Andrómeda-Los Seres Celestiales

Prólogo

Los árboles del bosque persistían sin hojas desde a fines del Armagedón, y en la tierra yacían los cadáveres de animales que fallecieron hace más de doce años. Una fuerte briza de aire invadió el bosque dejando el ambiente frío para cualquiera que ingresara ahí; aunque el destello del sol y el cielo celeste contrastaban con las malas vibras que aquel lugar podía transmitir. El contrapunto se hallaba en el centro de la zona: una carismática niña de cabello rubio y de camisón blanco que andaba saltando de dos en dos. A pesar del ambiente triste y deprimente, la joven expresaba una bella sonrisa al tanto que cantaba alabanzas. Los rulos de ella le rebotaban sobre sus hombros por cada brinco que daba, y sus bellos ojos celestes emanaban una fuerte sensación de inocencia.

La pequeña había salido a jugar después de ayudar a sus padres en cosechar la vegetación durante toda la mañana. Sin embargo, para aquella niña, no era impedimento de seguir disfrutando de la vida. Buscaba la felicidad sin importar que su entorno fuera un mundo de tristeza y sufrimiento. Siempre se las ingeniaba para encontrar un tiempo en donde pueda jugar y divertirse.

Entre salto y salto, la niña paró en seco al ver algo colorido que sobresalía de la tierra seca: una rosa se hallaba al lado de un tronco hueco. A pesar de que ella tan solo tenía seis años, la muchacha era lo suficientemente madura, y reconoció en el acto que eso no podría ser normal. Ya no crecían flores, al menos no en El Mundo de los Humanos, probablemente solo en El Mundo de los Cuerpos Glorificados y en El Mundo de los Ángeles.

La curiosidad la carcomió por dentro y se fue directo hacia la rosa cuyo color rojo se hacía más fuerte y brillante mediante se acercaba. Una vez que llegó a donde se localizaba la planta, se agachó y comenzó a tocar sus suaves pétalos. Sintió de inmediato una sensación de pureza, como si esa flor representara lo único vivo que quedaba del planeta Tierra, antes de que todo se destruyera producto después de la guerra entre Dios y Lucifer. La niña acercó su rostro y la olfateó. El olor no era lo que se imaginaba. En los libros que había leído, decían: “las flores emanaban los olores más ricos y espectaculares del mundo”. Ahora, daba por concreto que esa afirmación era falsa. Lo que sí constató, es que aquella rosa lucía una hermosa apariencia, tanto así que hipnotizaría a cualquiera que pasara a su lado.

En ese momento, la niña percepto que alguien la observaba. Al principio creía que su mente le estaba haciendo una mala jugada; sin embargo, sus sospechas fueron comprobadas cuando se dio cuenta que una extraña figura la miraba por detrás de uno de los árboles. Un poco asustada, se levantó lentamente hasta ponerse firme y ver con claridad a su acechador.

La pequeña de los risos dorados abrió los ojos como platos y se quedó contemplando a un ser con túnica dorada y alas blancas. El sujeto tenía una hermosa cabellera negra alborotada, unos ojos color esmeralda y una dentadura prácticamente perfecta con la que formaba una bella y confiada sonrisa. La niña de inmediato reconoció que se trataba de un ángel, provocándole una leve punzada en el estómago y un escalofrió que le recurría desde las piernas hasta la espalda.

Ella siempre veía ángeles, debido a que algunos de estos seres vivían en El Mundo de los Humanos con el fin de ayudarlos en la alimentación y entre otras cosas. No obstante, nunca mantuvo contacto visual con uno…Hasta ese momento. Siempre quiso poder conversar con uno de ellos, hacerle variedad de preguntas y pedirle que la lleve volando por toda la ciudad en su fuerte espalda. La niña no podía contener su felicidad hasta el punto que se atrevió a saludar al ángel con su brazo derecho.

Él ángel le devolvió el mismo gesto, y la niña dio un disimulado salto de emoción. Ya había conseguido su primer objetivo: hacer que el ángel la saludara. Ahora, tenía que lograr acercarse a él y convertirse en su amigo, o al menos intentar caerle bien.

La niña nerviosamente caminó a paso lento hacia el ser, con el temor de que este se espantara y se fuera volando en cuestión de segundos, pero sucedió todo lo contrario. El ángel permaneció en su lugar sacudiendo las manos con el objetivo de que la pequeña apresurara el paso…Y así fue. La niña dejó de caminar lento y dio pasos largos hasta llegar al apuesto ángel que seguía con la sonrisa encantadora que dejaba babeando a la criatura.

Cuando se acercó lo suficiente a él, hubo unos cinco segundos de silencio incómodo. La niña trataba de pensar en cual podría ser la mejor presentación ante un ángel tan celestial. Romper el hielo con aquel ser se volvió su mayor conflicto. Él ángel al darse cuenta de la dificultad de la niña al iniciar la conversación, prefirió comenzarla él.

—Hola pequeña. ¿Cómo te llamas?—le preguntó con un tono amable, el cual la pequeña se quedó petrificada. Su voz era muy grave, dando la apariencia de alguien con autoridad.

—Eclesiastés—dijo la niña tímidamente, a pesar de lo emocionada que se encontraba.




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