Ángel

Ángel

 

Mientras espera en la cafetería con cautela, muriendo de frío, se entusiasma por aquel delicioso café que están apunto de servirle, ve pasar el tiempo, sus amigos a los cuales se tomó la libertad de invitar a cada uno para que estén acompañándola, no han llegado. Había tenido una pelea hace pocos días con la persona a la que llamaba mejor amiga y hermana. Sospechaba que los invitados no llegaban porqué no querían ser parte de aquel problema que se agrandó gracias a mentiras particulares. Desesperanzada miró al dueño del negocio, el anciano era agradable y se aproximaba lentamente con el café que había ordenado. Lo dejó sobre la mesa y se despidió.

Tomó el vaso especial dónde servían los capuchinos entre sus dos manos, despacio acercó sus labios y sopló. El humo caliente le acariciaba el rostro con cautela. Dio un sorbo quedando espuma del capuchino en forma de bigote sobre la comisura de su labio, la cual retiró con su lengua. Uno de sus amigos llegó cuando estaba pasando una servilleta sobre su boca.

—¡Hola!—Exclamó.—Siento llegar tarde.—Abrió sus largos y enormes brazos para darle un fortisimo abrazo de cumpleaños. Tuvo que levantarse de la mesa para recibir aquel afectuoso recibimiento de cumpleaños.

Aquellos dos amigos, pasaron unos minutos platicando sobre la situación de amistad por la que estaban pasando. Aún dolía la herida, pues habían pasado pocos días, fueron interrumpidos por otras dos personas. Uno de ellos era amigo pero el otro, era un total desconocido que, desde esa noche, comenzó a atemorizarla.

En la época contemporánea es muy fácil encontrar y comunicarse con las personas por medio de las redes sociales, aquel desconocido fue agradable el día de su cumpleaños; sin embargo, esa madrugada, comenzó a despertar a las 3 a.m por una semana y a tener pesadillas.

No lo relacionó con aquel desconocido hasta que tuvieron su primera salida. Fue una noche fría y ambos, caminaron mucho, en el transcurso, el desconocido comenzó a platicar de sucesos paranormales. Le gustaba escuchar relatos de ese tipo, aunque, los relatos comenzaron a darle mala espina cuando aquel chico nuevo le comentó que podía ver su aura.

—Tienes días que estás triste.—Le djio.—Tu aura es de color azul, las personas tristes tienen el aura de ese color.

—¿En serio?—dijo incrédula. Estaba triste, pero no se lo había comentado en el camino. Sólo había mencionado el problema que había tenido por encima de comentarios.

—Sí. Puedo ver el aura de las personas desde que soy pequeño, en esta vida tengo una misión y creo que tú puedes ayudarme.

—Ah...que interesante.—Respondió incomoda.

—Lo presiento...

—Seguro que sí...

Al llegar a casa después de esa cita tan extraña e incomoda, llegó directamente a encender la computadora, se metió al programa de conversación y mandó un mensaje a su amigo, quién le había presentado al desconocido, cuyo nombre era Ángel.

Platicó con su amigo sobre la noche que había tenido, aquel le calmó diciéndole que no creyera en lo que había escuchado. No le dio muchas vueltas a la situación, pero esa noche, volvió a despertar a las 3 a.m y recordaba con miedo la pesadilla que había tenido.

Un cocodrilo demasiado grande la tenía atrapada en un pantano. Podía recordar el olor de aquel pantano oscuro, era un aroma hediondo y las aguas burbujeantes y verdes desprendían vapor. Aquel cocodrilo parlante le incitaba a hacer lo que ella sabía que más quería.

—Sabes o que quieres.—Insistía.—Lo sabes muy bien.

—No es cierto...

—Lo quieres...y lo sabes...

Así pasó el cocodrilo acechando a la chica en las orillas del pantano, aquel reptil podía caminar en dos patas si le apetecía y sólo lo hizo cuando ella se alejó para no escucharlo más. Tal parecía que aquellas palabras de cocodrilo penetraron tanto en su mente, que cayó en trance. Al llegar a su destino después del pantano, llevaba un arma. Una pistola, que no sabía de donde había salido, pero comenzó a matar a la gente que se cruzaba en su camino sin piedad.

Despertó asustada y sin razón alguna, al volver a ver a Angel, le contó qué desde que lo había conocido, despertaba todos los días a las 3 a.m, él sin sorprenderse, le respondió que la había soñado todo este tiempo y quizás despertaba porque a esa hora, su cuerpo astral regresaba al cuerpo.

—Además, hace un tiempo, tuve una amiga que me dijo lo mismo que tú, que había soñado un cocodrilo que hablaba...Pero el cocodrilo no te hará nada, me encargaré de él.



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Editado: 26.03.2018

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