— Yo no soy una Kaio, lo llevaré — se ofreció Lilith.
— Tú tampoco debes trasladarlo ni ir al infierno.
— Intenta detenerme — ella lo desafió traviesa.
— Vamos todos — terminó rindiéndose.
— Cariño, por favor avísale a tu mamá lo que pasa, que me reemplace en la oficina, no sé cuánto demoré.
— Le diré amor, cuídate — se despidió de beso con su esposo.
— Cuida a mamá, obedécela en todo — le da la mano a su hijo, que lo miraba con el ceño fruncido.
— Sí papá — respondió y se puso al lado de su madre.
Cuando llegaron al infierno.
— ¿Por qué trajiste a Yun y Lilith? — preguntó nervioso Piccolo.
— Estábamos juntos cuando me llamó — respondió preocupado por su expresión — ¿Qué pasa?
— Es que ocurrió algo — dudo si hablar, pero al final siguió — Izbet se molestó y se ocultó, me costó mucho encontrarla, no me dejó hablar y de nuevo se escondió, hace días que la buscó, pero nadie la ha visto, no quiere volver a verme, pero necesito que me escuche para aclarar el malentendido, por eso quería pedirte tu ayuda — le dijo al dios.
— ¿Qué pasó exactamente papá? Mamá tiene su carácter, pero esto no parece una pelea normal — el namek no quería responder.
— ¿Te vio... con otra mujer? — preguntó Lilith que desde que llegaron lo miraba fijamente.
— ¡¡¡¿¿¿CÓMO???!!! — exclamaron incrédulos los otros varones.
— Está a torso desnudo — explicó la pelirroja a la mirada de pregunta de todos — hay lápiz labial en su cuello, mejilla y labios, Izbet no usa maquillaje, además apesta a perfume barato que no es de ella — los hombres la miraron asombrados — es cosa de ser observadora nada más. No creo que todo eso sea por haber luchado con alguien.
— Algo así pasó — confirmó complicado el hombre verde.
— ¡Cómo pudiste papá! — lo recriminó molesto Yun.
— Al diablo, al menos ustedes déjenme hablar — respondió molesto Piccolo.
— Qué explicación puedes dar — lo encaró su hijo.
— No sé quién es ella, de pronto sentí a alguien sobre mí, cuando abrí los ojos vi a una mujer, ambos estábamos desnudos, ella gemía sobre mi estómago simulando que teníamos sexo, en ese momento al fondo apareció Izbet, tan pálida que parecía un fantasma, me gritó que no quería verme más, y salió corriendo.
Sintió gemidos que le llegaban entre la bruma de la inconsciencia, le costó abrir los ojos, vio a una mujer sobre él, se dio cuenta que ambos estaban desnudos, cuando logró enfocar bien la vista, vio aparecer a su pareja, quien le gritó algo, desplegó sus alas y se fue.
— ¿QUE DEMONIOS? — el guerrero verde se levantó dejando caer a un costado a la extraña — ¿QUIÉN ERES?
— Eso no importa, mejor sigue a tu mujer, creo que no le gusto vernos así — le dijo la desconocida.
El namek tomó sus pantalones y la faja, se los puso y voló para poder alcanzar a Izbet.
— No pretendes que te creamos algo así.
— Es lo que ocurrió.
— ¿Dices la verdad? — se le acercó Lilith y lo quedó mirando fijamente.
— Sí — el guerrero le sostuvo la mirada.
— Te creo. Iré a conversar con ella, ustedes quédense acá. No quiere verte, solo la harás enojar más si insistes con ella — le dijo al namek — y si va Yun... mejor ni hablar.
— Él intentó encontrarla por días ¿Cómo lo harás tú? — se extrañó Shin.
— Ambas somos de la misma raza — le guiño un ojo — sé que la encontraré. Espérenme, y por favor arréglate — le dijo a Piccolo.
Ese tiempo la medio ángel se escondió cerca de donde estaba el tipo de pelo blanco, con quien había conversado su situación.
— ¿Y si en vez de esconderte vienes conmigo? Voy a volver a mi tierra, allá soy el gobernante, puedes ser mi invitada — le sugirió el desconocido.
— Tal vez sea lo mejor — dijo meditando la del mechón blanco — así no tendré que verlos juntos a cada rato.
— Acepta y nos vamos enseguida — dijo el hombre, su risa era extraña, pero ella preocupada no se dio cuenta.
En ese momento los encontró Lilith.
— Hola — a la pelirroja no le gustó la mirada del tipo que estaba conversando con la medio demonio.
— ¿Qué haces aquí?... entiendo... — Izbet miró al suelo, y al hablar marcó cada sílaba — porque no deja las cosas en paz, y sigue su historia de amor con Briseida — terminó con tono irónico.
— ¿Puedes dejarnos solas? — le pidió la recién llegado al hombre de pelo blanco.
— Solo si mi amiga quiere — dijo desafiante.
— Sí, por favor — cuando quedaron solas, estalló — ¿QUÉ QUIERES?
— Ahora estás más ciega que cuando no podías ver.
— ¿A qué te refieres?
— Conozco poco a Piccolo, pero hoy cuando me dijo lo que ocurrió, sentí que decía la verdad, y tú que has pasado tanto juntos no le crees.
Editado: 01.04.2020