Anécdotas del viento

A mi musa

Los rayos tiernos del sol se posaban con cuidado en sus muslos desnudos, incluso ellos adoraban verla dormir. Mis dedos discurrían esas curvas tibias que cobraban vida entre mis manos.
Estaba hundido, lo sabía, no tenía escapatoria. Ella me había dominado, se había metido bajo mi piel, infectando mi sistema con su aroma. 
Sus ojos curiosos me observan bajo sus cejas que se arquean divertidas, como si pudieran leer mi mente. ¿Cómo pasé a esto? Su sonrisa deja ver sus dientes mientas se incorpora cubriendo su desnudez entre las sábanas que hace sólo unas horas sobraban entre nosotros.
Coqueta guiña un ojo desapareciendo por la puerta del balcón, había oído rumores de mujeres como ella, poderosas, con la presencia suficiente para esclavizar al mundo si así lo quisieran. 
La sigo en silencio hasta rodearla en mis brazos, no se inmuta y yo tiemblo, frágil y esquiva ríe y el viento se lleva aquella melodía, sus manos juegan conmigo, se hunden en mis cabellos, sus ojos claros por el brillo del amanecer penetran por mis pupilas. Destruye mi control, invade mis pensamientos, lee mis intenciones y eso le divierte. Divertida y traviesa roza mis labios sin dejarme probar la fuente, sufro por ello, le gusta torturarme, le gusta que ruegue por sus besos.
Quizá ese sea mi castigo por tantos años de casanova, ese era el precio de los corazones que había roto. Ahora atado a una criatura tan impredecible como el océano, de un instante a otro su alma se agita y me hunde con ella en el mar de sus deseos. 
Hipnotiza mis sentidos con sus caderas, quema mi piel con sus caricias. Fue con ella que descubrí más pecados placenteros que alguna vez logre pensar.
Estoy en un torbellino dónde sus ojos son el centro, me gira, me marea, me pasea por el cielo y saltamos de la luna hasta la tierra. Acuna mis latidos y despierta mis instintos, me absorbe por completo y no pienso o ponerme a ello.
Estoy a su merced aun sabiendo que ella puede destruirme en solo un segundo, mujeres como ella no se quedan quietas y no le pertenecen a nadie. El universo las creo y solo el logrará domarla, solo soy el afortunado de turno que cayó enamorado y ella mi verdugo que me arrastra al infierno.




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