Andrómeda

Capitulo 35 ✔️

Hace unos minutos estaba bien, me encontraba ligeramente fría pero estaba bien hasta que lo vi, volver a ver a Philip me heló la sangre, me hizo retroceder por segundos de querer volver a la vida y entonces mi cuerpo se fue, mi corazón dejo de latir y yo me sentí libre sin embargo los recordé, rememoré en mi cabeza a mi hija y a mi prometido y entonces luche, cedí ante las descargas que el desfribilador daba contra mi pecho, las ayudé a llegar más profundo hasta que por fin lograron estabilizarme.

- No mueras pequeña.- me pide en voz alta el marido de mi abuelo.- Te lo pido por favor, Hans perdió a su hija y a su esposa, no creo que aguante perderte a ti.- dice con lágrimas en los ojos y puedo ver lo que él no me dice, mi abuelo se hundirá y él con Hans se sumirá en la misma oscuridad.- Descansa lo que necesites pero te necesitamos, aquí haces mucha falta.

Una enfermera se queda en la habitación mientras que el doctor con lágrimas en los ojos sale de la habitación, no me conoce pero pide y ruega que despierte.

No me gusta el estado en el que me encuentro, no voy a mentir y decir que me veo hermosa o siquiera mínimamente bien en la camilla del hospital con tantas cosas sobre mi, eso solo pasa en las películas y bueno estas cosas de ver lo que pasa mientras te debates entre la vida y la muerte también pasan solo en películas y libros pero bueno, aquí estoy yo para romper ese falso mito de la luz que puede que otros hayan visto, los que no se encuentran en el limbo supongo.

Veo los cables que salen de mi brazo para controlar mi pulso, veo también los tubos que salen de mi boca y que me ayudan a respirar, la operación ha sido complicada y mi vida pende de un hilo, del que yo tengo posesión, yo debo decidir si quiero vivir o quiero morir y sé que para muchos la respuesta sería fácil y más teniendo una hija pero sigo con miedo, temo no ser suficiente o que el golpe de mi cabeza me deje sin recuerdos, ese un uno de mis mayores miedos y por desgracia es una gran posibilidad por el dichoso golpe.

- ¿Todavía sigues aquí?- me giro a ver a mi madre mientras que ella niega en mi dirección.

- Lo siento, estoy intentándolo, pero es muy tentativo quedarse aquí donde no hay problemas, solo paz.- le digo con una sonrisa débil.

- Eso es la vida cariño, de eso trata la vida, ¿qué sentido tendría vivir una vida plana, sin emociones?- ella acaricia mi mejilla.- Voy a contarte una historia mi pequeña valiente.- ella sonríe con felicidad genuina.

Mi madre me agarra de la mano y me obliga a sentarme a su lado, yo no la presiono a hablar sino que espero paciente mientras la miro, es hermosa y aunque mi cabello es tan negro como el de mi padre, nadie puede negar el impecable parecido entre mi madre y yo, somo de gotas de agua y no sé como la gente no lo ve, mi abuelo lo supo en el momento que me vio en el internado y dos fotógrafos también lo hicieron, el resto parecen ser ciegos ante la nieta de Hans Hoffman, mi hermano mayor por el contrario es el heredero de mi abuelo y el hombre que más me protegió estando en Alemania, ¿alguien lo habrá llamado? Espero que no, él no debe sufrir más por mi culpa.

Mi madre carraspea y yo la miro expectante, ella no deja de sonreírme y yo no debo de adorar ese gesto tan banal.

- Voy a contarte como conocí a tu padre.- me dice débilmente.- Yo era una chiquilla que acababa de salir de la mafia y que quería explorar el mundo a su forma.- la miro mientras ella recuerda.- Mi padre jamás quiso a Eliza y por eso jamás obtuvo el apellido de la familia.

- ¿Por qué el odio hacia la mujer de mi padre?- siempre he tenido esa pregunta.

- Porque su madre era una vil puta que drogó a mi padre, a mi madre y asesinó a mi tía y todo por tener al primer heredero del gran Hans Hoffman, sabía lo que eso significa para el antiguo patriarca, las riquezas que eso conllevaba pero con lo que ella no contaba es que mi padre había cambiado las normas tras la muerte de mi abuelo y por tanto Eliza no sería heredera de nada.- resopla.

La mirada de mi madre es dura, nada amable y reconozco de inmediato esa mirada fría cargada de reproches y odio, la conozco porque el misma que poseemos mi abuelo Hans, Lukas y yo, los cuatro somos iguales por fortuna o por desgracia, todavía no lo he decidido, ahora además hay que sumar a Andrómeda parece decidida a ser igual que mi familia materna con su mirada severa de ojos miel.

- Por favor, mamá continua.- imploro, tengo mucha curiosidad.

- Claro cielo.- ella me mira de nuevo con dulzura.- En un viaje conocí a tu padre y la magia surgió, la atracción fue inmediata, nos acostamos y con tan solo dieciocho años tuve a Lukas, jamás le dije nada a tu abuelo Francis porque él dejó claro que tu padre  estaba casado. Pero nosotros no podíamos evitar seguir viéndonos y con diecinueve años te tuve a ti, él me forzó a entregarte a esa arpía y me arrepentí cada día pero las mafias estaban detrás de mi y tú estabas más segura lejos de mi.- ella sonríe triste.- Nunca debí darte a nadie, eras mía y solo podía verte en fotos que tu padre me enviaba, odié a tu abuelo Francis por no dejar que yo os tuviera a ambos pero con el tiempo lo entendí, cuando Lukas fue secuestrado con diez años, entendí el miedo y la angustia que sentía Francis y me conformé con verte en fotos, con amarte desde lejos porque sabía que tu me amabas.- me abstengo de decirle que Lukas fue secuestrado también con quince años.

De mi rostro caen gruesas lágrimas y yo no encuentro las palabras para reconfortar a mi madre, nunca he puesto en duda su amor porque las cartas que enviaba sin que nadie supiera y que mi abuela Virginia me leía me dejaban en claro cuanto anhelaba estar a mi lado.

- Recibí las cartas.- ella me mira sorprendida.- Mi abuela me las leía hasta que aprendí a hacerlo yo sola.

- Me alegra que las recibieras.- me da un beso en la mejilla.- Entiendo que te aterre volver Eleanor, esto es el paraíso, no hay nadie persiguiéndote, ni cuestionando lo que haces, aquí todo es tranquilidad pero también soledad, no los tendrás a ellos, solo estaremos Virginia, mi madre, tu y yo, no valemos tanto como Jackson y Andrómeda, cielo, ellos valen el mundo entero y por ellos debes intentar vivir.




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