Cuando terminé el servicio militar, mi fe en Dios estaba bien restaurada. Pero una vez escuché una frase que más tarde se cumplió en mí cuando terminé el servicio militar. La misma decía más o menos así:
"En medio del campo de batalla aprendemos a depender de Dios y confiamos mucho en Él. Pero cuando estamos en el periodo de paz, nos olvidamos de Dios y olvidamos depender de Él..."
Todo fue algo lento pero aplastante para mi fe. Comencé a trabajar a las 6 a.m. y debía estar todos los días, de lunes a viernes, en el trabajo.
Como estaba haciendo el año bíblico y debía leer tres capítulos diarios de la Biblia, me despertaba a las 5 a.m. para estudiar la Biblia y luego, alrededor de las 6 a.m., salía para el trabajo.
En ese tiempo comencé a ver muchas series, películas y otros programas que me hacían acostarme bien tarde. Entonces, a las 5 a.m., cuando me debía levantar, no tenía deseos de nada; solo quería seguir durmiendo.
Poco a poco fui reduciendo el tiempo de leer la Biblia. Cambié la hora de despertarme para las 5:30 a.m., leyendo solo uno o dos capítulos antes de salir. Luego la cambié para las 5:50 a.m., solo para lavarme los dientes y salir a trabajar.
Leía la Biblia en cualquier oportunidad que tuviera durante el día. Ya no me acordaba de orar y predicar era algo que había olvidado hacer.
En pocas palabras, perdí el primer amor. ¿De qué me servía tener dinero y poder darme uno que otro gusto si no tenía a Dios?
Pasaron los meses del año 2019 y seguía sin encontrarme con Dios. Iba a la iglesia culto por culto y no fallaba en la asistencia. Pero faltaba lo principal: Dios.
Una vez, en ese tiempo, un hermano me encomendó la misión de cuidar su casa porque se iba de viaje. La casa de él estaba a un kilómetro de la mía, o quizás un poquito más lejos; no recuerdo exactamente qué distancia era.
Entonces debía levantarme todos los días de madrugada e ir desde su casa a mi trabajo, que estaba al lado de mi casa. Más de un kilómetro; solo a esa hora lo único que me acompañaba era un pequeño teléfono que me había comprado.
Voy a hacer un paréntesis aquí para contarles cómo fue que me hice de ese teléfono en un tiempo en que era difícil tener uno.
Escuché un testimonio un miércoles en la iglesia de una hermana que había probado a Dios en los diezmos y las ofrendas. No sabía nada al respecto de ese tema, pero decidí hacer lo mismo y una noche le dije a Dios:
—"Señor, si te he sido fiel en los diezmos y en las ofrendas, déjame tener un teléfono antes de mi cumpleaños."—
Ese pedido se lo hice a Dios a finales de enero, y a finales de febrero, principios de marzo, ya tenía mi teléfono.
"Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto —dice Jehová de los ejércitos—, si no os abriré las ventanas de los cielos y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde."
(Malaquías 3:10)
En lo único que podemos probar a Dios es en los diezmos y las ofrendas. Si le somos fieles, Él puede derramar infinitas bendiciones sobre nosotros. Así que si estás pasando por una difícil situación económica o necesitas algo que no está a tu alcance, te reto a poner en práctica esta promesa de Dios y a probarlo. De seguro no te arrepentirás, pues Él es fiel y sus promesas son verdaderas.
Entonces, cuando salía de madrugada de la casa que estaba cuidando, solo tenía mi pequeño teléfono, el cual tenía aproximadamente como diez canciones por cuestiones de espacio. Las canciones que más escuchaba en las madrugadas caminando eran aquellas que me llevaban y me retaban a buscar a Dios. Una de ellas, mi favorita, era: "Hoy es el día tu salvación" de Pilares de la Fe.
Tanta verdad en una sola canción. Hoy es el día de elegir qué camino seguir. Hoy es el día de buscar a Jesús. Mañana no sabemos si va a llegar. Mañana quizás no podremos despertar. Más hoy Dios nos da la oportunidad. Es por eso que hoy es el día de nuestra salvación.
Cuando escuché por primera vez Pilares de Fe, me parecía una música bien aburrida. Pero cuando, en las madrugadas, aprendí a apreciar el mensaje en sus canciones, comprendí la belleza de la música.
Reconozco que el tiempo que pasé en la iglesia después de salir del servicio militar fue un tiempo tibio, en el cual estaba entre dos aguas. Aunque quería ir en pos de Dios, me resultaba difícil por apegarme a cosas materiales que me alejaban de Él.
El teléfono no duró un mes. Fue algo que solo llegó a mi vida por un par de semanas. Dios cumplió su promesa y me lo dio, pero a la misma vez me demostró que aún no estaba listo para tenerlo. Tener un teléfono en ese tiempo me hacía perder el rumbo...
Cuando perdí el teléfono, mi lema era el de Job al perderlo todo:
"Jehová dio, y Jehová quitó."
Job 1:21
Cuántas cosas anhelamos pensando que nos harán la vida más fácil. Sin embargo, Dios, que es Omnipotente, no nos bendice con eso que queremos. No lo entendemos, pero Dios sí sabe.
Ya lo dijo Jesús: "No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan."
Mateo 6:19-20
¿De qué nos vale tener tesoros aquí si cuando muramos nada nos podremos llevar? ¿De qué nos vale tener riquezas aquí si en el cielo no tendrán ninguna importancia?
Dios nos aconseja que hagamos tesoros en el cielo, y esto se puede lograr de una forma:
"Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas."
Mateo 6:33
Me costó trabajo entenderlo. Mi periodo de tibieza terminó el 28 de agosto de 2019, cuando volví a la batalla...