Ángel Caído

Capítulo II - ¡Feliz cumpleaños, Karen!

El lobby del hotel se encontraba invadido por personas con trajes ostentosos y perfumes carísimos que hacían que mi nariz enrojeciera y me picara. Llegó el día y todos nos encontrábamos en el hotel para celebrar el cumpleaños de mi mejor amiga ¿Por qué un hotel? Pues bueno, ¿Dónde más se podrían alojar tantas personas y asistir al evento al mismo tiempo?

Karen se veía bellísima en su largo y rojo vestido de noche, mientras que caminaba de un lugar a otro saludando a las personas (claro que todo era un protocolo). Yo me mantenía al margen de la situación con una copa de champaña en mis manos. Necesitaba un momento antes de entrar en mi papel, y al parecer los  padres de Karen compartían mi idea porque estaban igual de tiesos que yo en la otra esquina del salón.

-¿Lyla? – Voltee para encontrarme con un atractivo chico, chico que me doblaba la edad así que debería decir “hombre”.

-¿Señor Martin? - Tantee intentando recordar. Si no me equivocaba, este atractivo señor era el príncipe de mis cuentos de hadas cuando estaba más joven, hace más o menos diez años… Aunque claramente sus facciones se endurecieron y ya no tenía la misma cara que un veinteañero, los años no le han sentado mal.

-¡Cuánto has crecido! – Comentó asombrado - ¡Ya eres toda una mujer! – Ahí tienes desgraciado, yo te dije que algún día crecería y seria una belleza, tú te lo perdiste al rechazarme tomando mis propuestas del príncipe azul como el simple juego de una niña.

-Es que han pasado unos cuantos años – Respondí con educación.

-Sí, tuve que mudarme al exterior y no te pude ver más por un buen tiempo – La verdad es que hubo un escándalo porque se acostaba con la esposa de su hermano y la familia Sforza intentando acallar la mala fama lo enviaron lejos.

-Ciertamente – llamé a uno de los mesoneros para que le entregara una copa – Me da mucha curiosidad saber qué ha hecho todo este tiempo.

-He estado manejando las empresas familiares en Turquía – Lo enviaron bastante lejos, al parecer.

-Que interesante – Comenté - ¿Esa empresa trata de…?

-Venta de licores de alta calidad – Me aclaró.

-Ah claro – Asentí – Creo que leí algo al respecto – Traté de restarle importancia y fingir que no me interesaba, pero la verdad es que le he estado siguiendo el rastro a esa empresa desde hace unos meses pues acabo de invertir en su competencia, cuya accionista mayoritaria es una inteligente mujer de descendencia Coreana. Pocas veces he visto un CEO tan capacitado como esa chica, y confío que para finales de año le estará dando un buen golpe a la empresa de “licores de alta calidad” de la familia Sforza.

-No te preocupes – me miró sonriente, aunque no disimuló ni un poco mientras que utilizaba sus ojos como escáner sobre mi cuerpo – Solo debes buscar un esposo que entienda de esas cosas, él se hará cargo y así podrás hacer cosas que sean de verdadero interés para la población femenina – Una llamarada desagradable creció en mí, al mismo tiempo que escuché como algo dentro de mi interior gritaba histéricamente… Pero me contuve y me mantuve impasible.

-¿Ah sí? – Sonreí - ¿Qué cosas podrían ser? – Definitivamente de pequeña tenía mal gusto para los hombres.

-No lo sé – Se encogió de hombros – Puedes crear tu propia línea de ropa – Levantó su copa como si se le hubiera ocurrido una gran idea.

-Ciertamente admiro a todas aquellas mujeres que se han dedicado a crear su propia marca, no creo que sea un trabajo sencillo… y ¿Por qué cerrar tanto el círculo? La verdad es que también conozco a hombres que son muy buenos en ese trabajo – Bebí un poco de mi copa tratando de detener mi ritmo – De cualquier forma no creo que las profesiones y los gustos se dividan por géneros.

-No es una cuestión de creer o no – Rió en voz alta – Es un hecho histórico… Por ejemplo, la familia Sforza, todo lo conseguido en su momento fue por la capacidad de un hombre.

-¿De verdad? – Esta vez fui yo quien rió – Bueno, supongo que es cierto… la capacidad de convencimiento que tenían sobre las personas al fingir ser mandatarios de Dios era algo impresionante. Un hombre que forjó su fortuna sobre la sangre y fe de otros ha de ser un individuo digno de admiración… - Su sonrisa se borró de sus labios mientras que me escuchaba hablar – Pero sinceramente no le quito meritos a las mujeres de su familia – Me encogí de hombros – teniendo en cuenta que son ellas quienes hacen que todo funcione tras bastidores… ¿O me equivoco? Quizás deberíamos preguntárselo a la señora Sforza ya que es ella quien le permite manejar la empresa en Turquía.




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