Estaba trabajando cuando mis preciosa Diosa de ojos zafiro entro en mi despacho sin siquiera llamar, su cara estaba totalmente descompuesta y llena de lágrimas que no dejaban de bajar, su respiración era irregular y no comprendía nada hasta que me pidió quedarme con la niña para ver que había pasado con su abuelo, el miedo era palpable en su rostro y lo comprendo, es su familia, la única que tiene aparta de Andrómeda y su hermano menor que parece quererla mucho aunque ella no lo note.
Me sentía mal esta mañana cuando me esquivó, bueno sigue haciéndolo pero para esto a confiado en mi, no sé si porque no tenía otra alternativa o quiere probarme para saber si puedo ser un buen padrastro para su hija.
La niña comenzó a llorar cuando Eleanor salió sin mirar atrás mucho más rápido de lo que había entrado y yo, con mi nula experiencia como padre hice lo único que se me ocurrió, la tome en brazos, a pesar de que se retorcía para poder ir detrás de su madre. Al final se mantuvo quieta sollozando contra mi camisa, poco me importó que la llenara de mocos, hasta que se quedo dormida aferrada a mi camisa y por eso estaba trabajando con ella encima.
- Señor.- veo a Alana.- Para cuando se despierte, he visto que esta mañana su madre la ayudaba con el vaso, así que he salido y he comprado esto.- me dice dejando un biberón con agua encima de la mesa.- Parece un verdadero padre.
- Es imposible no serlo con esta niña, es adorable.
- El tesoro más preciado que tiene Eleanor, el amor y la admiración con la que la mira es inmenso.
- Si quiero conquistarla debo primero ganarme a Andrómeda.- le digo.
- ¿Por qué intentarlo? No me malinterprete, es usted un buen partido y ella parece serlo también, pero ¿por qué? Lleva años sin interesarle una relación seria.
Alana ha trabajado para mi familia desde siempre, desde antes de que mi madre falleciera y sé que tuvo un breve enamoramiento por mi padre hace ya varios años, pero desde que mi madre murió a causa del cáncer, ella me ha cuidado, se ha preocupado por mi bienestar físico y mental, así como por mi vida amorosa y es por eso que me habla con esa libertad.
- ¿Te acuerdas aquella mañana que llegue a mi casa diciendo que me habían roto el corazón pero una Diosa de ojos azules lo había unido y mejorado, además de haberme encantado con sus ojos y gemidos?- ella asiente, claro que puede recordarlo, llegue gritando aquella frase a casa, ya no estaba borracho y la recordaba perfectamente.
- Dijo que ella era la elegida, que te habías enamorado de esa bella mujer.- dice repitiendo mis palabras de aquel día.
- Era ella, y cuando mi padre me la presentó, sentí que Dios o lo que sea que haya ahí arriba estaba de mi parte, me da igual que tenga una hija con un hombre que no quiere rebelar, ella es la indicada.- ella me mira con ternura y comprensión.
- Me alegro que por fin la hayas encontrado, ahora ella va a necesitar ayuda con lo que sea la haya hecho llorar y gritar de esa manera.
Alana se va y me quedo revisando algunos documentos llevando cuidado con Andrómeda, es demasiado dulce, entiendo porque su madre la protege de esa forma, es inevitable, incluso yo cuando la vi sentí el deseo de protegerla, de protegerlas a ambas y es lo que voy a hacer, quiero que ellas estén a gusto y feliz en esta casa, en mi casa y quiero que ella me recuerde.
- Mamá.- Andrómeda se revuelve pero no se despierta, le acaricio con suavidad la cabeza hasta que logra calmarse y su respiración vuelve a ser tranquila.
Ignoro todos los mensajes de Margot reclamándome, quiere que deje a mi maravillosa prometida, al menos eso quería en sus primeros mensajes, luego dijo que aceptaba ser mi amante, la deje en visto para que pillara que no necesitaba una amante con Eleanor a mi lado, y al final dijo que quería conocerla, a lo que bloquee su contacto, lamento el día en el que me pareció buena idea acostarme con ella para olvidarme de mi actual prometida, uno porque no sirvió y dos porque ahora cree que le pertenezco pero yo le pertenezco a Eleanor e incluso podría decir que a Andrómeda.
- ¿Dónde está mamá?- los ojos color miel de Andrómeda me miran un poco rojos pero no parece que vaya a llorar de nuevo.
- Tuvo que ir a ver como está su abuelito.- ella parece pensar.
- ¿El abelito Francis?- asiento.- ¿Ta' bien?- para tener dos años habla bastante bien, algunas palabras no las pronuncia del todo bien pero no está nada mal.
- No lo sé cielo, debemos esperar a que tu mamá nos diga algo.- aunque ya han pasado tres horas y todavía no ha dicho nada.
Sé que tiene mi número de teléfono porque mi padre se lo dio pero no he recibido ningún mensaje ni ninguna llamada para saber del estado de salud, ya de por si delicado, de Francis O' Connor y me preocupa que sea muy grave.
- ¿Podemos jugar?- me pregunta con un leve sonrojo, ella es muy tímida.
- Claro, ¿a qué quieres jugar?- debería estar trabajando pero quien puede negarle algo a esos ojos miel y más cuando hace un puchero para que no tengas salida.
- Tengo muñecas.- dice con una sonrisa hermosa, parecida a la de su madre.
No sé quien sea su padre, pero fue un inútil para dejar sus genes porque ella es igual a su madre, a pesar de la diferencia de color en sus ojos, que bien podrían ser herencia de Eleanor, ya que su padre tiene una tonalidad ligeramente más oscura de marrón que su nieta. Pero agradezco que no haya nada de su padre.
- ¿Dónde están?