Ángel Ciego 1. El comienzo

Parte 12

— Sr. Piccolo ¿Qué siente por Izbet?

— La quiero mucho, es mi amiga, una excelente guerrera.

— ¿Nada más? — sonrió maliciosa.

— No me digas que tú también estas con esa — dijo molesto.

— Ambos se ven tan bien como pareja ¿Por qué no lo intenta? — preguntó con su mejor cara.

— No es de tu incumbencia, por favor, no vuelvas a tocarme el tema sino de verdad me voy a enojar contigo.

En vista del resultado fue con la mujer a conversar lo mismo.

— ¿Qué piensas del Sr. Piccolo?

— Es mi amigo, lo aprecio mucho, es un ser muy poderoso.

— No sientes nada más por él — dijo con tono insinuador.

— ¿Tú también cariño? Que acaso no puede haber una amistad sincera entre un hombre y una mujer.

— Pero es que ustedes harían una bella pareja.

— En los sentimientos no se manda por mucho que uno quiera cariño, Piccolo nunca podrá enamorarse de nadie — suspiró resignada.

— Lo sabía, lo amas — sus ojos brillaron felices al ver que por lo menos con ella no se equivocó.

— No es así — se atropelló al hablar, nerviosa — y es mejor que no insistas sino me enojare.

— Esta bien, no quiero que te molestes conmigo, prometo no contarle tu secreto a nadie — arrancó volando y riendo.

Pasados 10 años, el namek y la medio demonio habían tenido muchas aventuras juntos, pero últimamente Izbet sintió su cuerpo cansado, al ir al médico le descubrieron una enfermedad mortal.

— Videl, necesito conversar contigo. Puedes venir a mi casa — preguntó angustiada.

— Enseguida voy — antes de media hora ya estaba con su madrina — ¿Qué pasa? — dijo al verla nerviosa.

— Fui a un chequeo y.... tengo una enfermedad a la sangre, fui muy tarde... por ahora los tratamientos ambulatorios no han resultado, debo hacerme algunos más agresivo para darme un tiempo más ¿Podrías cuidarme? — prefirió ser directa, sería duro para su ahijada, pero no quiso ocultarle nada, necesitaría mucho apoyo, y si ella sabía la verdad podría ayudarla mejor.

La mujer de los ojos azules no podía creer lo que le contó, no podía ser cierto lo que escuchó.

— No bromees con eso.

—Es verdad, tengo un tipo extraño de leucemia, me someteré a un tratamiento bastante fuerte para darme algo más de vida, pero necesito quien me cuide. No quiero sobrecargar a mi asistente con eso, hace meses deje la empresa en sus manos...

— Iré con Dende, es el dios de la Tierra, debe ayudarte — la interrumpió asustada.

— No, espera, no les digas... — pero la otra ya iba volando lo más rápido que podía al Templo Sagrado.

— ¿Le pasó algo a Gohan o a Pan? — le preguntó Piccolo al verla llegar en ese estado de nervios.

— Tengo que hablar con Dende, tiene que salvar a Izbet — respondió entre sollozos.

— ¿Qué dices? ¿Qué le pasó? — la tomó de los hombros y la zarandeó ansioso de saber que ocurría.

— Está muriendo, tiene leucemia.

Por un segundo Piccolo abrió los ojos comprendiendo, todo le cuadraba, recordó que la mujer ciega ahora iba a verlos en una nave, no volando, y se pasaba la tarde conversando, siempre decía que estaba cansada, que la siguiente semana volvería a ejercitar de nuevo. El hombre verde salió lo más rápido que pudo a reunirse con Izbet.

— ¿Por qué no me dijiste? — preguntó en un susurro cuando estaba a su lado.

— No quería sentir la piedad de todos, además no hay nada que pueda hacer nadie, con lo que harán solo alargarán un poco más mi final, solo quería que Videl me llevará a los tratamientos, y me cuidará en casa.

El guerrero la tomó en brazos y la llevó al templo.

Cuando llegaron.

— Lo siento Izbet, no puedo... — dijo con tristeza Dende — si fuera una herida sería distinto.

— Lo sé, por eso no te pedí ayuda — le sonrió para reconfortarlo.

— Me quedaré en su casa, yo cuidaré de ella — afirmó el guerrero, Videl y los demás quedaron más tranquilos, sabían que no podía quedar en mejores manos.

— Enseguida iré con la asistente de tu empresa a conversar, tampoco sabe lo que ocurre ¿Verdad? — preguntó la ahijada.

— Tú eres la primera a quien le conté. Solo le dije que quería tomarme un tiempo de descanso.

Desde entonces la figura del hombre de piel verde se volvió conocida en el hospital por acompañar a la mujer ciega a sus tratamientos, además de su voz, ya que Izbet le pedía siempre que le leyera un libro de poemas de Mario Benedetti mientras permanecía internada, muchas enfermeras se tomaban sus descansos al otro lado de la puerta, su manera de leerlos les encantaba, lamentablemente el tiempo pasó rápido, y ya el final se acercaba inexorable.

Ella pidió pasar sus últimos momentos a solas con los que se habían vuelto sus mejores amigos, Mr. Popó, Piccolo, y Dende.



#512 en Fanfic

En el texto hay: aventuras, conocerse

Editado: 25.09.2019

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