A lo largo de mi vida puedo asegurar que logré conocer el mundo como nadie pudo hacerlo jamás, pero entre los caminos de mi odisea, debo admitir que jamás olvidaré el curioso encuentro con un sabio que en un bar encontré.
Ya el sol se había ocultado y el viento frio despeinaba mi cabello, estaba casi seguro de haberme perdido, cuando el dorado brillo de una farola abrigó la esperanza que en mi pecho yo creía ya dormida. Rápido cruce las puertas de aquel bar, el calor golpeó mi rostro llenando mis pulmones con aire lleno de olor a cerveza y podredumbre humana, nadie se fijó de mi repentina entrada, hombres y mujeres reían y bebían celebrando un triunfo imaginario. Caminé hacia la barra cubriendo con mi mano mi nariz, el hombre alto que atendía dirigió una mirada fría que hizo temblar mis piernas, aquellos ojos estaban vacíos de todo, casi podía sentir que miraba los ojos de un cadáver. Pedí mi cerveza mientras buscaba un lugar donde sentarme, posiblemente a pasar la noche. El hombre deslizó la cerveza hacia mi mano donde unas gotas de espuma se derramaban como la espuma de mar en las rocas, solté las monedas sin mirar sus ojos muertos y caminé hacia una mesa ubicada al rincón de la estancia que parecía vacía. Después de sentarme volví a cubrir mi nariz que parecía quejarse de los olores ahí presentes "lamentable ¿cierto?" Di un brinco al escuchar la voz pastosa y lenta de un anciano, con un poco de esfuerzo logré ver a mi nuevo acompañante oculto entre las sombras, ostentaba una gran barba blanca y vestía una túnica azul inmaculada, no parecía ser un bebedor, tenía más el aspecto de un maestro. No había entendido su pregunta y eso parecía satisfacerlo. “Es lamentable que una creación tan maravillosa como el hombre sea tan destructivo con su hermano" aquella respuesta solo me confundió más, aclaré mi garganta dando un sorbo a mi bebida, el líquido entró frío dando descargas a todo mi sistema. “¿Quién es su hermano?" Cuestioné al anciano, en su rostro se dibujó una leve sonrisa mostrando la falta evidente de un diente. “La tierra" Después de esa pequeña charla, mi lado razonable se cuestionaba la salud mental del anciano.
“Tú, no ves el mundo a mi modo" agregó luego de un momento, no respondí y creo eso bastó para que me diera la explicación que, dudo algún oído humano haya escuchado hasta ese día.
"El hombre es como la tierra, está hecho de sus componentes, posee un núcleo fuerte hecho con piedra fundida capaz de soportar el calor más abrasante y el dolor más grande del mundo, sus músculos están hecho como la madera de los árboles, fuerte e imponente, cubierta por una corteza que es su piel. Además, posee el poder de los tornados contenido en sus pulmones, capaz de invocar los vientos de los cuatro puntos cardinales, en sus ojos tiene contenido el agua del mar que fluye salada cuando está feliz o muy triste. También posee los ríos dentro de sí, esos ríos de sangre que fluyen hasta su centro regando toda la madera de su cuerpo, posee hojas que son sus cabellos y también las estrellas dentro de sus ojos. Pero lo más impresionante es que tiene tierra fértil, la cual da fruto a sus ideas y pensamientos. El hombre está hecho como la tierra, solo que él no lo ve y la destruye de la misma manera que se destruye a sí mismo"
Su voz profunda a pesar de su edad se apagó como el murmullo del viento, mis ojos estaban húmedos y mi cerveza se había volcado, yo miraba los brillantes ojos del sabio y me sentí sucio y pequeño, no creo ser digno de su mirada ni en ese tiempo y tampoco ahora, después de ello el hombre se cubrió en su túnica y salió del lugar dejándome solo con mis ideas.
Mis días en el mundo se acabaron, puedo sentirlo. Pero ahora sé que aquel encuentro perdurará por siempre en mis escritos.
#8841 en Fantasía
#11334 en Otros
#3409 en Relatos cortos
amor, magia amor personajes sobrenaturales, cuentos cortos de ficción y reqlidad
Editado: 11.04.2022