Andrómeda-Los Seres Celestiales

Capítulo 21

Habremos caminado por una hora siguiendo al “Espíritu Santo” por el extenso bosque. De vez en cuando, trato de que el ave descanse un poco debido a que cojea y por lo agotado que se encuentra, sin embargo, el ave opta por seguir adelante. Es admirable la fuerza que tiene.

Elian y Abigael no se han hablado en todo el camino, eso es una señal preocupante. Ya sé que no se llevaban bien, pero pensé que al menos estaban progresando en establecer una amistad. Hemos permanecido en silencio por mucho tiempo, y eso me pone los pelos de punta. Me gustaría charlar más con Abigael y que me cuente con más detalle lo que vivió por casi una semana, pero entonces se me viene el recuerdo del beso con Elian, y siento como si un puño me aplastara dentro de mis entrañas. ¿Por qué siento culpa? Abigael y Elian son solo amigos, no ha pasado nada de lo que debería sentirme culpable…¿O sí? Maldición, debo dejar de pensar en eso.

La pobre ave sigue cojeando, a veces intento de que se detenga y descanse, pero esta insiste en seguir avanzando. Apresuramos el paso, ya habremos caminado dos horas. Aún no veo ni una masa trasparente que indique que hemos cruzado la frontera, por lo tanto, deduzco que seguimos en “El Mundo de los Cuerpos Glorificados”.

Elian se haya a una gran distancia de Abigael. ¿Tendrá celos? Igual, Elian ha estado como si nada hubiera pasado entre los dos, y lo entiendo, solo fue un simple beso y espero que eso esté bien en claro; no quiero generar confusiones. Entonces, recuerdo que también le di un beso a Abigael, pero tampoco fue con otras intenciones. Aunque debo admitir, que si me pongo a comparar cuál de los dos besos fue el mejor, definitivamente sería el de Elian. Con él me sentí en las nubes, me sentí en la cima del mundo. Es tan raro, puesto a que creía que me agradaba más Abigael; no obstante, Elian me atrae mucho más. Necesito los consejos de mi madre urgente y que me diga si es que en realidad estoy enamorada.

Oigo el sonido del agua fluir con rapidez, provocando un “Splash” que no se detiene. Al atravesar unos árboles, puedo apreciar el hermoso río que proviene desde una catarata. El agua se ve más limpia que la de mi aldea. Es hermoso. Me dan ganas de meterme dentro de la catarata y dejar que el agua caiga encima de mi rostro.

El ave cambia de dirección con brusquedad y se queda viendo el centro entre dos árboles, que, para mi sorpresa, estos si llevan hojas. Es casi imposible ver un árbol lleno de vida. Me da la sensación de que podrían generar frutos. El ave estira la cabeza. Está tratando de decirme algo, pero no logro descifrarlo. ¿Qué es lo que quiere que vea?

—Genial—dice Elian—. Hemos seguido al ave solo para ver dos árboles.

—Espera—digo con rapidez—. Estás subestimando “Al Espíritu Santo” Elian. Si ha querido que vengamos aquí, es por un propósito.

Analizo cada parte, desde los troncos hasta el salpicado de hojas. Dudo que “Él Espíritu Santo” me haya fallado. Confió en él. Al fin y al cabo, es una parte de Dios y sé que no jugaría conmigo.

El ave avanza un poco entre los dos árboles y su cabeza choca con una especie de masa luminosa que resplandece en su totalidad: tiene la forma de una puerta, como si fuera una especie de…¡Portal!

—Maldición—digo.

—Ese tiene que ser el portal a Andrómeda—dice Abigael—. Sareya, lo conseguiste.

Me quedo estupefacta. Lo que pensé que podría demorarnos meses, lo hemos conseguido en casi una semana. Ni yo misma puedo asimilarlo. Mi corazón grita de emoción. Hace tiempo no sentía un nivel tan grande de satisfacción. Doy una mirada al ave que por fin agacha la cabeza; debe estar cansada.

—Lo conseguimos—digo acariciando la nuca del “Espíritu Santo”.

Me sobresalto al ver como “Él Espíritu Santo” se va disolviendo de a pocos hasta convertirse en una sola llama que va directo a la caja que tiene Elian en sus manos. Voy corriendo a rescatarla, pero Abigael me coge del brazo y me detiene.

No entiendo que hice mal. ¿La ofendí? ¿Abusé de ella? Anhelo que vuelva a materializarse. Me encariñé bastante con “Él Espíritu Santo”, me hacía sentir especial. No merece estar encerrado en una caja.

—Libéralo—le digo a Elian.

—Sareya—comienza a hablar Abigael—. “Él Espíritu Santo” ya cumplió su función, te guió al portal. Ya no hay nada más que tenga que hacer con nosotros.

Aún sigo sintiendo su piel escamosa rosando con mi mano. ¿Cómo es posible que le haya tomado tanto aprecio? Bueno, tengo que entender que Abigael tiene razón, esa ave logró lo que quería; guiarnos hasta donde se encuentra “Él Espíritu del Hijo”, ya no tiene nada más que hacer con nosotros. Aunque se me parte el alma al saber que voy a tener que enviarlo al espacio y desaparecerlo para siempre.

Abigael me suelta. Agacho un poco la cabeza. Puede parecer exagerado pero lo cierto es que tengo ganas de soltar algunas lágrimas. Parpadeo y trago una gran cantidad de saliva. No es momento de ponerme sentimental, estoy tan cerca de conseguir nuestro objetivo.




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