Ángel Ciego 12. Aventuras en el inframundo

Una aliada inesperada

— Es algo que le compre a la perrita de la casa — explicó Yun, Cancerbero llegó con el juguete, lo dejó a los pies del joven que le acariciaba las cabezas — ¿Quién es un lindo perrito? Te lo lanzó por última vez, debemos seguir... — los ladridos lo dejaron casi sordo — está bien, déjanos pasar.

Rápidamente siguieron a tierra adentro, volando, pero la oscuridad, la neblina y por lo bajo del techo de piedra decidieron continuar caminando, apenas pusieron pie en tierra las almas de los impíos los atacaron.

Piccolo usó varios Makankosappo, Kaio Shin reunió energía en sus manos, las unió y la lanzó, Yun uso su ataque más poderoso, Inferno, concentraba su ki en la palma de su mano, y la expulsaba en un rayo negro, bastante grueso.

— Ellos no usan su ki para atacar, solo su fuerza — analizó el joven.

— Pero si seguimos con estos ataques nos agotaremos muy rápido, debemos luchar cuerpo a cuerpo — ordenó el namek.

Pero eran tantos que los rodearon rápidamente, en ese momento una gran telaraña tomó a cada uno de ellos y los subió a una cueva en el techo, allí había un ser que de la cintura para arriba era una joven mujer de pelo negro, pero para abajo tenía un abdomen gigante y patas de araña.

— ¡¡¡ARACNE!!! — gritó nervioso Kaio Shin.

— Hola cariño, tanto sin verte — se le acercó melosa al dios.

— ¿Cómo estás? — trató de sacarse la telaraña y alejarse de la mujer — es que luego que sellaron la entrada...

— Tranquilo, lo importante es que viniste por mí — se le volvió a acercar seductora.

— En realidad buscamos a una amiga — se explicó.

— ¿Especial? — la mitad araña parecía molesta.

— Es la mujer de mi amigo — apuntó al namek.

— Hummm... qué manera de decepcionarla a una... pero lo que importa es que te tengo a mi lado de nuevo.

—Es que ahora yo... — se sonrojó, y sonrió nervioso.

— Ahora tiene novia — dijo de sopetón Piccolo, impaciente.

— ¡¡QUÉ!! — fingió estar furiosa — así que me ganaron, bueno, que le haremos — se le acercó sonriente — si lo de ustedes no funciona acuérdate de mí.

— ¿Puedes ayudarnos a llegar al Palacio de Hades? — preguntó Shin.

— Los llevaré una parte del camino, están acostumbrados a verme caminar por el techo.

Padre e hijo iban acomodados en el abdomen, pero ella llevaba al dios abrazado.

— Mejor voy con mis amigos — dijo avergonzado Kaio Shin.

— No hay espacio, acá estás más cómodo.

Luego de varias horas en que pasaron sobre el Tántalo y los Campos Elíseos, vieron por fin el Palacio.

— Hasta aquí me está permitido llegar, tengo prohibido pasar más allá.

— Gracias por tu ayuda — le agradeció sinceramente Yun.

— De nada — dirigiéndose al joven dios — promete que si vuelves a estar soltero, me darás una oportunidad — le tiró un beso y se devolvió.

Volaron con cuidado para que no los vieran, bajaron cerca del Palacio, vigilaron un rato, en eso pasó cerca Briseida, el medio namek la tomó por la espalda, le tapó la boca y la llevó donde estaban los otros.

— ¿Si te suelto prometes no gritar? — le preguntó Yun, ella asintió.

— ¿Cómo llegaste? — dirigiéndose al namek.

— ¿Dónde está Izbet? — preguntó Piccolo tomándola del brazo.

— Dentro del castillo, ya está casi todo listo para que se case con Hades.

— ¡¡¡Casarse!!! — gritaron los tres.

— Así es, es mejor que se vayan, no pueden hacer nada por ella.

— ¿Por eso le hiciste creer que eras mi amante? — la miró fijamente.

— Si no lo hacía mandaría a mi hermanito al Tántalo. El amo quería traerla, estaba seguro de conquistarla, se cree irresistible, por eso la separé de ti, pero luego que la pelirroja conversó con ella entró en dudas, tuve que dormirla para que le reemplazarán la memoria, ahora todos ustedes son desconocidos para tu mujer.

— ¿En qué parte del castillo está? — consultó Yun.

— En la sala principal, tendré que despertarla en un rato más.

— Llévanos — ordenó Piccolo.

— Si el amo nos encuentra nos desaparecerá.

— L L E V A N O S — dijo de nuevo el namek sin posibilidad de réplica.

Pasaron por varios pasillos que hasta el momento estaban desiertos, llegaron a un lugar grande, de techos altos, iluminado trenuemente por velas, en un sector había una urna, dentro estaba Izbet con un vestido blanco, todos se acercaron a ella.

— Que maleducados, llegar a una boda sin ser invitados — apareció desde un rincón el dueño de casa.

— Libérala ahora — dijo con tono bajo Piccolo.

— Jajaja... oblígame — aparecieron diez de sus servidores más fuertes para ayudarle.

El dios del infierno les atacó confiado en su poderío y creyendo que a la primera los derrotaría, pero el namek se defendió con un makankosappo, y logró tirar al ser supremo contra la pared, que contraatacó con la ayuda de sus sirvientes, los tres cayeron malheridos en medio del salón.

— No pueden derrotarme, soy el dios de los muertos — se acercó a ellos, les tocó la frente y sonrió triunfante — que grupo tan especial... tú eres su hijo, quien la quiere tanto... — rió irónico — por eso creíste lo que te dijeron de ella, la trataste de mentirosa y la dejaste morir sola — los remordimientos volvieron a atacar al joven, por un rato se sumió en sus tristes recuerdos — y tú, el amable Kaio Shin, siempre ayudando a los demás, solo la protegiste porque... — sonrió maliciosamente — un sentimiento tan inocente, tan puro... sin una caricia ni un beso jajaja — hacia Piccolo — su gran amor, eran la pareja perfecta, si no fuera por un simple accidente solo hubieran sido amigos toda su vida — se alejó caminando lentamente de ellos — además ya no quiere verte, le creyó a una extraña más que a ti.

— No me interesa que no me crea, aunque nunca más quiera saber de mí, la rescataré de tus garras.

— Jajaja, ni siquiera puedes moverte. Briseida — se acercó la sirvienta — despierta a mi "amorcito", quiero que sea testigo de su desaparición, verán que son menos que nada para ella.



#6690 en Fanfic

En el texto hay: engano, amor, luchas

Editado: 01.04.2020

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