- ¿Qué sucedió?
Ángel despertaba apenas de su largo sueño, no recordaba nada, todo lo veía borroso y aún se sentía muy cansada.
Las cortinas se abrieron y los rayos del sol atravesaron la ventana golpeando su rostro, ella se tapó con su brazo y entrecerró los ojos.
- ¿Qué haces? -dijo enojada.
Santiago tiene en su mano una pastilla para el dolor de cabeza y un vaso con agua.
Ángel se sienta contra la cabecera de su cama y recibe la pastilla. Se queda en silencio por unos instantes observando a su amigo, lo primero que observa es que tiene la misma ropa de la noche anterior, su cabello largo, siempre cuidado, se encuentra enmarañado, su rostro puntiagudo está acompañado de una barba que ya debe afeitar, y sus asombrosos ojos grises están adornados de unas enormes ojeras, producto de sus trabajos, éstas resaltan más en su blanca y descuidada piel, es alto e indiferente, tiene varios tatuajes y detesta dar el significado de ellos, es amargado y siempre tiene ese gesto que dice odiar a las personas.
-¿Cómo sigues? -dice mirándola con preocupación camuflada de impasibilidad.
-No sé… ¿qué pasó? -dijo un poco más ubicada, comprendió que se encontraba en su habitación.
Lo primero que reconoció fue su tocador al lado derecho de su cama el cual estaba desordenado a causa de la noche anterior; al frente estaba el plasma de cincuenta pulgadas utilizado escasamente, encendido en Animal Planet; al fondo se observaba el estudio, nota varios libros regados en la mesa y su portátil cerrado.
*la universidad -piensa- ¡hoy había parcial! *
-¿Qué hora es? -dijo más alterada-, debo ir a la universidad, ¿qué pasó?
-¡Quédate quieta! -dijo su amigo con una voz calmada y fuerte.
- Debo ir a…
-Ángel, hoy es sábado y son las tres de la tarde, recuéstate ya mismo y no me colmes la paciencia.
Un poco arredrada por esa figura masculina obedeció, nunca obedecía a nadie, menos a un hombre, su temple era tan fuerte que todos le hacían caso intimidados por su fuerza femenina, pero con Santiago era diferente, jamás la había lastimado, pero su carácter era más fuerte que el de ella, y tal vez, por eso lo consideraba su mejor amigo, aunque nunca se lo hubiese dicho.
Acostada comenzó a recordar… Fernando, tan dulce, tan divertido… Fernando…
-¡Maldito! -gritó súbitamente, luego miró a Santiago-. Ese idiota me robó, se llevó mi dinero y además de todo se burló de mí.
Poco a poco Ángel le contó a Santiago cómo había sido la velada, la pequeña voz interior le pedía que hablara de lo encantador que había sido, pero Ángel omitió esas partes.
-…Luego te llamé y no sé qué más pasó.
-Te desmayaste, te subí a mi carro y te desperté, pero parecías una loca, sólo mirabas para adelante y movías tus manos como si tuvieras una bola de boliche entre ellas., cualquier cosa que pedía que hicieras la hacías sin refunfuñar, algo que es demasiado extraño en ti conociendo tu carácter. Te escopolamináron Ángel.
Esta última afirmación no causó en Ángel la sorpresa que Santiago esperaba.
Ángel notó que se encontraba en pijama, sin maquillaje, y su peluca se encontraba al lado suyo en el sofá.
-Tranquila -dijo Santiago al notar la preocupación de Ángel-, no he sido yo, Tatiana estaba aquí y te ayudó a ponerte el pijama y a quitar el maquillaje, mientras yo estaba afuera llamando a la policía.
-¡¿La policía?! ¿Estás loco?
Las carcajadas de Santiago la tranquilizaron, era extraño verlo reír, pero eso le agradaba mucho.
-Eres un idiota… ¿dónde está Tatiana?
-Se ha ido a trabajar.
Hubo un momento de silencio, Santiago se dispuso a organizar los libros del escritorio, después interrumpió su tarea y la miró.
- ¿Cuánto te ha robado?
-Sólo llevé una tarjeta, en ella tenía cinco millones de pesos, falta ver si la cuenta está vacía.
- ¿Nada más?
-Doscientos cincuenta mil pesos en efectivo y… ¡Dios mío! Las llaves del carro.
-No te preocupes, no se lo llevó, una grúa lo trajo hasta aquí.