Me costó trabajo entenderlo. Mi periodo de tibieza terminó el 28 de agosto de 2019, cuando volví a la batalla. Ese día entré a la universidad y es curioso por qué no entendemos el plan de Dios hasta que se realiza. Los pondré en contexto.
Antes de hacer las pruebas de ingreso, no sabía qué carrera tomar. Llené mi planilla con mi papá al lado, preguntándole por cada carrera que ponía en la planilla.
Había dos lugares a donde no quería ir: Manzanillo y Santiago de Cuba. No obstante, no pensé en eso cuando llené mi planilla, ya que la mayoría de las carreras eran en esas ciudades.
La noche anterior le dije a Dios en oración:
—"Señor, mañana que sea tu voluntad en la carrera que me llegue, que sea tu voluntad..."—
Al día siguiente, antes de que dieran a conocer las carreras, estaba en la casa de un amigo, el cual recibió una llamada de una persona que le dijo las carreras que nos habían llegado a los que estábamos allí. Recuerdo que al último que le dijeron fue a mí:
—Te llegó Ingeniería Química.
Me llevé las manos a la cabeza y dije:
—¿Y yo puse eso en la boleta?
Todos nos reímos, yo estaba nervioso porque no sabía de qué trataba esa carrera ni recordaba siquiera dónde se estudiaba. Como para entrar a la universidad debía esperar un año debido al servicio militar, no me preocupé por eso. Pero cuando faltaba solo un mes para entrar, el miedo se apoderó de mí. Algunos que ya habían pasado por la universidad me contaban historias sobre cómo eran las cosas.
Seguramente por eso y otros factores, a mí me daba miedo llegar a la universidad, y más en la ciudad que me había tocado estudiar: Santiago de Cuba. Una ciudad violenta, según había escuchado de las personas.
En la madrugada del 28 de agosto de 2019, salí con mi papá de la casa hacia la terminal. Nos unimos a dos jóvenes más con sus padres que también iban a estudiar allá. Gracias a Dios pudimos montarnos en un bus que nos llevó desde nuestro pueblo hasta la entrada de la ciudad de Santiago.
Luego tomamos un camión que nos dejó en el centro de la ciudad. Cuando llegué a la facultad de Ingeniería Química, era una locura; todos querían inscribirse y había muchas personas de diferentes provincias que deseaban irse rápido. Nadie pensaba en nadie. Cuando me tocaba entrar, mandaron a llamar a una joven por delante porque tenía familiares de posición.
Esto le resultó muy mal a mi padre y se molestó; yo, con mi timidez, no dije ni una palabra. Cuando terminaron con ella, las mujeres que atendían decidieron cerrar por media hora porque iban a almorzar. Mi padre volvió a molestarse y yo volví a quedarme callado.
En medio de tal situación, recuerdo que clamé a Dios más de una vez para que tomara el control de la situación.
Al poco tiempo llegaron las mujeres, hicieron mis papeles y me mandaron a la beca. Allí mi padre me dejó y se fue para poder llegar a casa. Hasta ese momento no había sentido miedo, pues estaba con mi papá. Pero cuando se fue y estuve solo en la beca, sentí un gran temor. Tenía ganas de llorar, pero no podía hacerlo.
Era difícil para mí estar en un lugar en el cual no conocía a nadie. Una mujer me puso en un cuarto con otros cristianos, pero como recién comenzaba el curso solo había uno allí, el cual no paraba en el cuarto porque estaba estudiando para una prueba que debía hacer.
Recuerdo que los pasillos del edificio de doce plantas en el que estaba eran oscuros, sacados de una película de terror. Cuando me dieron el cuarto, miré por la ventana y vi la inmensidad de la ciudad y la universidad; entonces entendí que debía depender de Dios si quería triunfar. De los que habían ido conmigo, a ninguno había visto. Realmente el primer día fue un día muy difícil...
Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos.
Daniel 1:3-4
Creo que del mismo modo debieron sentirse los jóvenes hebreos, quienes fueron arrebatados de su pueblo para estar en otro lugar aprendiendo las lenguas y las materias de allí.
Aunque el país al que fueron llevados era diferente al suyo en todos los aspectos, ellos no se dejaron corromper y siempre dieron testimonio del Dios en quien creían.
Mantenerse firme en un lugar donde todo está servido para pecar es difícil. Mantenerse firme en un lugar donde eres el único representante de Dios es un gran reto. Sin embargo, Dios no abandona a ninguno de sus hijos. No sabía cuál era el propósito de Dios conmigo allí, ni tampoco lo descubriría tan rápido. No obstante, algo era seguro: Dios quería que estuviera allí...