-¡¿Quién carajos se cree usted para venir a decir lo que se puede o no se puede hacer en esta casa?!
- ¡Su hijo, me creo su hijo!
-¡Y vive bajo mi techo, ni siquiera el techo de ese engendro que tiene al lado, porque nunca ha dado nada en este lugar!
-¡Respete! respete a su pareja; ya no más, siempre que toma viene a causar estragos en la casa, respete a su hija que mira desde la esquina asustada.
-A mí no me importan ninguno de ustedes, estoy cansada de todos, sobre todo de su papá. -Gladis se acercó a su esposo con gesto de que lo iba a besar y dijo cerca a sus labios - usted es una basura, no vale nada.
-Y usted me da pena -dijo volteándose hacia su único hijo-. Cada día se parece más a su papá, parecen un par de niñas, que no trabajan ni hacen nada por su casa, mantenidos por una mujer…
-Y usted parece macho comportándose de esa forma -interrumpió Santiago, después volteó hacia su padre-. Estoy cansado papá, usted debería estar cansado, yo me largo, usted verá qué hace con su vida.
Aquella noche un joven de 17 años salió como perro chandoso de su ‘’hogar’’ o, mejor dicho, del lugar donde fue discriminado toda su vida por ser hombre, más que nunca recordaba los momentos que con su padre había vivido, su nombre, Santiago, se lo puso él, le contaba que siendo mochilero visitó Santiago de Chile y su mente nunca pudo olvidar esa hermosa ciudad.
- “Algún día la visitaremos juntos”-le decía.
Santiago siempre defendió a su padre de los gritos de su madre, siempre le preguntó por qué seguía aguantándola y él sólo le respondía
-“Debo ayudarla, su naturaleza es ser un alacrán, ella siempre me va a picar si la intento sacar del agua donde se está ahogando, pero eso no cambiará mi naturaleza de ayudar, la amo tanto como para dejarla sola.”
Santiago no comprendía nunca las metáforas de su padre, sin embargo, seguía siendo absurdo, siempre lo defendió y él se lo agradecía, pero sabía que todo tenía un límite.
El hijo era el héroe del padre, y el héroe estaba abandonando su misión.
*-irónicamente gracioso- pensó tristemente.
En Bogotá se sabe en qué puede trabajar cualquier joven que desea ganar dinero, pero que no tiene estudios profesionales.
“Se va a ir de cotero” todo el mundo lo sabe. Santiago llegó casi que por inercia a el lugar donde el trabajo se da sin ningún problema, este requiere de fuerza, fuerza que Santiago tal vez nunca tuvo.
-Coja estas cajas, llévelas a ese local… ese, el del fondo, hágale mijo que no tengo todo el día, lea el nombre de la caja, el local tiene el mismo nombre… deje de hacer cara de bobo, llévelas… ¿qué están muy pesadas? Deje de ser niña, hágale que él le explica…
Santiago sabía que iba a ser duró, pero que saldría adelante y le demostraría a su madre quién era realmente él.