— Sólo tengo unas extrañas sensaciones, al ver meditar al que dice que soy su mujer, tuve una visión, creo que estaba luchando contra él, en un lugar oscuro, tal vez éramos enemigos.
— Nada de eso, lo que pasa es que ustedes entrenaban juntos.
— Todavía no creo que sepa luchar.
— Es una gran guerrera.
— No creo poder dar ni una patada.
— Debería intentarlo, así puede estimular su memoria.
El dios empezó a practicar con Piccolo, y de a poco empezó a unirse Izbet.
— ¿Cómo se siente ahora? — le consulto unos días después de nuevo Shin.
— Muy bien, no hay mejor sensación que el cansancio luego de una buena pelea, pero no logro recordar nada.
— ¿Todavía le tiene miedo al Sr. Piccolo?
— Algo, la forma en que me mira me pone nerviosa, es como si quisiera leer mi mente.
— Mmm... voy a ir al Planeta Sagrado, quiero conversar con mi honorable antepasado a ver si puede ayudarme con alguna idea.
— ¿Demorarás mucho en volver? — había algo de temor en la voz de la mujer.
— No lo sé, pero tranquila, él la cuidará bien, no debe tenerle miedo.
— Bueno, nos vemos.
En el Planeta Sagrado.
— Por fin te dejas ver ¿Cómo está la mujer? — preguntó el anciano Kaio Shin.
— Todavía no recupera la memoria, no sé qué más hacer para ayudarla ¿Podría darme alguna idea?
— Conquistarla — le recomendó el hombre mayor la mar de tranquilo.
— ¿Qué dice? Ella ama al Sr. Piccolo.
— Corrección, lo amaba. Todos nos dimos cuenta desde que te conoció que te tiene un cariño especial, incluso ese tipo lo siente, por eso no le gusta que ustedes estén juntos.
— No podría aprovecharme de su estado — razonó el joven dios.
— Eres un necio, ella podría llegar a amarte. Si la traes a vivir acá, no hay forma que pueda recordar su vida anterior, sería un nuevo inicio para ambos.
— No debo, si ella recupera la memoria me odiará — dijo luego de un momento de silencio.
— ¿Y si nunca lo hace? Arriésgate, tal vez no seas el final de su hilo rojo, pero muchos que no lo son viven juntos, y hacen una vida plena.
— ¿Y si nunca me ama como yo a ella? — preguntó melancólico.
— Al principio no será así, pero quien sabe en el futuro, piénsalo.
— Con todo respeto, Señor — dijo Kibito — disculpe mi intromisión, yo sé cuánto la quiere, creo que él tiene razón, debería intentarlo.
— Lo pensaré.
Se quedó unos días para meditar que debía hacer, su mente le decía que su antepasado tenía razón, pero su corazón insistía que no debía engañar a la mujer que amaba.
— Me voy a la Tierra — dijo luego de tres días.
— ¿Tomaste una decisión? — quería saber el anciano.
— Todavía no.
— ¿Lo acompaño Señor? — se ofreció Kibito.
— No, prefiero ir solo.
— Señor, no ha pensado que, si decide enamorarla y ese tipo se da cuenta, puede reaccionar violentamente.
— No se preocupen, estaré bien.
Cuando volvió a la Tierra, la pareja estaba en la casa frente al mar, cerca de Florida, cuando apareció vio que ambos estaban muy cerca, al parecer mirando fotografías, la mujer saludo algo nerviosa a Shin, y se fue rápidamente a nadar, Piccolo se acomodó en posición de meditación en la terraza de la casa.
— ¿Cómo te fue?
— Mal, mi honorable antepasado no pudo ayudarme — se sentó a su lado, abrazando sus rodillas.
— Es irónico que tuvo que perder la memoria para poder disfrutar así del mar, antes nunca hubiera nadado en la parte honda — ambos la miraron por un rato, hasta que la mujer salió del mar riendo.
— El agua está deliciosa, vengan a nadar.
— No, gracias — respondió el namek.
— ¿Y tú?
— No tengo ropa adecuada — se excusó el dios.
— Ese no es problema, encontré varios trajes de baño de varón en la casa, alguno debe quedarte bueno, creo que eran de mi hijo.
— En ese caso me cambio enseguida. Con su permiso, Sr. Piccolo — fue a la cabaña.
En el mar la mujer y el dios nadaban, competían, conversaban y se reían, Piccolo estaba cada vez más molesto y celoso.
— ¿Y cómo la pasó en el tiempo qué no estuve? — estaba curioso el joven.
— Bien, nunca pensé que él fuera tan conversador, normalmente está muy callado, me mostró fotografías, y me contó varias anécdotas, aunque todavía me molesta su manera de mirarme. Tenías razón, no debía temer nada de él. Quería pedirte que nos dejes solos por un tiempo ¿Se puede? — se le notaba contenta e ilusionada.
— Por supuesto. Entonces me voy — le dolió el corazón al escuchar eso.
— ¿Podría ser mañana en la noche? Quisiera seguir nadando en compañía de alguien — señaló al hombre de piel verde — no creo que él me acompañe cuando estemos solos.
— Bueno — le dio una sonrisa forzada.
Al anochecer salieron del mar e hicieron una fogata, todavía el guerrero seguía en la misma posición, ahora con los ojos cerrados, como creían que estaba meditando o durmiendo, no le hablaron para no molestarlo. En realidad, él estaba recordando cada momento de los días que estuvieron solos con Izbet; una noche conversaron a la luz de la luna hasta muy tarde, ella se quedó dormida afirmada en él, así que la fue a dejar a su habitación, por un momento el namek recordó lo que vivieron entre esas paredes y estuvo tentado de quedarse a su lado en la cama, pero cómo todavía ella no recordaba lo que sentía por él prefirió irse. Al otro día mientras miraban las fotografías, estuvieron tan cerca, sintió su suave aroma, estuvieron en silencio un rato, luego se miraron a los ojos, estuvieron tan cerca de besarse, pero para su mala suerte justo en ese momento llegó Shin. Pasó la noche allí mientras el dios y la mujer fueron a sus respectivas habitaciones a dormir. En la mañana temprano vieron que el namek todavía estaba en la misma posición que la noche anterior, así que decidieron no molestarlo. Se pusieron de nuevo trajes de baño y entraron al mar, al medio día salieron conversando y riendo, Piccolo estuvo meditando lo que le dijo el joven dios que podrían ayudarle a recuperar la memoria a Izbet, cuando ella pasó a su lado Piccolo se levantó, le tomó el rostro con las manos a la mujer que lo miró sorprendida, y la besó, al principio ella se resistió, para quedar totalmente quieta, el guerrero pensó que era porque recuperó la memoria, pero cuando se separó y abrió los ojos tuvo el tiempo justo para detener una patada en la entrepierna, pero no logra evitar una cachetada, los ojos de la medio demonio estaban negros, y desplegó sus alas por primera vez desde que tenía amnesia.