Ángel

Capítulo III: Dado por Muerto

La noche anterior, después de la muerte de la madre de Sheyla, Kratos ordenó que buscaran a la mascota de su hermana y que la asesinaran, porque ella estaba muerta y ya no habría nadie más que pudiera o quisiera ciudarlo.

Los soldados obedecieron a su señor y buscaron a Ángel, lo sacaron de allí y lo llevaron al establo, en donde comenzaron a golpearlo con mucha fuerza y en repetidas ocasiones, a pesar de que él, con el poco vocabulario que conocía, cada vez que podía, les pedía:

—¡Por favor, déjenme en paz! ¡Yo no hice nada malo!

Él creía qúe era un castigo por haberse portado mal, pero no recordaba haber hecho algo que ofendiera a los miembros del clan. Pero uno de los soldados le dijo, con intención de excusarse:

—Nosotros solamente seguimos órdenes de nuestro líder.

—¡Ya cállate, que debemos términar éste trabajo lo más pronto posible! —dijo otro de los soldados, regañando al que había hablado y apresurando al resto que estaba con ellos.

Ángel no dijo nada más, estaba demasiado cansado para pedir ayuda y sentía un dolor muy intenso en todas partes de su cuerpo, hasta que ya no sintió nada más y dejó de moverse. Los soldados comenzaron a moverlo para ver si reaccionaba, pero no pasó nada y el niño no se movió en lo más mínimo, entonces lo levantaron, lo subieron en la parte trasera de un auto, después subieron ellos, lo llevaron a un descampado, cerca de un terreno baldío y lo dejaron allí.

Lo dieron por muerto, pero no lo estaba, porque unas horas después, un pequeño grupo de chicos que pasaba por allí lo encontraron y pensando en que estaba muerto, lo revisaron, entonces se dieron cuenta de que aún respiraba, pero que tenía el pulso muy bajo y lo llevaron con ellos. Despertó en una habitación, con un pañuelo mojado en la frente, que se quitó antes de salir de ese lugar y al hacerlo, se encontró con los chicos que lo encontraron y uno de ellos dijo:

—¡Por fin despertaste!

—Llevabas dos días inconsciente y tenías mucha fiebre —le comentó una chica, con voz serena.

—Ah, bien—fue lo único que el niño alcanzó a decir, pues no llegaba a entender del todo lo que pasaba.

—Sí, pero yo me pregunto cómo fue que terminó allí —dijo otro chico, con tono de voz cortante.

—Por la ropa que traía puesta cuando lo encontramos, hay dos opciones —le respondió el que había hablado primero—: La primera es que sea un niño en condición de calle; aunque estoy casi seguro de que esto fue obra de algún clan de vampíros.

—¿Cómo te llamas? —le preguntó de repente otra chica, que después agregó—. Mi nombre es Kassandra.

—Ángel —dijo él, casi en un murmullo, porque no estaba muy seguro de hablar con ésos chicos.

—¿De dónde vienes? —preguntó el otro, muy serio, debido a que desconfiaba un poco del menor.

El muchacho se quedó en silencio por un momento. Los otros supusieron que estaba pensando en alguna pista que pudiera darle a ése grupo, por si podían ayudarle a volver a su hogar, fuera cual fuere. Sin embargo, se sorprendieron cuando él les dió una respuesta que no se esperaban:

—No lo sé.

Continuará...




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