Ángel

Capítulo XVIII: Rumbo a la Guarida

Mientras se hallaban en camino al lugar en donde se encontraba el escondite de los Hombres Lobo, para rescatar a Ángel, Sheyla no dejaba de darle vueltas a un asunto que le intrigaba, desde el momento en que se había aventurado a buscar a su viejo amigo y era... sobre Esteban. El joven se había ofrecido a acompañarla en su tarea, además de que, al escuchar que tenía cierto conocimiento acerca de los rivales de su clan, le hacían pensar que él, tal vez, era un cazador de Hombres Lobo en el pasado; no se atrevía a preguntarle, porque no quería ser considerada como una persona indiscreta, no obstante, hubo un momento en el que su curiosidad la superó y soltó su pregunta:

—¿Cómo es que un cazador de Hombres Lobo acabó siendo parte de un equipo de cazadores de vampiros?

—Que perspicaz eres —observó el chico, un tanto sorprendido por ése cuestionamiento—. No te he contado absolutamente nada sobre mí y ya descubriste que que soy un cazador de Hombres Lobo... ¿Cómo llegaste a ésa conclusión?

—Tenía la duda desde el momento en que hiciste ésa deducción acerca del ataque simultáneo y lo que querían en verdad. Sólo una persona que conozca bien su comportamiento podría decir algo como eso... Pero nos estamos desviando y aún no has respondido a la pregunta.

—La verdad es que mi historia es bastante simple —fue la respuesta que le dió Esteban, para entonces comenzar su relato—. Soy descendiente de una familia, la cual, durante varias generaciones se ocupó de darle caza a varios clanes de Hombres Lobo, y éramos muy conocidos por ello. Desde que era muy joven, entrené duramente para poder enfrentar a ésas bestias, y hacer crecer el legado de mi familia.

—¿Qué fue lo que hizo que todo cambiara?

—Cuando yo tenía dieciséis años, todos los miembros de mi familia fueron masacrados por un clan de Hombres Lobo, en una emboscada —le contó el otro, que se notaba lleno de impotencia y muy triste—. Fuí el único que sobrevivió a su ataque, pero, a causa del trauma, en ése entonces decidí no volver a cazar Hombres Lobo nunca más, pues creí que no podría salvar a nadie más de morir a manos de esos monstruos.

—¿Y cómo fue que apareció Gary en tu vida?

—Fue un poco extraño el cómo pasó eso —reconoció Esteban, al pensar en ello—. Una noche, yo iba por la calle, como si nada, y de repente fuí atacado por un vampiro, hice lo que pude para tratar de quitármelo de encima, porque no tenía ni idea de cómo vencerlo. Ya me estaba dando por vencido, cuando de un momento a otro, ésa cosa se desvaneció en el aire, como cenizas... Gary lo había liquidado, así fue que lo conocí.

—¿Por qué te uniste a su equipo?

—Básicamente, fue porque cuando le conté que yo era un cazador de Hombres Lobo, me propuso que hiciéramos una especie de trueque: yo le enseñaba cómo cazar Hombres Lobo y él, a su vez, me enseñaría a cazar vampiros —le explicó el joven, serio—. Así fue como sucedió todo.

—Ya comprendo... ¿Te llevas mal con alguien en el equipo?

—No me llevo bien con ninguno de ellos —respondió él, un poco fastidiado—. Trato de tolerarlos por el trabajo, pero de todos, con el que menos me llevo es con Ángel.

—¿Estás seguro? No te entiendo, él es un buen chico y no veo que se porte mal contigo para que lo odies.

—Hablas de él como si lo conocieras —le replicó Esteban, un poco extrañado por lo que había dicho, y ella se percató de que se había puesto en evidencia con él—. Pero la verdad es que no lo odio, lo que pasa es que me molesta su actitud, es muy inmaduro, me recuerda un poco a... mí, hace años.

Justo después de que el muchacho dijera eso, Sheyla llegó a percibir el olor característico de los Hombres Lobo en su andar, por lo que le indicó a éste que se mantuviera en silencio, cosa que ella también hizo, puesto a que ya estaban muy cerca de su destino. Mientras andaban, Esteban sacó una daga de plata de entre sus armas, y estaba muy alerta, por si alguna de esas criaturas llegaba a aparecer, para estar preparado.

De repente, tres hombres aparecieron frente a ellos dos. Eran de complexión robusta y muy altos, mas no muy corpulentos, iban vestidos con ropa muy desgastada, y despedían un olor muy raro, que les hizo ver que se encontraban frente a unos Hombres Lobo. Sheyla desenvainó su espada, a la vez que el cazador sacó a relucir su daga; por su parte, sus rivales se transformaron en sus formas bestiales y se abalanzaron contra ellos a gran velocidad, dispuestos a matarlos a ambos.

Esteban, por su lado, se acercó rápidamente a donde se hallaban sus oponentes, sin embargo, fue interceptado por uno de ellos, que buscaba evitar la muerte de alguno de sus compañeros. No contaba con que el joven aún tenía la daga en su mano, y que, en medio de su lucha, acabaría clavándole dicha arma al pecho de ésa enorme bestia, por lo que, en apenas unos segundos, recuperó su forma humana, mientras estaba en agonía, debido a que la daga, hasta que falleció. El muchacho retiró la daga del cadáver de su rival, y luego buscó a Sheyla con la mirada, para ver si necesitaba ayuda.

Al hacerlo, vió que estaba a punto de enterrar su espada en el pecho de uno de los Hombres Lobo, que aún seguía con vida. El filo de la misma atravesó el corazón de la bestia velozmente, después la retiró rápidamente, para finalmente degollarlo con ésa arma, con un movimiento violento. Ella estaba tan concentrada en ello, que no alcanzó a notar que el último de los Hombres Lobo que quedaba con vida la atacó por la espalda, haciendo que cayera al suelo, provocando un fuerte estruendo, a la vez que levantaba una polvareda de arena a su alrededor.

Esteban corrió lo más pronto que pudo hasta donde estaba la vampiresa, pues pensaba defender a ésa chica de ése Hombre Lobo, aunque eso no era algo a lo que él estuviera acostumbrado a hacer, mientras sostenía la daga en sus manos, pero antes de que pudiera siquiera llegar, aquel Hombre Lobo lo golpeó con mucha fuerza, haciéndolo volar por los aires, hasta chocar con una roca, por lo que cayó al suelo, muy adolorido. Mientras tanto, Sheyla luchaba por librarse de su oponente, ella era fuerte, pero ése sujeto era mucho más fuerte, cosa que la ponía en clara desventaja en el momento. Aún así, pudo zafarse de su agarre y volver a tomar su espada, que había soltado al momento en que su rival la había atacado, haciéndola caer, y entonces lo apuntó con ella al cuello:




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