— Yo pensé que eras de la Tierra, por eso habían venido a establecerse aquí.
— Eso quise que creyeras, nunca te saque de tu error, perdón por eso, como tenías una gran fuerza, y habilidades para la lucha de pequeña te entrene, aunque según me contaron — mirando a Piccolo — has desarrollado poderes más grandes de los que yo tuve, no podría suponer que algo así pasaría, pero que más se puede esperar de la hija de un demonio y un ángel — dijo orgulloso — toma — le pasó algunas hojas — cuando supe que vendrías escribí todo sobre nuestra raza, sé que usas un aparato especial para leer. Espero te sirvan.
— Gracias — las guardó — ahora entiendo porque no quisiste decirme nada... no te juzgaré, yo también en mi juventud hice cosas que es mejor olvidar ¿Has visto a mamá? ¿Estás en el infierno?
— No te angusties angelito, estoy en el paraíso, al cambiar mi vida, y por el amor que les tuve, y que ustedes me tienen, pude ir con tu madre, no te preocupes por nosotros, estamos bien, más ahora que vemos que por fin ya no estás sola — ambos se abrazaron emocionados.
Ya calmados padre e hija se acercaron a Uranai Baba y Piccolo.
— Gracias por todo — dijo dirigiéndose al namek — por favor, cuídela — el guerrero de piel verde asintió con la cabeza.
— Papá, soy una mujer adulta, sé cuidarme sola.
— Para mí siempre serás mi angelito — le dio un beso en la frente.
— Supay, puedes quedarte durante un día — le recordó la bruja.
— Creo que ya no es necesario — respondió mirando a su hija — ¿O no angelito?
— Llévale mis saludos a mamá, dile que la amo — solo le tomó la mano a su padre y le sonrió para despedirse.
— Ella lo sabe, adiós angelito.
Piccolo e Izbet se despidieron de Uranai Baba, quien hizo propaganda a la del mechón blanco de sus servicios, en el camino de vuelta iban callados, hasta que casi llegaron al Templo Sagrado.
— Gracias — le dijo sinceramente la mujer.
— Espero que ahora puedas entrenar como corresponde, y no sigas haciéndome perder mi tiempo — respondió serio.
— Como diga honorable "Sensei" Piccolo jajajajajaja.
— ¿Cómo? — pero ella ya había aumentado su velocidad para llegar antes al Templo, iba dando volteretas en el aire, volvió a ser la misma de antes, pensó sonriendo el guerrero.
Luego de eso pudo Izbet concentrarse, y volvió a su carácter de siempre, lo que le trajo más de un dolor de cabeza a Piccolo.
Como a Gohan le dio un traje de pelea como el suyo, pero ella insistió en usar el propio.
— Prefiero este — le dijo mostrándole el tipo overol que siempre usaba, oscuro.
— No, el que tienes puesto es mejor, es más holgado.
— Este es elástico, se adapta bien al cuerpo, además no es de dos piezas.
— ¿Y eso qué?
— El que me distes se puede soltar.
— No digas tonterías. Deja ese otro guardado.
Supuestamente zanjado el asunto, él empezó con la meditación, una tarde cuando Dende y Mr. Popó estaban observando ella estaba muy quieta, pasaron seis horas, por fin el guerrero estaba conforme.
— Bien, por fin podemos empezar las luchas ahora que controlas...
Entonces un ronquido profundo se escuchó de la mujer. Por un segundo todos quedaron con cara de incredulidad ¡¡¡No estaba meditando sino durmiendo!!!
— Izbet — gritó sin poder contener su furia el guerrero.
— No te molestes — rió la mujer — no me dormí, solo era una broma ¿Ahora qué haremos?
Sin saber si era verdad o trataba de tomarle el pelo de nuevo, el hombre se dio vuelta y bajo a la tierra a tranquilizarse, volvió al otro día, ella estaba en el mismo lugar, pero ahora con los ojos abiertos.
— Tan temprano ya empezaste a meditar, a ver si ahora no te duermes también — dijo todavía molesto.
— Desde que te fuiste he estado haciendo mi ejercicio, pregúntale a Dende y Mr Popó, y no seis horas sino ocho. No quise molestarte, cuando luchó en mis exhibiciones siempre hago cosas así, con mi padre era igual, por eso me acostumbré a hacer mis "payasadas", pero no lo hice para burlarme de ti, lamento de verdad si te sentiste ofendido. Cuando entrenaste a Gohan era un niño y lo moldeaste a tu modo, yo soy adulta, y ya tengo mi carácter definido... es especial, lo sé... recuerda siempre que tú tienes todo mi respeto — para demostrárselo se levantó y le hizo una reverencia.
El otro sabía lo difícil que era para ella reconocer sus errores, y más que le demostrará su sumisión a cualquier persona, con ese gesto logró que el enojo del guerrero pasará totalmente.
— Por hoy descansa, mañana empezaremos a entrenar en combates.
Y así volvió el problema de la ropa.
— Estoy segura que se caerá.
— Eso no ocurrirá, ya, empecemos.
— Esta bien, sensei.
Editado: 25.09.2019