Anécdotas de... ¿amor?

CON UNOS PESOS EN EL BOLSILLO

Sonó el despertador a las 5:45 am, desperté obligado y de mala gana debido a las escasas horas de sueño que me permití tener.

El día de ayer salí a toda prisa del trabajo, eran las 6:00 pm y tenía una cita muy importante justo a las 7:30 pm, camine a pasos agigantados y lo más rápido que pude, sabía que solo un milagro me haría llegar puntual a mi cita debido al tráfico vehicular de esa hora, y el milagro llegó, y llegó en motocicleta. Era mi gran amigo pepe compañero de trabajo y de algunas juergas también. Subí a su motocicleta y arranco a toda prisa como si supiera de mi urgencia, en el trayecto le conté sobre mi cita y acelero aún más, el aire tibio rozaba mi rostro al tiempo que sacaba lágrimas de mis ojos debido a la velocidad y al polvo que flotaba en él, con una mano me sostenía de la moto y con la otra sujetaba el casco que debido a la velocidad, a la fuerza del viento sobre él y a que evidentemente lo tenía mal colocado resbalaba sobre mi cabeza de un lado a otro.

Por fin llegamos a la casa de pepe, 30 minutos después mi teléfono celular sonó, mi corazón se aceleró y tembloroso conteste aquella video llamada. Era Sol, una hermosa chica venezolana, con esa belleza que solo las sudamericanas poseen, con esos ojos grandes con rasgos felinos y de color avellanado enmarcados por unas pestañas largas y abundantes, un rostro delgado, fino, y un tono de piel acanelado, unos labios  delgados y hermosos, y un cabello un tanto rebelde que le daba un toque de picardía a ese porte de princesa latina que ella poseía.

La conocí en Facebook, esa red social que por primera vez en la vida me había servido para algo de provecho, solo nos habíamos enviado mensajes un par de días y eso basto para acordar una video llamada. Solo había una condición para tal acto, y esa era que le debía cantar una canción. ¿Cantar yo?, ¿Cómo enfrentaría uno de mis más grandes miedos? En fin, tenía que ser una venezolana la que pudiera conseguir eso de mí.

Cuando comenzó a hablar quede perplejo ante tal voz, su belleza era notable, su color era dulce y aterciopelado. En realidad hablamos muy poco, la mayor parte del tiempo ella se la paso insistiendo en que cantara, y obvio, yo ponía miles de pretextos para no hacerlo o por lo menos para darme más tiempo y así poder controlar  mi nerviosismo. Hasta que me convenció y le cante, o le recite, ya que los nervios como siempre me traicionaron. Mi cuerpo temblaba, mi garganta se cerraba, la lengua se me hacía un nudo y yo no era capaz de controlar el temblor de mi voz. Como pude lo hice, minutos después y con mayor decisión ella hizo lo mismo, pero de mejor manera. La charla se hizo un tanto tediosa pero no dejaba de ser interesante y divertida al menos para mí. Hasta que un ligero sonido  marco el final de la video llamada, era el “bip “de mi teléfono celular anunciándome que solo le restaba un 3% de batería, apenas pude despedirme de ella antes de que el teléfono se apagara por completo.

Salí de casa de pepe aun con temblor en el cuerpo debido a la emoción y los nervios de aquel encuentro en la distancia, eran las 11:00 pm. Llegue a casa y encontré las luces apagadas, signo de que adentro todos dormían, me prepare la cena a toda prisa, no sin antes conectar mi teléfono al tomacorriente para recargar la batería, y antes de que esta llegase al 20% de su capacidad encendí el aparato y revise mi buzón de mensajes para cerciorarme de que Sol no hubiese visto mi despedida como una grosería, pero parecía que todo estaba bien. No me di cuenta del tiempo, ¡eran las 2:00 am! así es que sin más nada me tumbe en la cama y enseguida me venció el sueño.

Había dormido poco menos de cuatro horas, mi día pintaba para ser uno de esos que se vuelven pesados con el trascurrir de las horas, me di un baño y justo al salir de el mi teléfono sonó, era ella, ese solecito venezolano que iluminaba mi mañana. Colgué la llamada debido a mi desnudez e inmediatamente me coloque algo de ropa, sonó otra vez el teléfono y respondí. Me pregunto en un tono burlón por que le había rechazado la primer llamada, le explique lo sucedido y comprendió entre sonrisas. Pidió que le cantara las mañanitas y de nuevo con voz temblorosa y los nervios de punta conseguí cantarlas, ella hizo lo mismo, la conversación fue tan amena que por un momento olvide que debía irme a trabajar, le explique la situación, me despedí y salí de casa a toda prisa sin siquiera haber desayunado. Espere a que pasara el autobús mientras pensaba en alguna manera de poder visitar Venezuela y de paso ver a esa hermosa chica, que al parecer, ya era mi amiga en la distancia. Subí al autobús pensando en muchas formas de conseguir tiempo y dinero para hacer ese anhelado viaje, y mientras me acomodaba en el asiento, pasaban por mi mente miles de ideas locas. Debido a la comodidad del asiento y a mis pocas horas de sueño mis ojos comenzaban a pesarme y no me desagrado la idea de tomar una pequeña y necesaria siesta durante el trayecto,  cerré los ojos y respire profundo. No sé cuánto tiempo transcurrió desde que cerré los ojos, pero al abrirlos pude ver por la ventanilla que me encontraba a unos metros de mi destino, distinguí esa vieja estación de bomberos que se encuentra justo frente a la parada del autobús donde suelo bajar cuando voy al trabajo.  Seguí sentado y seguro de ir hasta el centro de Cuernavaca, mi ciudad, donde tomaría otro autobús con destino al aeropuerto internacional de la ciudad de México y compraría un boleto para el primer vuelo con destino a Venezuela.




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