Andrómeda-Los Seres Celestiales

Capítulo 4

Estoy flotando mientras que siento una calentura desde la cintura hacia la columna. De repente son los brazos de la muerte, el ser que me llevará al más allá, aunque razonándolo bien, eso es estúpido; ya no hay más allá. Los únicos seres sobrenaturales se encuentran ahora mismo en la Tierra. No hay nada más. Simplemente he dejado de existir. La idea es terrorífica, saber que ahora solo soy nada más que polvo en el mundo real.

Al tanto que intento asimilar que estoy muerta, percibo un ligero golpe en la espalda, como si estuviera yaciendo encima del suelo. Eso es imposible, solo logro ver una oscuridad infinita, no puedo apoyarme, estoy en un vacío en el que se supone que no debería ver más que una sombra extensa y sin fin.

Es entonces cuando me doy cuenta que no estoy muerta.

Abro los ojos. Me encuentro apoyada sobre una piedra dentro de lo que parece ser una caverna. Me toco la comisura de mis labios, están resecos, igual que mi garganta, lo cual me dificulta al tragar saliva. Necesito agua ahora mismo, creo que nunca he estado tan desesperada en humedecer mi lengua.

Me levanto y examino la caverna, intentando recordar en como llegué aquí. Tengo que poner en orden todos los hechos que acaban de acontecer: primero; mi madre me despertó y me explicó que nos estaban atacando; segundo, Sarahí secuestra a mi madre en un intento fallido en capturarme a mí; tercero, los ángeles capturaron a todos los humanos y se los llevaron a una masa negra que cubría el cielo; cuarto, proveniente de la misma masa salieron unos brazos los cuales succionaban a los pocos sobrevivientes del pueblo; y por último, en mi intento desesperado de huir, atravesé la masa que divide la frontera del Mundo de los Ángeles con el mío. Se suponía que yo debería estar hecho polvo…Aunque tal vez ya estoy muerta.

Más lo razono y más confuso se me hace entender. ¿Qué sucedido? Los ángeles se han vuelto completamente locos. ¿Cuál es su objetivo de haberse llevado a la humanidad? ¿Dónde se encuentran ellos ahora? ¿Dónde está mi madre? Imploro que se halle bien. Se sacrificó por mí; no me perdonaría jamás si algo le sucediera.

Y bueno, acerca de mi estado, es probable que alguien me haya rescatado antes de haber cruzado la frontera, y mi rescatador me ha llevado a este sitio para poder ocultarnos de los ángeles y demonios…, en estos momentos ya no sé qué pensar. Alguien está detrás de esto y voy a averiguar quien es.

Veo como los rayos del sol ingresan por la entrada de la caverna y rebotan en las paredes de piedra. Eso me da indicio de que la sombra que cubría el cielo se ha ido, pero aún puede haber ángeles deambulando por la aldea. Es muy arriesgado salir; no obstante, quedarme aquí más tiempo me va a volver loca y entraré en un estado de claustrofobia. Mi especie puede estar muriendo, mi madre siendo torturada, y yo aquí encerrada sin hacer nada. Muchas gracias rescatador, pero ya hiciste suficiente por mí. De repente ha sido también capturado durante el tiempo que he estado desmayada. A lo mejor, aún puedo salvarlo.

Camino hacia la salida, cuando de pronto, mis piernas tambalean, pierdo el equilibrio y me tumbo en el suelo. Por suerte, mis manos sostienen la caída, aunque igual dolió un poco. No me percaté de lo débil que me hallo. Era obvio, no sé cuánto tiempo he estado inconsciente, han podido ser días en los que no he comido ni bebido.

Trato de pararme, pero mis piernas y mis brazos no tienen fuerzas. Me siento muy agotada, decaída, es como si perdiera el control de mis músculos. Es irónico que de niña me burlaba de una anciana que vivía cerca a nuestra casa, la pobre apenas podía andar y yo me reía en su cara. Ahora, la situación sería diferente, ella se reiría de mí por ni siquiera ser capaz de levantarme.

Escucho unos pasos que se acercan. Solo hay dos opciones: mi rescatador o un ángel que está verificando que no quede ningún humano suelto. Si es la segunda opción, ya no hay nada por hacer. Los pasos se siguen acercando, puedo sentirlo parado al frente mío, observando con pena a la pobre chica decaída que no puede caminar. Mi situación debe ser tan penosa que en este momento ya no tengo miedo, sino vergüenza.

Estiro los brazos y hago presión en las rodillas, queriendo hacer un último intento en pararme y salvar mi vida, pero me derrumbo nuevamente y un poco de tierra entra en mis ojos irritando mi vista. Lo que faltaba, el ángel se debe de estar burlando, no quiero ver su expresión.

¡Bum!

Oigo objetos caerse con fuerza, y de pronto, noto una mano que se aproxima hacía mí. ¿Está ayudándome? Eso significa que no es un ángel. Levanto un poco la cabeza. Mi mirada choca con unos bellos ojos celestes que brillan cuando le rebotan los rayos del sol. Me limpio los parpados con mi brazo y logro ver mejor al dueño de esos hermosos ojos: su piel es blanca en un tono más bronceado, tiene una cabellera roja alborotada con pequeños rulos en los bordes.

—Déjame ayudarte—me dice él.

Dejo de contemplar su rostro y apresuro en darle la mano. Impulso mi cuerpo y logro levantarme con dificultad. Al estar un poco mareada, el apuesto muchacho me agarra de la cintura entibiándome la piel y me ayuda a apoyarme en la pared de piedra.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.