Ángel Caído

Capitulo VIII - Hola, de nuevo

Me levanté completamente aturdida, sin entender por qué sentía tanto dolor corporal. Miré alrededor mientras pestañeaba, tratando de que mis ojos se adaptaran a la oscuridad.

Me encontraba igual de confundida que antes, pues no distinguía nada de lo que tenia alrededor. Me levanté y tanteé en la oscuridad en busca de un interruptor. Claramente fracasé, y no pude hacer más que suspirar de pura frustración.

Traté de concentrarme y recordar qué estaba sucediendo, tratando de controlar mi respiración agitada y la ansiedad que parecía solo ir en aumento. Había una nube negra que parecía cubrir mis recuerdos, pero tenía la sensación de que algo realmente malo había sucedido.

Fijé mi atención en un enorme ventanal que se encontraba a unos metros de mí, donde se reflejaba las luces de la ciudad y el ruido tormentoso del tráfico. Las luces se encendieron de repente, haciendo que mis ojos se achicaran por el repentino resplandor. Parpadeé hasta acostumbrarme a la claridad y miré a mi alrededor.

- ¿Cómo estás? – Una voz a mis espaldas me hizo sobresaltar. No fue menor mi sorpresa al darme cuenta de que Marcos se encontraba de pie, con una postura aparentemente relajada, recostado a la pared.

- ¿Bien? – Mi voz salió como un graznido, de hecho, no pude hacer más que toser luego de pronunciar esa palabra, que más que una confirmación parecía una pregunta, reflejando la misma confusión que sentía.

-Bebe agua – Marcos parecía preocupado por un instante, mientras que se adelantaba a una mesita de noche que se encontraba al lado de la cama donde yacía hace un momento. Sirvió agua en un vaso y me lo ofreció.

Tomé el vaso casi con desesperación y bebí rápidamente el líquido.

- ¿Estás mejor? – Me preguntó evaluándome minuciosamente con sus ojos. Ahora que lo observaba mejor había algo en él… Y su ropa. Parecían túnicas negras y holgadas.

- ¿Dónde están los demás? – Pregunté refiriéndome claramente a mis amigos e ignorando su pregunta.

- ¿Qué recuerdas exactamente? – Me cuestionó.

- ¿De qué hablas? – Pregunté más confundida aún.

- ¿Qué día es hoy? – Volvió a intentar.

-No te sigo – negué con mi cabeza – No tengo tiempo para juegos…

-Es Noviembre – Me interrumpió – 30 de noviembre – Lo miré como si estuviera completamente demente. Claramente es agosto, hace nada fue el cumpleaños de Karen - ¿Acaso recuerdas algo?

Me planteé de nuevo sus palabras, la verdad es que no recordaba cómo llegué aquí, ni por qué justamente él estaba aquí. De hecho, mis pensamientos estaban hechos un borrón.

-Recuerdo… - Hice un esfuerzo enorme en recordar, al punto de que sentí una terrible punzada en la cabeza, no pude hacer más que sostenerla entre mis manos.

-No debes recordar todo inmediatamente – Me tranquilizó. Se acercó lentamente, como si fuera una bomba de tiempo y estuviera intentando detener una explosión. Me tomó por los codos y me dirigió nuevamente a la cama, haciendo que me sentara nuevamente.

- ¿Dónde está Leon? – Mi frustración era tal, que mis ojos se llenaron de lágrimas - ¿Dónde está Támara?

-Ellos pronto vendrán por ti – Me aseguró. Parecía ser sincero, y con esa idea en mente logré tranquilizarme un poco.

- ¿Qué es este lugar?

-Es una habitación – Respondió con obviedad y eso solo consiguió hacerme molestar.

- ¿Qué hago aquí? – Insistí. No sabía por qué, pero tenía la terrible necesidad de estallar en llanto, y no podía hacer más que intentar controlarme.

-Debes tranquilizarte – Suspiró – Ya tus Guardianes vienen por ti…

- ¿Qué dijiste? – Lo miré confundida ¿Mis Guardianes? ¿Cómo sabía que eran mis Guardianes?

-Supongo que es momento de unas cuantas confesiones – Pareció sopesarlo – Primero, no te desesperes, comenzarás a recordar todo pronto, el sedante tiene efectos amnésicos, y luego de que se te administrara por algo más de dos meses es normal que éstes confundida.

-No estoy de humor para juegos – hice rechinar mis dientes, mientras tomaba de nuevo mi cabeza entre mis manos.

- ¿Recuerdas que empezando el año escolar hubo un terremoto? – Me cuestionó en un tono extraño, quise mirarlo, pero ya me encontraba algo mareada y no sabía por qué – Cuando un Rahea muere en accidentes trágicos la naturaleza suele protestar – hablaba burlón – luego justamente volvió Marcos al instituto, que coincidencia ¿No crees?

-Estás hablando de ti en tercera persona…

-No realmente, teniendo en cuenta que solo tengo su apariencia – Esta vez alcancé a mirarlo, completamente anonadada con lo que estaba diciendo - ¿No me recuerdas, Lyla? – Fingió decepción – Soy tu mejor amigo, ¡Pepe! – Mi mirada horrorizada pareció causarle mucha gracia porque comenzó a reír como un loco.

- ¿Pepe? – Pregunté incrédula.

-Ya que estamos de confesiones preferiría que me llamaras por mi verdadero nombre, Rehinus – Por alguna razón ese nombre de verdad me sonaba conocido – Continuando la historia, me hice pasar como un estudiante de secundaria para pasar algo de tiempo contigo mientras que iba recuperando mi fuerza… Es difícil consumir toda la energía de un Rahea y no morir en el intento.

- ¿Mataste a un Rahea? – Juro que hubiera intentado alejarme de él, pero estaba paralizada en mi lugar.

- Si lo quiere resumir de esa forma – Se encogió de hombros – Sí.

- ¿Por qué? – Sé que debía verme como una estúpida haciendo solo preguntas, pero no terminaba de entenderlo. Sumándole a esto mi extraño malestar actual.

-Discúlpame si te parezco codicioso – Me sonrió – Pero quería recuperar mi cuerpo físico… No conseguí exactamente eso, pero me conformo con el de éste Rahea, es lo suficientemente resistente para soportar mi energía.

- ¿Marcos era un Rahea? – Ante cada declaración estaba cada vez más impactada – Por Dios Pepe, ¿Qué has hecho?

-Dios – Sonrió burlón nuevamente mientras pronunciaba esa palabra, pero, aun así, la soltó con algo de veneno – Todo iba perfecto en mi plan, excepto que no contaba con que te enamorarías de tu Guardian… No pensé que sucedería tan rápido. Lamentablemente al tener un cuerpo físico no podía tenerte vigilada igual que antes.




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