Andrómeda-Los Seres Celestiales

Capítulo 19

 

—A la cuenta de tres—dice Elian y mi corazón se acelera.

—Elian espera—le digo desesperada.

Varios escenarios se me proyectan en la mente y comienzo a preocuparme. Confió en Elian, aunque no es un ser perfecto. Puede cometer errores los cuales me producirían la muerte.

—Una…

—¡Deja que me prepare!

—Dos…

—¡Elian!—grito.

—¡Tres!—dice él.

Acto seguido, sus fuertes manos me impulsan hacia arriba. En cuestión de segundos, veo los árboles por debajo de mis pies y se hacen más pequeños mientras me sigo elevando a una gran velocidad. La corriente de aire se hace más fuerte, haciéndome crujir los dientes. Mi corazón sube hasta mi garganta, me es difícil respirar, llego a creer que no voy a sobrevivir a esto. Tengo ganas de estrangular a Elian—en sentido figurado—.No sé a cuantos metros de altura debemos estar. Veo el salpicado de estrellas más de cerca, igual que la hermosa luna llena que me ciega por un momento al presenciar con mayor potencia su luminosidad. Trato de respirar con normalidad, pero me es casi difícil debido a la rapidez con la que estamos yendo. Mis fosas nasales están inhalando demasiado aire, más de lo que un humano común y corriente es capaz de resistir; es evidente que Elian nunca ha hecho esto antes. Maldición, estoy helada, siento que me va a dar una pulmonía si es que sobrevivo a esto. Para empeorar la situación, las manos de Elian son tan frías que me causa escalofríos.

Intento hablar, pero no lo consigo. El fuerte viento invade mis tímpanos y no puedo oír nada más que un fuerte zumbido que se me hace irritable. Cuando estoy a punto de gritar, Elian disminuye la velocidad y deja de elevarse. Ahora vuela con dirección a las casas de maderas a un ritmo considerable que puedo aguantar. Por fin, dejo de escuchar el zumbido, mis ojos están menos irritados y el frio se desvanece de mi cuerpo por la adrenalina que estoy sintiendo al contemplar la vista desde aquí.

Una de mis fantasías se está volviendo realidad. Sonrío de oreja a oreja. Esto es alucinante. Logro ver casi todo el bosque por debajo de mí y unos puntos luminosos en algunas partes: deben ser ciudades del Mundo de los Cuerpos Glorificados. Alzo la mirada, las estrellas brillan con más intensidad; me da la sensación de que puedo tocarlas. Extiendo mis brazos como si fueran mis alas y comienzo a percibir la fuerza del aire empujando mis manos hacía atrás. Es un sueño hecho realidad. No quiero que esto termine jamás. Por estos minutos, mi mente se concentra en solamente disfrutar y dejar mis miedos a un lado.

—¿Te diviertes princesita?—me pregunta Elian gritando.

—¡Por supuesto!—grito con todas mis fuerzas.

Es increíble lo excitada que me encuentro. El frio ya no me interesa, y tampoco si muero de un paro respiratorio. Quiero aprovechar cada segundo, quién sabe cuándo voy a tener este privilegio nuevamente.

Elian comienza a descender poco a poco. Al bajar despacio, se asemeja a como si estuviera ingresando nuevamente a mi realidad después de haber tenido el placer de vivir a una fantasía. Me dan ganas de decirle que no pare y que sigamos volando toda la noche, pero es evidente que no lo podría resistir, y Elian lo sabe. Es por eso que ha calculado un tiempo límite de vuelo en el que mi cuerpo pueda ser capaz de tolerar. Aterrizamos lentamente en tierra firme, al frente de las casas de maderas.

Elian me suelta con delicadeza y mi cuerpo se tambalea. Ya con mis pies en el suelo, se me hace complicado mantener el equilibrio. Elian me ayuda a estabilizarme y me sienta al lado de la leña. Me hayo un poco aturdida, mi visión es un poco borrosa y no distingo bien lo que pasa a mi alrededor. A la justas logro ver a Elian manipulando la leña, y después, una luz naranja invade mi vista. Es impresionante la habilidad que tiene Elian para hacer fuego con tanta facilidad. Los humanos nos demoramos casi veinte minutos.

Elian se sienta al lado mío y nos quedamos contemplando la fogata en silencio. Sigo estupefacta, sin asimilar lo que acaba de pasar.

—Acércate más a la fogata, necesitas calentarte—dice él.

Empujo mi cuerpo hacia adelante y siento la calidez del fuego ingresando desde mis manos hasta invadir todo mi cuerpo, tanto el externo como el interno. Me da la sensación de que mis órganos congelados se están derritiendo y vuelven a funcionar con normalidad. Ya estoy mucho mejor, aunque sigo extrañando seguir en el cielo.

—Espero que lo hayas disfrutado princesita, porque no vas a volar durante un buen tiempo—dice Elian y me quedo decepcionada.

—¿Por qué?—le pregunto.

—Creo que es muy evidente—contesta él en un tono burlón—. Hemos estado cinco minutos volando y tu cuerpo está más frio que la Antártida.

—¿Qué es eso?

Elian se da un pequeño golpe en la cabeza como si se acordara de algo.

—Olvídalo, solo entiende que los humanos no están diseñados para volar con frecuencia. Así que espero que lo hayas aprovechado.

Agacho la mirada con tristeza, enserio anhelaba poder hacer lo mismo más seguido. Ladeo la cabeza y junto mis rodillas contra mi pecho, buscando conseguir un poco más de calor.




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