Capítulo 11
Entrenamiento
Andem, Tiara y el Maestro se encontraban conversando fuera del gran pasillo sur del Trono Divino, sin ninguna señal de Arel o Elías, o de cualquier otro ángel en los alrededores. Y este último tenía los pergaminos de ambos en las manos, y se los entregó para luego sacar dos pergaminos más de entre sus ropas con la intención de enseñarles algo.
- … véanlo ustedes mismos. – dijo, mostrándoles de cerca los sellos.
- ¡Son de Lariob y Larioc! – se sorprendió Tiara al ver los nombres.
- No pensé que los hijos de Miguel tendrían su misión tan pronto.
- ¿Miguel? – preguntó Andem.
- Los gemelos son hijos del arcángel Miguel. – dijo Tiara.
- Con razón tal poder…
- Eso no es lo que les dije que observaran. – dijo el Maestro, por lo que les dio los pergaminos para que los vieran con detenimiento, y en seguida notaron un reloj de arena grabado sobre la letra “I” de cada nombre.
- ¿Ambos lo tienen? – preguntó Andem, mirando hacia el pergamino de Larioc, en manos de Tiara.
- Sí. Pero el reloj de Lariob parece tener más arena en la parte de abajo. – dijo ella, luego de ver el pergamino de Lariob, en manos de Andem.
- Son relojes de arena, como ya han notado. – dijo el Maestro, recibiéndolos de vuelta.
- A cada ángel que se le asigna una misión en La Tierra, le es entregado un pergamino en cuyo sello hay una figura o dibujo diferente, de acuerdo con el objetivo de dicha misión.
- ¿La misión de los gemelos tendrá que ver con el tiempo? – preguntó Andem.
- Supongo que sí. – respondió – Pero es la primera vez que veo armas en los pergaminos. – agregó, en referencia a los que ellos tenían.
- ¿Nuestras misiones tendrán que ver con armas?
- Quizás no al principio, Tiara. Pero podría llegar el momento en que las necesiten.
- Por cierto. – dijo ella - ¿A dónde fueron Arel y Elías?
- Arel está recibiendo instrucciones, y Elías está buscando lo que necesitarán para su entrenamiento. – respondió.
- ¿Qué clase de misión tendremos en La Tierra? – se preguntó Andem, en voz baja.
- No estoy seguro. – dijo el Maestro – He visto pergaminos con números, letras, algo que llaman probetas, estetoscopios… todo hace referencia a las profesiones que tendrán los humanos con quienes convivirán durante su misión. Pero no creo que los dueños de su apariencia vayan a ser guerreros o algo así. – añadió, notando entonces que Elías se acercaba al lugar, trayendo consigo dos espadas idénticas, y una especie de látigo.
- Deben poner todo el esfuerzo necesario para cumplir su misión, sea cual sea. – dijo Elías.
- Podrían usar las armas que aparecen en sus pergaminos, pero son muy peligrosas. – dijo el Maestro – Por eso Elías trajo éstas.
- ¡Con que él es Elías! – pensó Andem
- Es tan leal y afortunado como Enoc. - pensó luego, con una leve sonrisa en el rostro mientras volvía a mirar al Maestro.
- ¿Qué pasa, Andem? – le preguntó.
- Me alegra conocer a Elías. – dijo, por lo que éste y el Maestro se miraron con curiosidad.
- ¿Querías conocerme?
- Al igual que Enoc, usted no conoció la muerte porque Dios lo trajo vivo, para que no pase por el riguroso juicio que vendrá sobre los humanos. – dijo Andem.
- Es obvio que ya sabe quién soy… - pensó el Maestro, sonriendo.
- En verdad conoces muchas cosas. – dijo Elías, al mismo tiempo en que Tiara les miraba, también sonriendo.
- No debería sorprendernos. Pero veamos si sabes lo que es blandir una espada. – dijo el Maestro, sosteniendo los pergaminos con su mano izquierda, mientras hacía aparecer una espada en su mano derecha, dentro de una funda de cuero negro.
- El entrenamiento será una batalla real, como habrán imaginado. – dijo Elías.
- Sus espadas serán normales, como cualquier espada terrestre. Pero mi espada y la de Arel serán reforzadas. – comentó el Maestro.
- Es entendible. – dijo Tiara.
- ¿Qué tan peligrosa puede ser una espada reforzada? – preguntó el curioso Andem.
- Veo que aún hay cosas no conoces. – dijo el Maestro, notando que Andem parecía no haberle estado leyendo la mente en esos momentos.
- Una espada podría herir, naturalmente a Elías, por ser humano, mas no podría dañar a un ángel, por tener un cuerpo muy sólido cuando se está a la defensiva. En cambio, una espada reforzada puede causarle mucho daño a un ángel, aún en estado defensivo, pues su filo está forjado con diamante, por lo que es capaz de atravesar el cuerpo de casi cualquier ser espiritual, sin importar su clase. – concluyó el Maestro, sacando su espada de la vaina y mostrándosela de cerca. Y en efecto, esta tenía un peculiar brillo alrededor de su filo, al estar hecho de tan preciado mineral.
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Editado: 18.05.2021