cercanos, estábamos en descanso entonces no era mucho problema que anduviéramos cerca de los salones de clases. De inmediato nos volvimos a dirigir a uno de los baños, esos baños estaban siempre desocupados por lo lejos de estaban.
–Solo esperó que ninguna profesora venga y nos corra de aquí.
–¿Eres de aquí?
–Si, nací aqui.
–Se te da bien el Inuit. Qulleq.
–Es solo mi lengua, mi idioma nativo es el Francés, viví cerca de la frontera de Canadá conocí a muchos qué hablaban más francés que inglés. Casi no lo suelo usar.
–Yo también me crié con el francés y más en este lugar. Todos aqui lo hablan es común. Solo que a mi no se me da para nada bien el inglés. Podría decir que es más fácil para mi el español.
–Lo sé un poco, deberías aprenderlo te servirá en el futuro. Se hablar más el francés aún así, se qué puedo dominar bien el inglés, y por no exagerar el italiano se me da un poco mejor que el español.
Una pausa de silencio, en lo que me acomodaba mi cabello, el cortó había quedado hermoso. Solo era yo con mi reflejo y el de él por supuesto. Estaba tan corto que las puntas se entrelazaban con mis orejas que estaban frías por el clima.
–Abrígate. –Me colocó un suéter junto con su bufanda color vino marcado con una inicial “G”.
–Esto es para que no se te pierda, supongo.
–No, es solo porque me pareció que puedo marcar mis pertenencias con mi inicial. Cierto, aún no me he presentado, soy Gakuyak. Solo que llámame Gak.
–Suena extraño, pero lindo.
–Gracias. Nayla, Nayi.
–Solo Nayla…por favor.
–Esta bien, Nayi. Estas hermosa así.
Una vez más ese mismo cumplido de siempre. Odiaba cada vez que me dijeran éso.
–Me voy.
–Seamos amigos–Tomó mi mano, y volvió a sonreírme. Era muy bonito cuando sonreía.
–Lo somos, espero que eso pueda continuar así.
Ahí en ese lugar con esa condición conocí a mi primer amigo en todo la vida. No tardó mucho en presentarme a sus amigos, todos me trataron bien. El único inconveniente es que ellos no eran de mi clase y mucho menos éramos de la misma edad. Un año de diferencia para ser exactos, solo alguien si lo era una chica de aspecto aburrido ojos caídos, cabello rizo y con un color de piel bronceado.
–Ximena, un gusto.–Se dirigió a mí con unas manos sudorosas– ¿No saludaras?
–Nayla.
–Nayi–Corrigió Gak. Un poco sonriente otra vez.
–Sí, bueno Nayi desde hoy somos amigas.
Mi segunda amiga, que poco después a pesar de nuestra peculiar presentación, nos hicimos muy buenas amigas. Mejores amigas. Ella y yo éramos las únicas que pertenecíamos a la clase de 3 grado. Los demás eran de 4 grado. Todos ahí en ese momento teníamos 8 y 9 años.
Mis mejores momentos guardados.
Al yo entrar a quinto grado conocí a una niña de ojos color almendra. Una cara fina, piel oliva, cabello castaño claro. Una niña con ojos alegres, me saludó muchas veces en la biblioteca, en la cafetería, hasta que nos hicimos amigas. Hasta ahí éramos un grupo de 5 personas ahora. Ya no estaba sola, tenía amigos con los cuales compartir mi dia a dia. En especial ella, que era una niña inteligente para los números y el software a su corta edad.