Eran las seis y media de la tarde cuando Nick regresó a la casa, después de haber pasado una tarde romántica con su novia Allison, tal y como había acordado con su prima anteriormente, cuando ella le diera permiso. Pero al llegar, más que listo para una noche más de “trabajo”, se encontró con una situación que no se esperaba, en lo más mínimo.
A esa hora, Gary ya estaba más que listo para asistir a la reunión que había acordado tener con Sheyla. Él ya tenía la plena seguridad de que Ángel se había criado en el clan al que pertenecía ésa vampiresa, pero aún así, necesitaba conocer todos los detalles que le fueran posibles con respecto a ése asunto, sobre todo para saber si le habían llegado a causar algún daño mientras estuvo viviendo con esas criaturas.
Al ver lo que pasaba, el joven no pudo evitar preguntar:
—¿De qué me perdí?
—La clienta llamó después de que te fuiste y tiene una cita con ella —le explicó Esteban, con un dejo de picardía en sus palabras.
—Con tal y sea de negocios, está bien —fue lo que dijo Peige al respecto.
—Tal vez sea una trampa —opinó Kaz, dejando ver la desconfianza que sentía hacia Sheyla—. No te confíes demasiado de ésa vampiresa.
—A ver... —los interrumpió Ángel, un poco fastidiado por todo aquello—. ¿Por qué mejor no esperar a que la famosa “cita” se lleve a cabo, y que Gary nos cuente después?
—Quizá suene raro, pero ésta vez estoy de acuerdo con él —le dijo Nick al resto, pues eso era lo más coherente que podían hacer—. ¿Y qué trabajo tenemos que hacer hoy?
—El señor Lambert llamó para decir que hay unos “sujetos muy sospechosos” merodeando por su vecindario y nos dió la dirección —les informó Gary—. Esteban, Kassandra y tú son más que suficientes para que se hagan cargo de todo, mientras tanto, Peige y Ángel se quedarán aquí, al pendiente de cualquier cosa.
Nada más haber dicho esto, Gary se marchó de allí, con mucha prisa, rumbo al sitio en el que se iba a dar la reunión que había pactado con Sheyla aquella mañana, porque quería llegar allá lo más pronto posible. Nick y Esteban, por su parte, también se pusieron en marcha hacia el lugar en donde se requería de sus servicios como cazadores, no sin antes decirle a la arquera del equipo lo siguiente:
—Date unas rondas por el lugar, nosotros te avisamos si necesitamos de tu ayuda.
—Está bien, chicos —les dijo la chica, para después salir a caminar.
Ellos creyeron que su compañera los iba a alcanzar más tarde en su destino, pero no podían estar más equivocados, porque la muchacha se dispuso a seguir al líder de su equipo, hasta el restaurante en el que se iba a reunir con Sheyla, para averiguar qué era lo que ella tenía que contarle a él. Lo siguió, manteniendo una distancia considerable de él, para que no la llegara a descubrir, y se detuvo al ver a Gary entrar a dicho establecimiento, donde la vampiresa ya lo esperaba, por lo que, al verlo, le hizo señas con una mano, para que se acercara a la mesa donde estaba sentada.
Él se dirigió hacia la mesa en cuestión, saludó a la joven y se sentó, justo frente a ella. Kaz, al darse cuenta de ello, entró al lugar, pero como no podía estar cerca de ellos, debido a que podrían reconocerla, no tuvo más remedio que sentarse en el área de la barra, desde donde intentaría oír su conversación:
—Hola, ¿cómo has estado? —le preguntó el hombre a Sheyla, con amabilidad.
—Bien —fue la respuesta que le dió ella—. ¿Listo para saber lo que te comenté a mediodía?
—Por supuesto —le hizo saber él, muy impaciente—. Pero antes de eso, quisiera que me resolvieras una duda que tengo, si no es mucha molestia.
—¿Qué quieres saber? —lo interrogó la vampiresa, muy seria.
—¿A ustedes los vampiros no les hace daño pisar una Iglesia, o los crucifijos? —soltó Gary su inquietud, aunque se notaba un poco apenado, por semejante tontería.
—Sólo el agua bendita —respondió Sheyla, un poco extrañada—. Esas son cosas que en realidad le afectan a los Hombres Lobo.
—Gracias por el dato, Sheyla —dijo el hombre, para entonces ir al punto del que trataba aquella reunión—. Ahora sí, me gustaría que me hablaras de ése asunto.
—Bueno, está bien —la chica tomó aliento después de decir eso, para entonces iniciar con su relato—: Todo comenzó una noche, en la que mi madre se enfrentaba con unos Hombres Lobo, cosa normal hasta hace unos años atrás. Lo que hizo ésa noche distinta a las demás fue que, durante dicho enfrentamiento, ella vió a una mujer, que dejó una cesta frente a una Iglesia, que quedaba muy cerca de donde se hallaba mi madre. Ella se le intentó acercar a ésa mujer, pero ésta se asustó al verla y huyó, entonces mi madre se acercó a la cesta, en donde encontró un bebé, de pocos meses de nacido, que era Ángel.
—Eso significa que ustedes dos se criaron juntos —fue la deducción que hizo Gary, al escuchar aquello—. ¿Y cómo se portaban con él en tu clan?
—Mi madre y yo, al igual que mi nana, siempre lo tratamos bien, a pesar de los inconvenientes que conllevaba todo eso para mi madre, pues ella nunca podría ser una madre para él —le explicó la vampiresa—. Por otra parte, mi tío y los demás miembros del clan sólo lo veían como un animal, al que no podían dañar porque era la “mascota” de mi madre, y por eso, el mismo Kratos le pidió, cuando ya era un poco más grande, que le colocara un collar, en el que ella colocó dientes de lobo, para diferenciarlo de los esclavos que tenía el clan, y que nadie lo lastimara.
—¿Con que él era una “mascota”? —se preguntó el cazador, en vez alta, con cierto enojo.
—Los demás miembros del clan le decían y le siguen diciendo así —le confirmó Sheyla—. Para ellos, él fue alguien indeseable, un mal recuerdo.
—¿Qué sucedió después? —siguió preguntando Gary,
—Mi madre comenzó a reunirse con los Hombres Lobo, no sé por qué razón —respondió ella—. Fue descubierta por el clan, y trataron de hacer que confesara, pero no quiso contar lo que sabía. Entonces la sometieron a juicio, por traición al clan, y fue condenada a morir, por exposición a la luz del Sol.
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Editado: 04.04.2025