Ángel

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«Claudia, Ángel está en el hospital pediátrico en Centro Médico. ¿Podrías venir, por favor? Tiene una consulta con la genetista y de nada sirve decirle cuáles son las enfermedades de mis padres, necesita tu información y la de Nelson. Por favor, Ángel te necesita… Llámame.»

 

 

Llevábamos tres días en una habitación del segundo piso en el hospital pediátrico. Las enfermeras iban en distintas horas para tomar muestras de sangre de Ángel, incluso tenía que guardar los pañales para pesarlos, pero no fueron a buscarlo para hacerle más estudios. Según me dijeron aún faltaba un MRI y el EEG que ya me había comentado la doctora. También me informaron que en el transcurso de los días tendríamos consulta con un genetista. No informé a mis padres de lo que ocurría y hablé con cierta reserva con mi hermano. Solo les contaría hasta tener certeza, pero le dejé un mensaje a Claudia informándole con brevedad lo que sucedía. Era ella quien debía hablar con los doctores y contestar las preguntas que estaba segura yo no sabría cómo. Las crisis continuaban. Los doctores estaban al tanto, pero no le administraban medicación, no me explicaban qué sucedía. En sus visitas, siempre muy fugaces, solo hablaban entre ellos.

No salía de la habitación. Me aterraba la idea de dejar a Ángel solo y que tuviera una convulsión. Casi siempre lo cargaba pues no quería alejarlo de mis brazos, como si eso formara un escudo contra el mundo.

A veces hablaba con la señora de al lado que tenía a su nene hospitalizado por caerse del caballo y lastimarse la cadera. Después me enteré de que era un manganzón de dieciocho años que no se despegaba del teléfono, y yo pensaba que era un niño de cinco o seis años por como ella me hablaba de él. Al parecer para una madre su hijo nunca crece. Al ver que no me movía ella siempre se ofrecía a traerme comida, de lo cual estaba muy agradecida.

Había otras dos mamás en la habitación con sus hijos, a quienes veía solo cuando pasaban al baño. También nos visitaban personas de distintas denominaciones religiosas a que se ofrecían a orar por los niños.

Siempre se detenían a hablar conmigo unos minutos para entonces orar por Ángel. Lo que más me afectaba era el frío porque mi abrigo no era el adecuado. El agua de la ducha era entre tibia y caliente, pero no se sentía por la intensidad del aire acondicionado.

 

 

Esa mañana le llevaron a Ángel la cremita de arroz habitual. Seguía dándole de la leche que tenía porque el hospital solo tenía la leche especializada que él utilizaba de otra marca. Esa no le cayó bien y no quería que aparte de sus crisis convulsivas también tuviera dolor de estómago y diarrea. Él seguía muy adormilado y lograr que se tomara la leche a veces tomaba una hora por su debilidad a la hora de succionar.

Cerca de las diez de la mañana entró una doctora a la habitación. Se identificó como la genetista y dijo que estaba allí porque los neurólogos le pidieron consulta. Revisó con minuciosidad a Ángel. Preguntó por cada lunar o marca que tenía, miró con detenimiento su boca y paladar. Fue un examen a conciencia durante el que anotaba cada observación en el expediente. Ángel presentó una de sus crisis convulsivas mientras ella estaba allí, y ella estuvo atenta a cada movimiento mientras hacía las anotaciones en el expediente.

—Mamá, vamos a dialogar cómo fue el embarazo y su historial familiar, ¿le parece bien?

Me retorcí las manos. No era la primera vez que se los decía, mas no me era fácil explicar que Ángel fue abandonado por su mamá y que era yo quien lo cuidaba.

—Sí… pero es que él no es mi bebé.

Ella frunció el ceño y comenzó a pasar los papeles del expediente una y otra vez como si se hubiera saltado algún detalle.

—¿Es adoptado?

—No… yo… soy… subrogada.

Aunque se mantuvo profesional, no me paso desapercibido el juicio al que éramos sometidos.

—¿Los donantes son anónimos?

—No. El doctor realizó una fertilización in vitro de los óvulos de mi prima y los espermatozoides de su esposo. Luego implantó el embrión en mi útero.

—Solo habría que llamarlos para que nos den la información sobre su familia.

—Ellos no tienen ningún contacto con nosotros por el momento.

—Entonces el niño no tiene ninguna relación con usted.

—No.

—¿Cómo fue el proceso?

—Fuimos a terapia psicológica durante dos años… Hace un año el doctor comenzó el procedimiento de la fertilización in vitro… Los primeros dos tratamientos no funcionaron. Al tercero fueron viables los embriones. El doctor implantó tres en mí, pero solo nació Ángel. ¿Usted cree que esté relacionado?

—En la actualidad no hay muchos estudios al respecto, pero los pocos que existen demuestran que si nacen con algún defecto es en el corazón o de labio y paladar hendido.

Me cuestionó acerca de mi parentesco con Claudia, de que pueblo eran nuestros padres, el número de personas en el núcleo familiar, si alguno de ellos padecía de enfermedades neurológicas, si conocía de algún caso de epilepsia, además de otras condiciones de salud.




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