Andrómeda-Los Seres Celestiales

Capítulo 18

Sujeto con fuerza las esferas color esmeralda que recién me percaté que las tenía conmigo hace solo unos minutos. Mientras tanto, camino con Elian quien se ha ofrecido amablemente a cargar la caja de los cristales incrustados hasta que lleguemos a las casas de madera. Tengo la cabeza agachada, la culpa se extiende por todo mi cuerpo y llega hacia mí corazón. Sé que no debería tenerla, fue la voluntad de Abigael en quedarse a combatir con el fin de salvar “Él Espíritu del Padre“ y a mí; sin embargo, siento que debí quedarme con él y ayudarlo, no huir como una cobarde. Tuve que insistir más y hacerle entender que no era lo correcto dejarlo solo.

—No entiendo, lo conoces dos días y ya te enamoraste de él—dice Elian en tono burlón.

—No es cierto—digo por fin alzando la cabeza—. No lo comprenderías, es algo que solo los humanos podemos entender.

—Al menos trata de explicármelo—me dice él.

—No estoy enamorada, simplemente me he encariñado mucho con él, ha sido muy gentil conmigo…

—Sí, se nota—me interrumpe y señala la tela que cubre la herida que tengo en mi frente, la cual fue provocada por Abigael en la caverna. No sé cómo lo supo, de seguro Abigael se lo contó.

—Eso fue un mal entendido. Nunca había visto una humana cruzar la frontera. Desconfió simplemente.

Elian pone los ojos en blanco, pero manifiesta una leve sonrisa. Es increíble que esté como si nada cuando hace unos momentos fue masacrado por un ser de su misma especie. Hemos podido morir, aunque no parece importarle como tampoco el sacrificio de Abigael para que consigamos huir. Admiro su positivismo, pero llega un punto en el que se me hace irritable.

—Ok, continúa explicando lo que hiciste—dice Elian.

—Mira, por besar a alguien no significa que estés enamorado. Admito que me he encariñado con Abigael. Me he sentido atraída, pero enamorada es una palabra muy fuerte. No creo ser capaz de sentir un amor tan grande a un ángel—digo dudando de mis palabras.

No estoy mintiendo, lo que hice en el edifico salió de la nada, pero no porque estuviera templada de Abigael. Es muy lindo y lo he aprendido a querer bastante, es por eso que siento una lástima por haberlo abondado con esos ángeles caídos. Creo que el beso que le di fue con el propósito de darle fuerzas, para dejar bien en claro que tiene que volver a reunirse conmigo sano y salvo. Aunque tengo que admitir, que Abigael ha despertado una parte de mí que yo no conocía. Jamás me había pasado eso con alguien, aún no estoy segura de que sea amor, sino mas bien una fuerte atracción.

—Te entiendo, pero pienso que él sí es capaz de sentir una atracción por ti—dice Elian y casi me tropiezo con una roca.

—¿De qué hablas?

—Por cómo te mira, su forma de actuar, no lo sé. Está raro, y no lo culpo. Hay que admitirlo princesita. eres una preciosidad.

¡Maldición! Imploro que mis mejillas no se sonrojen, aunque siento un pequeño calor en ellas que me da a entender que estoy sonrojada. Inhalo y exhalo. Espero unos segundos en contestar esperando a que baje mi nivel de ansiedad; me preocupa contestarle tartamudeando. No entiendo porque me pongo así cada vez que me dicen un cumplido como esos.

—Pero si tú también eres guapo, y nunca he visto a Abigael nervioso contigo.

¡Carajo! ¿Enserio le contesté eso? Sareya que estúpida que eres. Elian suelta una carcajada. Me mira y me quedo contemplando sus bellos ojos esmeralda los cuales parecen aumentar de brillo al pasar más tiempo con él.

—Puede ser, pero lo mío no se compara a tu belleza humana. Tienes algo especial—dice Elian.

Sonrío un poco. Increíblemente, mi ansiedad con respecto a Abigael desaparece. Estoy segura que nos vamos a encontrar con él en poco tiempo, quizás incluso ya debe de estar en camino.

La habilidad que tiene de Elian para tranquilizarme es impresionante.

Cuando llegamos a las casas de madera, cada uno se fue a la suya y nos pusimos a descansar. Ya por la tarde, me asomé por la venta con la esperanza de ver a Abigael merodeando por ahí, pero no había nada. Salí y me desplacé a su casa corriendo, por mala suerte, tampoco se encontraba ahí. Elian salió de su vivienda preocupado, de seguro porque escuchó mis pasos al correr desesperada. Me explicó que no sabía nada con respecto al paradero de Abigael. Me puse tensa, pero de inmediato me colocó su mano en mi hombro e intentó relajarme.

Luego fuimos a la casa de José puesto a que Elian insistía en que debía comer y tomar algo. Lo cierto es que no tenía hambre, pero tuve que aceptar para finalizar la discusión. José nos recibió en su humilde casa con amabilidad. Me dio una canasta con frutas junto con una jarra de agua helada. Le agradecí, especialmente por el agua, que hasta ahora no sé de dónde la consigue, preferí no preguntar. Le explicamos lo acontecido, incluyendo que “Él Espíritu Santo” nos guió al “Espíritu del Padre”, y que nos ayudó con los ángeles caídos. También le conté que Abigael se quedó en el edificio para que nosotros pudiéramos huir con el espíritu.




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