Ángel Ciego 7. Rebelión en el Infierno

Soledad

Ella sabía que sin Piccolo que los detuviera nadie podría evitar que salieran a la Tierra, allí harían mucho daño, se acordó de su sueño, éste podría cumplirse... su hijo Yun, Bet, sus amigos, se estremeció al pensar que podían hacerle esos demonios, no quería arriesgarse, sabía que él era el único capaz de detenerlos, la angustia de los días anteriores por fin desapareció.

— No puedes tomar mi lugar — le habló a su amado en el idioma namek — mi pesadilla se volvería realidad, no dejaré que eso pase, sé que no te gustará lo que haré, pero siento que es la única solución.

— ¿Qué piensas hacer? — cuando comprendió — encontraré la manera de resolver esto, no lo hagas — le pidió el guerrero en el mismo idioma.

— No puedo correr el riesgo, debo evitar como sea que mi sueño se vuelva realidad... te amo, mi último pensamiento será para ti y nuestro hijo — le respondió todavía en namek.

— ¡¡¡NO!!! — todos se distrajeron con el grito de desesperación del hombre verde.

Freezer fue el primero en comprender lo que pasaría.

— Cell cuidado, no la sue... — no alcanzo a decir nada más, Izbet juntó las últimas energías que le quedaban, hizo aparecer sus alas y las extendió rápidamente, el androide sorprendido la soltó.

Piccolo vio como ella cayó en la máquina, bajo la vista al suelo, cerró los ojos y apretó los puños, los rebeldes aprovecharon para atacarlo, al levantar nuevamente la cabeza el namek, hasta los más valientes entre ellos sintieron lo que era el terror, su ki en ese momento hizo estremecer el infierno y el paraíso. Nada lo detuvo, golpeó, lanzó rayos, era increíble la rapidez que tenía, en un instante logró tener todo bajo control, pero sintió que el precio que pagó por el triunfo fue muy alto.

— Llegamos apenas pudimos — apareció Enma Sama — tuvimos que sofocar una revuelta en el otro extremo del infierno, ahora entiendo que fue una distracción para dejarte solo con ellos — guardo un momento silencio, entendiendo los sentimientos del otro — me dijeron que prefirió ser ella la que pasara por la purificadora de almas, en vez de ti.

— Así es.

— Saike ¿Qué pasó con la máquina? — preguntó el jefe de los ogros al ver que salía humo de ella.

— No lo sé — respondió el aludido — el mecanismo se quemó, lo que no sé si el alma logro ser enviada para encarnar antes que explotará, sino...

— ¿Sino qué? — preguntó Piccolo.

— Desapareció para siempre.

— No puede ser.

— Lo siento, fue una mujer valiente — trato de animarlo el Juez de las almas.

Es una mujer valiente, su alma no se disolvió, renació, estoy seguro.

Mientras los ogros se llevaban a Freezer y los demás, a Piccolo le llamó la atención algo que brillaba en la tierra, era la cadena con la argolla del padre de Izbet, los tomó, arregló la cadena, y se la puso con el anillo al cuello, miró al cielo, cerró los ojos, y pidió con todas sus fuerzas que Izbet hubiera encarnado, y que esta vez pudiera tener una vida feliz.

Pasado tres días, Piccolo por fin logró dormitar algo y soñó con ella, le pedía paciencia, que volvería pronto, fue tan real, que cuando despertó quedó muy triste, pero esperanzado que fuera una señal de que estaba bien.

A la semana de la rebelión, él seguía cerca de la entrada, entrenando solo y recordando a su amada cada vez que sentía la argolla.

"¿Tendrá una vida tranquila en esta encarnación? ¿Podré reconocerla de alguna forma si llega al infierno de nuevo?".

De lo que él estaba seguro era que Izbet tendría nuevos amigos, familia, y lo que le dolía más, otro amor, cuando la juzgarán de nuevo sería con alguien más con quien tendría formada una historia de vida. Se negó siquiera a considerar que su alma desapareció. En ese momento llegó Enma Sama con un grupo de ogros que rodeaban a alguien, de quien sólo se veía la aureola de su cabeza.

— No te fíes por su apariencia — dijo el juez de las almas — al verla pensamos que era un ángel ya que la trajo Kaio Shin, antes de irse nos dijo que salvó un planeta entero, ni siquiera pude revisar su expediente, al comentar que con esos antecedentes debía ir directo al paraíso, se enfureció y destrozó la oficina, así que la traigo como castigo. Creo que tendrás que vigilar muy de cerca a este individuo — cuando se apartaron el hombre verde vio a una mujer con un vestido largo blanco con capucha, que cubría la parte superior de su rostro, tenía a su lado un bolso.

A Piccolo inmediatamente le llamó la atención su sonrisa irónica, se le hacía muy conocida esa forma de pararse con los brazos cruzados... le recordaba a... estaba seguro que DEBÍA ser ella, quería comprobarlo, pero al mismo tiempo temía levantar el capuchón y descubrir que sólo fueron sus ganas de encontrarla las que lo confundieron, se acercó lentamente, con mano insegura apartó la capucha.



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En el texto hay: dolor y recuerdos, angustia y drama

Editado: 23.12.2019

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