Ella siempre había sido una niña pacífica, no se metía con nadie, era muy respetuosa con los demás y sobre todo con los mayores y los líderes de su clan, pero para ella, el hecho de que condenaran a su madre a una muerte atroz sin haber cometido ningún delito, dejó en ella un amargo deseo de venganza contra su clan.
Sí, quería acabar con su clan, pero como aún no tenía ni la edad ni el conocimiento para lograr su cometido, comenzó a entrenar en el arte de la espada y de las armas utilizadas para las "Cacerías de Hombres Lobo", en las que, a muy corta edad, demostró ser mejor que cualquier soldado, pero no la dejaban ir a cazar porque aún era muy joven, por lo que siguió perfeccionando sus técnicas con el pasar de los años.
Ella tenía una extraña costumbre, según los miembros de su clan, de encerrarse todas las noches en la pequeña habitación, que ellos nisiquiera recordaban, pero ella sí, porque allí vivía la "mascota" de su madre, su mejor amigo de la infancia, el único amigo que tuvo en realidad, al que extrañana casi con la misma intensidad que a su madre, pero no podía revelar sus sentimientos libremente, porque estaba prohibido por el clan que se mencionara todo lo que tuviera que ver con las "mascotas".
En esa habitación aún estaban algunas cosas de él, como el plato en el que le servían la comida, un pequeño collar hecho por su madre con colmillos de lobo, el que le servía para diferenciarlo de los esclavos y un enorme dije, hecho de cristal marino, de un bonito color azul claro, que ella misma había hecho para él, con forma de luna creciente y que había buscado una noche en que fue a ver el mar y quiso llevarle un recuerdo de esa noche tan linda para ella.
Pero cuando llegó su hora de comenzar con el plan ya trazado de acabar con su clan, pues ya tenía quince años, la edad necesaria para comenzar con las cacerías, ocurrió algo parecido a un milagro para ellos: los Hombres Lobo se rindieron ante la matanza contínua de los miembros de su clan. El año siguiente fue de una tensa paz entre los distintos clanes de todo el mundo, pero sabían que la mayoría de los clanes de Hombres Lobo habían desaparecido de la faz de la tierra y no se preocupaban mucho por protegerse desde ése entonces.
Sheyla, como buena estratega, no se desesperó, pero tampoco se mostró alegre por lo que pasaba, sentía que sus planes se habían frustrado y que ya no tendría ninguna oportunidad para llevar a cabo su venganza contra su clan, pero estaba muy equivocada, porque apenas era un descanso para lo que se les venía encima a todos ellos.
Continuará...
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Editado: 04.04.2025