Capitulo XXII: La Hora de la Verdad

Al momento en el que Sheyla, acompañada por los cazadores que formaban parte del Equipo Nova y los Hombres Lobo, avistó la mansión que le servía de hogar a los miembros del clan al cual ella pertenecía, tomó la decisión de adelantarse al resto, con la intención de pasar desapercibida ante su tío Kratos. Caminó lentamente hacia la entrada de la misma, que se encontraba custodiada por un par de guardias, quienes al verla, permitieron que ingresara en su interior, por lo que pensaba, un poco más tranquila: “Todo va bien hasta ahora”, lo que debía hacer era ir hasta el área de los calabozos, a rescatar a Gary y a las chicas, para que pudieran escapar, junto a sus compañeros.

Sin embargo, antes de que pudiera siquiera dirigirse hasta su habitación, para despistar a todos allá, uno de los custodios le dijo, muy serio:

—Señorita Sheyla, el Señor Kratos necesita hablar con usted.

—¿Dónde se encuentra ahora? —le preguntó la joven al guardia, con cierto fastidio en su voz.

—En el salón principal. La está esperando allí.

“Bien, hablo con él y luego voy a las mazmorras para liberar a los miembros del Equipo Nova” , era lo que pensó Sheyla, al saber la solicitud del líder del clan, pero se puso en marcha a ése lugar, con el fin de no levantar sospechas, y mientras se dirigía a la dependencia en la que se hallaba el hombre, no podía evitar sentir cierta curiosidad por lo que él quisiera platicar con ella. Nada más verla entrar en el salón principal, Kratos le hizo la siguiente pregunta:

—¿Cómo va todo con el Equipo Nova, Sheyla?

—Están muertos, no hay mucho más qué decir al respecto —fue la respuesta que le dió ella, tratando de mantener la calma, ya que no se esperaba ésa interrogante de parte de su tío.

—¡Mientes, pequeña traidora! —exclamó la mascota parlanchina de Kratos, con voz chillona—. Yo sé que no es verdad, estás mintiendo.

“Esto no va bien”, fue lo que se le vino a la mente a la chica, al escuchar lo que dijera ése estúpido murciélago, por lo que comenzó a prepararse para lo que vendría después de eso, pues sabía muy bien que no era nada bueno:

—¿Por qué mientes acerca de eso, sobrina?

—La verdad es que no me aseguré de sus muertes —le respondió, un poco nerviosa, buscando algún modo de justificar ése hecho—. Siento mucho el no haberlo confirmado, pero era mi primera experiencia enfrentando a cazadores, tío.

—Te creería, pero ya sé la verdad.

—¿Cuál verdad? —preguntó la vampiresa, haciéndose la desentendida.

—Hice que uno de mis mejores guardias te siguiera durante las noches, para conocer los lugares que visitabas, Sheyla.

—¿Y con qué derecho haces eso? —le reclamó ella, muy molesta.

—Con el derecho que me da el ser tu futuro esposo... ¿O acaso te olvidas de ése insignificante detalle?

—Pues no me agrada que lo hayas hecho —espetó Sheyla, que seguía enojada por ése asunto.

—Pero fue gracias a eso que me enteré de que tenías la costumbre de visitar una casa seguidamente. Y ésta noche decidí enviar a algunos de mis hombres hasta ése lugar, para investigar.

“Estoy perdida”, fue el pensamiento que se cruzó por su mente, con sólo imaginarse que su tío pudo haber descubierto sus planes de acabar con el clan, lo cual confirmó al oír el resto de su alocución:

—Y me sorprendió sobremanera el saber, por medio de ellos, que en ése lugar se encontraron, nada más y nada menos, que con un grupo de cazadores de vampiros, que eran parte del Equipo Nova, a los que supuestamente, tú habías asesinado, Sheyla.

—Y se te acabó el juego, mocosa —recalcó Jurkon, con tono burlón.

—¡Ya cállate, Jurkon!

—Sí, como usted ordene, amo Kratos —se apresuró el animal a musitar una discusión, muy apenado.

—Entonces, quisiera saber... ¿Por qué me dijiste que los habías matado y luego te veías con ellos en ése lugar por las noches?

La vampiresa no sabía qué hacer ni qué decir en ése preciso instante, su tío Kratos había descubierto lo que ella solía hacer durante las noches, No obstante, aún no tenía idea de qué otras cosas sabía con respecto a ése asunto, como si había llegado a conocer los motivos que ella tenía para visitar ése sitio en realidad, por lo que prefirió quedarse callada.

—¡Responde!

—¿Y qué pasará si no lo hago? —le increpó la joven, desafiante.

—Entonces tendré que dar con tus motivos usando mi lógica, querida sobrina.

“Tu lógica no sirve para nada”, pensó Sheyla al escuchar lo que él mayor acababa de decir, pues nunca había estado de acuerdo con la forma en cómo manejaba los asuntos del clan -incluyendo entre ellas su compromiso con ella-, porque le parecía que todas las reglas promulgadas por él para ”guiar” al mismo, no tenían otro objetivo más que buscar su propio beneficio, así como una posición más cómoda entre el resto de los clanes de vampiros que existían en el mundo, por ser descendiente del primer vampiro y uno de los pocos en tener una ascendencia pura.

—Veamos: miembros de ése grupo de cazadores asesinaron a Minkur y a Rakur, mis guardias personales y más leales hombres. Por eso, como represalia por lo que habían hecho, te envié a ti, con la misión de acabar con ellos.

Su sobrina lo miraba, sin mostrar expresión alguna en su rostro.

—Además, decidí obsequiarte varias cosas antes de que lo hicieras, como una especie de garantía por tus servicios —siguió hablando el mayor, muy serio—. Según tengo entendido, los buscaste y luchaste contra ellos.

—¿Entonces cuál es el problema? —le preguntó Sheyla, de forma repentina, interrumpiendo a su tío.

—Déjame hablar: llegué a saber por mis hombres que uno de ellos te había causado una fuerte impresión, que te veías muy sorprendida... ¿Cuál fue la razón?

Lo único que se oyó en las inmediaciones de aquel salón fue un silencio sepulcral. La vampiresa no tenía pensado revelar, bajo ninguna circunstancia que había descubierto que Ángel estaba con vida, a pesar del atentado que él mismo había fraguado para acabar con su existencia, la misma noche en que había muerto su madre; mucho menos al haberse enterado de lo que él significaba realmente para su raza: la extinción. Eso sería poner la vida de su amigo en un peligro inminente y el sacrificio de Sofía habría sido en vano.