Andrómeda

Capitulo 18 ✔️

¿Estoy nerviosa? Mucho, solo he ido una vez al despacho de Jackson y me intimidó mucho aunque Jackson estaba allí y me tranquilizó ese hecho a pesar de que me niege a admitirlo en voz alta. Ahora ha cambiado y voy a estar sola en ese enorme despacho, solo con la carpeta que traigo en mi mano derecha y mi móvil porque mis guardaespaldas se niegan a hablarme desde que los golpee con mis zapatos, en mi defensa empezaron ellos pero yo soy la que ha resultado castigada.

- Me aburro, hablarme.- les pido.

- Eres peor que una cría pequeña.- se queja el mayor de ellos.- ¿Qué tienes dieciséis años?

- No hace mucho los tenía.- él pega un frenado y no me doy contra el asiento de adelante gracias al cinturón.- No frenes así.

- Perdón, es que no sé que edad tienes.- él otro chico me mira con intriga mientras este retoma la marcha.

- Veintitrés- digo con orgullo.- ¿Y vosotros?- si me hablan tengo que aprovechar.

- Eres inteligente.- se ríe el copiloto.- Has sabido que hacer para que dejemos la ley del hielo y te hablemos.

- Me declaro culpable, pero es que me aburro.- me quejo de forma infantil.

Entre todos mis defectos, en el que destaca mentirle a Jackson, también destaca que no sé estarme quieta, soy una persona que tiene que estar haciendo cosas constantemente y que pierde con frecuencia la concentración, es por eso que para trabajar utilizo música, sin letra, me ayuda a concentrarme.

Al llegar al edificio donde trabaja Jackson, los guardia de la otra vez me sonríen y yo le devuelvo la sonrisa, no voy muy formal pero tampoco super arreglada, además me ha sido difícil cambiarme y para peinarme el pelo he tenido que pedirle ayuda a Rachel porque me he dado dos golpes con el yeso y duelen.

Detrás de mi suben al ascensor mis guardaespaldas que se llaman Eddi y Bryan, dos de los más jóvenes que tiene contratados Jackson o al menos eso le han dicho a Brandon, amo a mi hermano pero me estaba agobiando, tengo la mano rota no estoy postrada a una cama para no poder hacer nada por mi misma.

Cuando me ha visto salir de la cama me ha regañado como si tuviera tres años y me ha obligado, literalmente, a volver a acostarme y en un despiste suyo es que he llamado a Jackson para pedirle este favor, él trae a mi hermano, yo lo molesto a él para que me lo quite de encima, así funcionan las cosas conmigo.

- ¿La señorita Eleanor?- me giro para ver a una chica pequeña, asiática.- El jefe me dijo que le abriera el despacho, sígame.- me dice con una sonrisa.

- Gracias y por favor llamame Eleanor.

- Claro.- anda delante de mi.- Eres la segunda prometida del jefe, espero que no pase lo mismo que con ella.

- No tengo esas intenciones.- ella abre la puerta sin contestar.

- Ellos se conocían desde pequeños, resultó extraño que lo dejaran, según por las buenas pero desde entonces no han vuelto a hablarse.- se encoge de hombros, voy a suponer que soy la única que sabe de la infidelidad.- Adiós.

- ¿Está intentando decirme algo?- ella me mira algo sorprendida.

- No la conozco de nada y no me fio de usted.- entrecierra un poco los ojos.- Sigo creyendo que ella era la mejor par el jefe.

- Fijate que lo que tu creas o no mejor para él ni siquiera será tomado en cuenta, así que mejor metete en tus asuntos.- ella me mira indignada.- Atrevete a ponerme una mano encima y no sé cuento tiempo seguirás trabajando en la empresa.- me giro, dándole la espalda, entrando en el despacho de Jackson.

Dejo la carpeta en su escritorio y me siento en el sofá que hay en la habitación mientras que mis guardaespaldas permanecen fuera según ellos vigilando que nadie me moleste, ¿cómo me van a molestar si no me conocen? No entiendo a estas personas, no me entiendo ni a mi misma peor voy a entenderlos a ellos.

No aguanto mucho tiempo sentada porque empiezo a aburrirme así que doy vueltas por el despacho viendo varios libros en las estanterías, veo lo ordenada que está su mesa, la mía es un caos total, ni yo muchas veces encuentro las cosas de lo desordenada que está.

Veo en uno de los estantes el libro de finanzas “ los siete hábitos de la gente altamente efectiva” de Stephen R. Covey, mi padre también tiene una de las ediciones de este libro, algunas veces me dijo que lo leyera, según él fue el libro que lo ayudo a amar los números y a seguir con la empresa de mi abuelo, yo me negué porque lo mío siempre han sido los idiomas y si hubiera tenido mayores oportunidades de joven hubiera aprendido más idiomas, es por eso que enseño a Andrómeda, aunque bueno, solo le gusta el francés, el resto de idiomas se ha negado a hablaros pero no la presiono, si le gusta el francés, pues ese será el idioma que yo le enseñe. Dejaré que Andrómeda elija su futuro, no quiero que se sienta presionada en lo absoluto por mi.

-¿Te gusta?- me sobresalto al escuchar su voz.

Me giro para verlo aunque debo estar totalmente colorada, y más porque el beso de anoche vuelve a mi cabeza y me hace desear tener nuevamente sus labios sobre los míos y sobre mi piel como aquella noche en la que hicimos a Andrómeda. Sacudo con fuerza la cabeza para intentar apartar esos sucios pensamientos de mi cabeza pero no funciona y me frustro.

- ¿Estás bien?- dejo de sacudir la cabeza.

- Perfectamente.- evito su mirada y me centro en las dos mujeres que vienen detrás de él.

- Lisandra, ella es mi prometida Eleanor.- me presenta a la mujer latina, al menos eso creo.- Eleanor, ella es la hija de uno de mis inversores en Cuba.- tenía razón, punto para mi.

- Encantada.- estiro mi mano sana para que la estreche y con una sonrisa lo hace.

- Dile a tu padre que estaré en contacto con él.- se dirige a ella y luego se va.

La otra mujer, rubia, se queda con nosotros, me repasa de arriba a bajo y yo me remuevo incómoda, no me gusta este tipo de atención y por ello me siento en el sofá pero ella sigue mirándome y evaluándome, no me cae bien, y definitivamente la quiero lejos de mi.




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