Andrómeda-Los Seres Celestiales

Capítulo 15

Al adentrarnos en la ciudad, nos escondemos detrás de uno de los edificios sepultados. Es increíble que ninguno de los ángeles caídos nos haya visto. Me acerco al borde de la pared y visualizo mejor a los seres. Son bastantes parecidos a los humanos, solo que más preciosos y llevan unas alas negras que salen desde sus omoplatos. Llevan vestimenta casual: camisetas de diversos colores, jeans o pantalones de corduroy, zapatillas blancas y negras, etc.

Los tres permanecemos escondidos por un buen rato, tenemos que esperar a que bajen un poco la guardia. No creo que vayan a ser amables sinos descubren. Elian puede ser agradable, pero dudo que todos los ángeles caídos sean así. Espero que su nivel de maldad no se compare al de los ángeles normales y los demonios. Se me acelera el corazón y me sudan las manos. El simple hecho de pensar de que si nos atrapan, todo estará perdido. Somos tres contra un ejército, va a ser imposible salir victoriosos en una batalla contra ellos.

Miro al cielo, las alas negras van disminuyendo. Es una buena noticia. Elian hace una seña para que lo sigamos. A continuación, nos escabullimos entre los edificios hasta llegar al que se encuentra inclinado y vigilado por una variedad de ángeles caídos. Rodeamos la edificación a hurtadillas y llegamos a la parte trasera, en la cual hay una ventana destruida que da ingreso al edificio, pero se encuentra vigilada por dos ángeles caídos. Nos ocultamos esta vez detrás de un anuncio de una bebida llamada “COCA-COLA”, he visto varias de esas latas en algunas partes de mi aldea, pero nunca tuve el placer de tomarla; según mi madre, era la bebida más deliciosa del planeta.

—Ok, ¿Qué hacemos con esos dos guardias?—le pregunto a Abigael y a Elian. Ambos intercambian miradas intrigantes lo cual me preocupa un poco—Un momento, no están pensando en matarlos, ¿verdad?

Elian se muerde el labio y manifiesta una pequeña sonrisa. Abigael ladea la cabeza como si estuviera pensando bien lo que va a decir. Imploro que no se les ocurra ir matando ángeles caídos. Entiendo que hayan podido ser desterrados del Paraíso, pero no es una justificación para matarlos.

—¡Chicos!—exclamo.

—Por supuesto que no—dice Elian—. Pero es evidente que no podemos pedirles permiso para ingresar.

—Quizás con dejarlos inconscientes bastará—dice Abigael.

Dudo bastante con respecto a ese plan. Sin embargo, teniendo en cuenta que tenemos poco tiempo antes de que Garsemeo sacrifique a la humanidad, pienso que es lo mejor que se puede realizar. Al menos nadie morirá…O eso espero.

—Bueno, sino hay otra opción…—digo

—Ok, tú quédate aquí. Abigael y yo nos encargaremos de esos dos—dice Elian.

Acto seguido, los dos salen del escondite y se trasladan a la entrada del edificio caminando a paso lento. Me asomo por el borde del cartel y observo con precaución. Ambos aparentan estar tranquilos, como si vivieran en esa sociedad hace años. Admiro su valentía, debido a que los dos guardias que vigilan la ventana son bastante corpulentos, similar al físico de Elian, aunque ellos se les ve con más masa muscular. Ahora no estoy segura de quienes van a quedar noqueados.

Abigael y Elian se acercan a los guardias y les comienzan a hablar; no alcanzo oírlos, pero estoy segura que pronto la situación se va a poner fea. En un parpadear, Abigael y Elian rodean con sus brazos a los dos ángeles caídos por la parte del cuello, estos intentan luchar hasta que poco a poco se van quedando sin aire y se desploman en la tierra.

La escena fue perturbadora. De Elian no me sorprende que haya actuado de esa manera, pero sí de Abigael: él es un ángel tierno y gentil; no obstante, hay que admitir que dentro él se oculta una parte violenta, y eso me doy dando cuenta desde que empezó a establecer un conflicto con Elian.

Abigael y Elian me llaman y voy hacia ellos corriendo. Los cuerpos de los ángeles caídos siguen tumbados en el suelo, por suerte, logro captar que sus espaldas se inflan y desinflan; siguen respirando. Creí por un instante que se les había pasado la mano a Abigael y a Elian.

—Continuemos—dice Abigael.

Nos introducimos en el edificio. La mayor parte de este ha sido destruido: las paredes están quebradizas y las ventanas rotas, puedo sentir como el polvo se esparce e invaden mis fosas nasales, irritando un poco mi nariz. En el centro del lugar, se haya una especie de masa dorada que brilla en todo en su esplendor. Abigael, Elian y yo nos miramos estupefactos. No hay necesidad de que digamos que es, simplemente podemos presentirlo.

Estamos viendo uno de los espíritus de Dios. “Él Espíritu del Padre”

Lo que no comprendo: ¿Es por qué los ángeles caídos lo tienen encerrado aquí, y por qué les importa tanto? Bueno, ahora no es momento de obtener respuestas, sino de actuar. Abro la caja de los cristales incrustados y me desplazo hacia la masa, aunque de inmediato Abigael y Elian me interrumpen el paso.

—¿Qué sucede?—les pregunto.

—Tenemos que idear un plan en cómo salir de aquí—empieza a hablar Abigael—. Solo va a ser cuestión de segundos para que se den cuenta de que uno de los espíritus de Dios haya desaparecido. Ellos tienen rodeado el edificio, y es de hecho que van a venir guardias aquí dentro.




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