Anécdotas de... ¿amor?

EL ANILLO

— ¿Y para cuándo la boda? — Preguntó Josué con curiosidad.

— ¡Me parece demasiado pronto! — Dije sorprendido. — Esa ha sido la intención desde que nos conocimos, siempre fuimos claros al respecto pero creo que aún no es tiempo.

— ¡Pues los dos se ven enamorados! — Insistió. — Mínimo deberías darle un anillo de promesa.

— ¿Un anillo de promesa? — Pregunté curioso.

— Mira, un anillo de promesa es una representación de la disposición de la pareja de dar un siguiente paso, sin llegar aún al compromiso. Se entrega durante el noviazgo y cada pareja le da un significado, desde un compromiso de permanecer juntos, hasta una promesa de un futuro matrimonio. Este anillo es muy común entre la comunidad cristiana y pues ella alguna vez me dijo que, al igual que yo también pertenece a esta comunidad.

— ¡Prometo que lo pensaré! — Comenté con toda la intención de que no se produjera un silencio incomodo entre ambos.

— ¡Oye! — Dijo mientras se iba. — ¡No olvides que tú siempre cumples tus promesas!

Mientras Josué se marchaba, la idea de regalarle ese anillo a ella se arraigaba cada vez más en mi mente. Aunque de cierta forma me seguía pareciendo una locura ya que nuestra relación llevaba solo algunos meses. Si bien de lunes a viernes solía quedarme con ella en su departamento de soltera y solo los fines de semana tanto ella como yo regresabamos a nuestras respectivas casas, aún no considerábamos ese hecho como “vivir juntos”.

Llegué al departamento con esa idea revoloteando en mi cabeza. Deseaba mucho tener ese detalle con ella pero me parecía un tanto apresurado. Ella llegó un par de horas después. Preparamos juntos la cena y mientras ella ultimaba detalles del guiso yo preparaba la mesa. Cenamos en un profundo silencio.

— Amor ¿sucede algo? — Preguntó mientras me abrazaba.

— No, todo esta bien, no se por que lo preguntas.

— Es solo que estás muy callado. Si sabes que te amo ¿no?. — Dijo mientras se tumbaba en la cama y con un sutil gesto me invitaba a acompañarla.

— ¿Recuerdas el día que iniciamos esto? ¿Recuerdas tus palabras? — Pregunté nervioso mientras me recostaba a su lado y la abrazaba tiernamente.

— ¡Claro que lo recuerdo perfectamente! recuerdo haberte dicho que yo pretendía algo muy serio, con toda la intención de trabajar para elegirnos todos los días aunque las cosas no siempre fueran como ambos quisiéramos, aunque todo se complicara, mi única intención para contigo es formar una familia y estar juntos por mucho, mucho tiempo. — Dijo sin dejar de mirarme a los ojos.

Y así, recostados sobre la cama y mirándonos a los ojos, fuimos presas del cansancio y el sueño nos venció.

Al día siguiente las cosas ocurrieron con total normalidad. Despertamos temprano, nos dimos una ducha, desayunamos juntos y salimos a trabajar de la mano y con toda calma. Las horas transcurrieron y mi ansiedad por salir a buscar ese anillo creció mas y mas.

El reloj marcó las cuatro de la tarde, era hora de salir del trabajo. Justo cuanto crucé la puerta que da hacia la calle una voz a mis espaldas me detuvo.

— ¿Ya lo pensaste? — Preguntó Josué al tiempo que tocaba mi hombro.

— No solo lo pensé, ¡lo he decidido! — Respondí con toda seguridad.

— ¡Me da mucho gusto amigo! — Dijo, y extendiendo su mano  me entregó un papel en el que estaba escrito el nombre de una calle. — En ese sitio hay un buen número de joyerías, date una vuelta por el lugar, quizás encuentres algo de tu agrado.

Agradecí con la cabeza y salí rápidamente. Tomé un taxi y le pedí que me llevase al sitio indicado en aquel papel. Treinta minutos más tarde estaba en el lugar recorriendo todas las joyerías. Un par de horas después regresaba a aquel departamento con cierta decepción al no haber encontrado nada de mi agrado.

Así transcurrieron los siguientes tres días, con la misma rutina. La búsqueda comenzaba a desesperarme. En el cuarto día, al salir del trabajo algo cambió la rutina y eso fue lo mejor que pudo suceder.

— ¡Amor! ¿estás de humor para ir por un helado? — Preguntó ella con cierto gesto de picardía en su rostro.

— ¡Estoy de humor para lo que desees! — Respondí

Caminamos un poco hasta llegar a una heladería que estaba cerca, entre risas, miradas y travesuras disfrutamos ese helado. Cuando salimos del sitio, debido a que estaba por anochecer decidimos tomar un atajo que nos permitiera llegar más rápido a su departamento, y fue gracias a eso que por azares del destino encontré un pequeño taller de joyería por ese rumbo.

Al siguiente día procuré salir rápidamente del trabajo para llegar a ese taller. Al llegar  toqué una pequeña campanilla colocada en el mostrador. Rápidamente un anciano salió a atenderme.

— ¡Buenas tardes! — Saludó amablemente — ¿Desea alguna reparación o busca adquirir alguna pieza?

— La verdad estoy buscando un anillo, pero quiero algo distinto. Algo bonito, elegante pero también tierno, divertido y discreto. No sé si me explico. — Respondí nervioso.

— ¿En plata o en oro? ¿compromiso o promesa? — Preguntó prestándome toda la atención del mundo.

— De promesa — Susurré avergonzado. — La verdad he visto muchos que me han gustado, pero todos tienen esa especie de coronita sosteniendo la piedra que lleva el anillo y pues… quiero algo distinto.

— Si, comprendo. Hábleme de ella. Dígame cómo es para así poder ayudarlo a diseñar algo acorde a la personalidad de ella y el gusto de usted. — Dijo, mientras me invitaba a pasar detrás del mostrador.

Colocó un par de sillas y llamó a su esposa para pedirle que atendiera mientras él y yo conversabamos.

— Pues verá. — Respondí nervioso y emocionado. — ¡Ella es hermosa! es divertida, muy inteligente.

— ¿A que se dedica? — Interrumpió — Es decir, ¿tiene alguna profesión, estudió algo?

— ¡Ingeniera! — Respondí.

— Mmmm, debe ser buena con los números. Algo geométrico. — Susurró para sí mismo.




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