Andrómeda-Los Seres Celestiales

Capítulo 20

Ya han pasado cinco días sin saber del paradero de Abigael. Esto es frustrante, no hay ningún solo día en el que Elian no vaya a buscarlo. Intento ser positiva y no pensar en lo peor.

Me parece que son las tres de la tarde, Elian ya debe estar regresando de su búsqueda. Admiro las energías que tiene, pues, vuela por dos horas en la mañana y una hora en la noche buscando a Abigael. Me dijo que ha parado en algunas ciudades de los diferentes mundos, pero nadie lo ha visto. Es como si se hubiera esfumado de este planeta.

Me echo en la tierra sin importar de que ensucie el vestido azul marino, José me ha estado ayudando a lavarlo, así que no hay ningún problema. Extiendo mis brazos y mis piernas, y me quedo contemplando el cielo azul despejado. Esta vez hace un poco de frio, pero es soportable.

Los rostros de Abigael y Elian se proyectan en mi mente. Estoy muy confundida. Los últimos días no he hablado con Elian de lo que pasó posterior a haber volado por los aires. Ni yo misma sé lo que sucedió. Admito que me siento atraída hacia Elian; sin embargo, no significa que esté enamorada. El mismo caso es con Abigael, solo es atracción, nada más.

He conseguido encariñarme bastante con Abigael y con Elian, siento como mi corazón acelera sus latidos cada vez que pienso en ellos. Siempre anhelo que estén bien y que se hallen a mi lado. Es parecido al amor, solo que con ellos es diferente, no es el amor que le tengo a mi madre. Hay algo dentro de mí que me provoca un cosquilleo en el estómago cuando ambos están junto a mí; no puedo explicarlo. Desearía tener una presencia femenina a mi lado y me dé una mejor explicación de mis sentimientos.

Lo mejor será que deje de pensar en eso. Hay cosas más importantes que descubrir que mis sentimientos hacia dos seres celestiales. Me faltan encontrar los espíritus restantes. Si no localizo a Abigael a más tardar mañana, tendré que seguir la búsqueda sin él, aunque las probabilidades de ubicar los demás espíritus son casi imposibles.

No puedo perder la fe, no ahora. De repente “Él Espíritu Santo” vuelva a merodear por aquí y me guie hasta donde está “Él Espíritu del Hijo”. Solo espero que no se tarde mucho. Desearía saber cómo se halla mi madre y los demás humanos. Aún no ha pasado nada extraño, así que puedo estar segura de que permanecen con vida. No serviría de nada que Garsemo mate a todos los humanos sin tener los tres espíritus antes. Los ángeles tienen que razonar con él.

Mi madre y yo tenemos una conexión muy especial. Si una desgracia le hubiera ocurrido, ya lo habría percibido. Pero estoy tranquila. Donde quiera que ella se encuentre, sé que está bien. La necesito más que a nada en el mundo.

Escucho unos pasos que vienen desde el bosque, de seguro es Elian regresando con malas noticias. Me levanto de a pocos y sacudo la tela del vestido, tirando toda la tierra pagada a él. Alzo la cabeza y me quedo petrificada.

A unos cuantos metros de mí, hay dos ángeles con túnicas doradas y cabellos castaños. Al lado de ellos, se haya un demonio de piel negra escamosa, tiene una figura humanoide, solo que este no tiene ojos ni nariz, solo una boca de donde sobresalen unos afilados colmillos. Los tres se me quedan observando, analizándome de pies a cabeza.

Mis manos y pies comienzan a temblar. Tengo que tranquilizarme, tal vez no sepan que soy humana. Los tres seres se acercan a mí y trato de no perder el equilibrio y desplomarme en el suelo. Los tres parecen ser servidores de Garsemeo, buscando por los mundos a los tres espíritus. Él ángel más alto se me acerca y frunce el ceño. No entiendo por qué.

—Es una humana—dice él. Estira su mano y desliza su dedo índice rosando mi frente, luego se la limpia en su tunicada dorada.

Maldición, recién me percato de que estoy sudando de nervios. Las gotas que se deslizan en mi frente han sido la evidencia clara de que soy una humana. Estoy jodida.

—¿Una humana?—dice él ángel más bajo aunque más atractivo—. Es imposible. Todos los humanos han sido capturados, aparte, ellos no pueden cruzar la frontera.

—Pues, somos testigos de ver al primer humano en hacerlo—dice manifestando una sonrisa perversa—¿Quién eres niña?—me pregunta.

—Sareya—lo suelto rápidamente.

—Bueno Sareya, tendrás que venir con nosotros—dice él.

No sé qué hacer. Si corro me matan, si me llevan me matan. No hay salida. La única solución es que Elian venga a ayudarme o hasta incluso José. Gritar también es una mala idea. Sin embargo, es preferible intentar escapar, en vez de darme por vencida y aceptar que he fracasado. La humanidad depende de mí, mi madre depende de mí.

Doy media vuelta y comienzo a correr. Al instante, oigo un rugido. Un gran peso cae sobre mi espalda y me tumba al suelo. Puedo sentir al demonio aplastándome y acercando su rostro a mi nuca. Por más que lo intente, no consigo moverme; es demasiado pesado. Me va a matar.

—Hay que agárrala—dice uno de los ángeles y escucho sus pasos acercándose a mí—. ¿Por qué los humanos son tan estúpidos?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.