Ángel Caído

Capítulo XI - No te conozco

Pasé el resto del día sintiéndome extrañamente inquieta. Leon no había hecho más que ignorarme, lo que hacía que mi ansiedad creciera notablemente ¿Por qué me besó si luego se comportará así? Le dirigí otra mirada de reproche, debía ser la 20° del día, y aun así no lo notó.

Quería mantener mis esperanzas en alto, pero cada vez se hundían más profundamente en el suelo. Parecía que estuviera cavando la tumba de nuestra relación sin siquiera quererlo.

Quizás estaba molesto porque fui yo quien en un primer momento lo intentó besar, o quizás simplemente se arrepentía de todo aquello, y claramente no tenía el significado que yo creí debía tener.

Eso solo alimentaba a la pequeña nube negra de resentimiento que se aferraba en mi interior, pues, aunque no me recordara, había calado profundamente en mi orgullo que estuviera con otra persona… Y por mucho que intentaba ser elocuente y asertiva, me estaba costando muchísimo no resentirme por esto.

¿Debería luchar? ¿Debería rendirme?

Suspiré sonoramente, consiguiendo al fin que sus hermosos ojos oscuros se posaran en mí. Levantó una ceja interrogante, luciendo fantásticamente en el proceso.

-Estoy muy joven para agobiarme de esta forma – Dije en voz alta, siendo consiente de que no entendería nada – No sé si valga la pena seguir pensando en esto.

- ¿Qué cosa? – Preguntó curioso al ver que no pensaba continuar hablando. Se volteó interesado abandonando un momento su entrenamiento.

-No sé si podamos hablarlo – Reí sintiendo la amargura en mi boca – últimamente siento que no te conozco – Claramente mi indirecta demasiado directa lo trastoco, no pensó que lo atacaría de frente.

-Y eso que fui yo quien perdió sus recuerdos – Siguió mi hilo de ideas, imitando la amargura de mi voz. Por un momento me sorprendió verlo tan serio.

-Solo te olvidaste de mi – Le recordé mientras que me levantaba y me acercaba a donde estaba. Hace unos minutos había parado de trotar en la caminadora para dedicarme a mirarlo, como la acosadora en la que me he convertido desde que volví. Siempre observándolo a lo lejos, incapaz de acercarme, demasiado temerosa de los resultados.

-Parece que eras una parte importante de mi vida – Me detuve de golpe para mirarlo, sin saber si podía presionar un poco más la conversación, sabiendo que lo podía lastimar – Hay muchos espacios en blanco – Sacudió su cabeza como si intentara despejar su mente… Su mente vacía.

-Te entiendo – Continué mi camino, intentando ocultar el nudo en mi garganta – No recuerdo los últimos meses, para mi fue como un cerrar y abrir de ojos – Me comencé a poner los guantes de boxeo que estaban en la estantería, intentando darle la espalda, aunque podía verlo claramente a través del reflejo del gran espejo delante de nosotros – De repente todo había cambiado.

-No recuerdo cómo era antes – Su voz parecía serena, casi un susurro, pero sus ojos se tiñeron de dolor.

Me giré bruscamente, sin saber si había hablado de más, aterrada de repetir la escena que habíamos vivido en el campamento de la Agencia. Me acerqué en dos pasos rápidos, preparada para sostenerlo de ser necesario. Al ver que no se movía, ni aullaba de dolor me hice un poco hacia atrás, notando que de repente estábamos demasiado cerca, al punto de que pude sentir su aliento agitado en mi rostro.

- ¿Todo está bien? – Pregunté sin fiarme del todo de la situación. De repente sus ojos pasaron del dolor a la confusión, y de la confusión a la curiosidad.

-Me tratas como si fuera a quebrarme en cualquier momento – Comenzó a reír, aunque parecía más ironía que otra cosa – No sé quién cuida a quién.

-Éramos algo así como un equipo – Intenté sonreír – Nos cuidamos unos a otros… - Quería decirle muchas cosas, explicarle muchas cosas, olvidando por un momento el pantano donde nos estábamos hundiendo – Y nosotros… - Pensé un momento lo que iba a decir, indecisa al ver su mirada expectante. Desesperada por hablar, pero demasiado temerosa como para hacerlo.

- ¿…Nosotros? – Me presionó.

-Nosotros somos… - Su teléfono comenzó a sonar detrás de él, y la fotografía de Lily apareció en la pantalla. Se encontraba en la silla de abdominales, pero fue imposible no notarlo al distinguir el corazón que acompaña su nombre – Te están llamando – finalicé con el veneno destilando de mis palabras.

-Sí – Parecía confundido al notar de repente la tensión en mis palabras - Luego puedo atenderlo.

-Es tu novia – Zanjé el asunto esperando su reacción. Movió su mano y tomó el móvil sin dejar de estudiar mi rostro. Parecía sorprendido de que supiera aquello.

- ¿Te molesta si contesto? – Me preguntó mientras y yo comencé a negar con mi cabeza inmediatamente, incapaz de hablar - ¿Te molesta algo más? – Lo miré indecisa, sin saber a dónde quería llegar.

- ¿Qué haces? – Lo apresuré – No la hagas esperar – Evadí sus preguntas mientras le daba la espalda, fingiendo desinterés mientras que me acercaba al saco de boxeo y comenzaba a golpearlo.

Por un momento me plantee la posibilidad de salir corriendo, pero una segunda vez ya sería demasiado sospechoso.

- ¿Hola? – Leon contestó al fin luego de unos segundos. No quería ver su expresión, así que me prohibí deliberadamente no mirar sobre mi hombro - ¿Ya aterrizó tu avión? – Mi corazón revoloteó en un movimiento agonizante, sentí que mi pecho se apretaba y mis ojos comenzaron a escocer – Sí, estoy libre esta noche, Támara estará de turno – hablaba de mi como si fuera el objetivo de una misión policial. Algo que cuidar… Un problema del que se podría olvidar esta noche. Me detuve demasiado agobiada por mis pensamientos y la situación.

Sin importarme mucho más, sabiendo que comenzaría a llorar en cualquier momento, quité el sello del guante con mis dientes, deshaciéndome de él rápidamente, para liberar mis dos manos.

- ¿A dónde vas? – Leon habló a mis espaldas, consiguiendo que volteara molesta a mirarlo. No sé qué expresión tenía en mi rostro, pero claramente lo sorprendí. Parecía que había cortado la llamada.




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