Y según salí del cubículo alguien me empujo para que volviera a entrar, me golpee contra la taza las piernas y caí sentada sobre el retrete cerrado.
-¿Por qué no vienes a la oficina?.- Me pregunto un Paulo borracho mientras cerraba el pestillo.
Yo me quede a cuadros, Paulo comportándose así ¿Sera el alcohol? No importaba, no tenía excusa.
-Oye, déjame salir.- Le dije levantándome, severamente.
-No hasta que me lo expliques.- Dijo acercándose a mí y echándome el aliento alcoholizado.
-Que quieres que te explique.- Me puse muy seria.
-¿Que...Qué demonios te pasa conmigo?- Dijo agarrándome del brazo.- ¿Acaso no te gusto?- Pegando ya todo su cuerpo a mi.
Yo estaba nerviosa, empezaba a tener miedo, todas esas historias de chicas que dicen que este tipo de cosas les excita, y una mierda, tenia mucho miedo, deseaba que entrara alguien por la puñetera puerta, alguien seguro tenía que venir a mear y salvarme de esta desagradable situación.
Me agarro de la cintura pegándome a el, yo intentaba apartarle poniendo mis manos sobre el pecho para empujarle para atrás pero con una mano me las subía y las ponía sobre sus hombros.
-Mary, estamos predestinados, tu y yo.- Dijo pegando también su frente a la mía.
Ya no parecía querer hacerme daño, me agarraba flojo, parecía frágil, hasta con ganas de llorar.
-¿Por qué me evitas? Si yo solo quiero...- Estaba diciendo Paulo apoyado en mi frente cerrando los ojos. Cuando se abrió la puerta del baño.
-Es un truco con una moneda.- Dijo el agente de Paulo, el cual no recuerdo su nombre, incluso diría que nunca lo había mencionado.
-Señor Sepoje.- Dijo apartándole cuidadosamente de mi.- Perdónalo, toma una medicación muy fuerte últimamente y el alcohol no le sienta bien, intentaba tenerle controlado, pero... en fin, espero que no te haya sido ninguna molestia, y que este incidente de que se haya colado en tu baño no pase a mayores.-
Sentó a Paulo en un sofá del descansillo, parecía dormido.
-¿Esta usted bien? ¿Le ha hecho algo?- Me pregunto el agente de Paulo.
-Hee... aparte de colarse en mi baño...no- Conteste.
-Señorita...¿Mary? verdad, soy Gabriel.- Dijo tendiéndome la mano.- Espero que esto quede entre usted y yo.- Le di la mano.
-Pues... no se es algo grave que vaya por hay...-Estaba diciendo cuando me interrumpió.
-Ya la he dicho que es culpa de la medicación, dejemos este hecho aislado, ¿vale?- Dijo insistentemente.
-Bueno, ¿y porque toma medicación?- Pregunte, tenía derecho a saberlo ¿no? Al fin y al cabo iba a mantener la boca cerrada.
-No es de su incumbencia, si Paulo, digo, el señor Sepoje no se lo ha dicho yo no soy quién, buenas noches- Y se fue a hablar por teléfono dejando a Paulo en el sofá, al rato se lo llevó para afuera supongo que llamaría a un taxi o algo.
El susto y la pena se me pasaron un poco y empecé a pensar en que demonios le pasaría a Paulo para tomar una medicación, o si era una excusa para que me callara.
La noche transcurrió con normalidad Daniel y Paulo borrachos discutiendo sobre que uno era un creído y que el otro también lo era, las de la oficina haciéndome el vacío por ser la novia de Daniel, el jefazo y su mujer se marcharon antes de que se desmadre demasiado la cosa.
Yo tenia ganas de irme ya, así que como la fiesta fue en un hotel del centro había metro aun para llegar a casa, me marché despidiéndome de Paul y Daniel y diciéndoles que no cogieran el coche bebidos.
Daniel me dio un beso en los labios.
-No olvides que te quiero.- Me dijo antes de que me fuera.
Estuve toda la noche tentada en llamar a Paulo, supongo que estaría bien, esperaba al menos.
Llegaban las fiestas de navidad y teníamos casi un par de semanas libres, aunque me mandaban escribir los rankings de libros vendidos para estas fechas y alguna reseña de el más vendido, me dijo que a partir de este mes me tocara uno cada mes así que que me preparara. Lo hacía porque a veces había escasez de eventos literarios y no me iba a tener ahí sin hacer nada. Según me dijo Daniel a Paulo le hizo buscar lugares de Madrid que aparecieran en los libros y fotografiarlos para así tener un par de fotografías majas en el periódico al mes, claro que el pobre tenía que buscar entre todos los libros que apareciese Madrid he ir buscando sitios.
Ya estaba “Las sombras del demonio” anunciado en todas las librerías. “El mejor regalo para reyes” ponía, y es que salía el dos de enero a la venta, y para ese mes Paulo ya aparecía en varias revistas, y algún que otro reportaje televisivo.
En la televisión se le veía bien, feliz y animado.
A Daniel no le hacia gracia ver el libro de Paulo por todas partes, y yo no le conté lo que pasó en la fiesta de navidad, le hubiera matado.