— En el planeta de las amazonas solo se permiten hombres para la reproducción, para los trabajos de fuerza y peligrosos tenemos robot, incluso hay otros especializados para el esparcimiento de las mujeres que lo requieren y no desean emparejarse con sus compañeras — terminó su relató Myrina.
— Bulma — le preguntó la ciega cuando estaban solas — si la Perla de la Sirena afectaba sólo a los hombres al igual que ahora este sonido, y esa vez Piccolo no fue afectado ¿Por qué ahora sí?
— Solo es una especulación — dijo la científica — pero creo que luego de haber sido humano, él es más hombre que namek... al menos en su mente.
— Eso debe ser.
Aprovechando el tiempo, Izbet empezó a entrenar a la amazona.
— ¿Para qué lo haces? — preguntó enojada la androide — llegando puede volverse contra nosotras.
— No lo creo, siento que es una buena persona, y podrá ayudarnos de mejor forma ahora, somos 3 contra un planeta, su apoyo nos vendrá bien.
— Ojalá no estés equivocada.
Al llegar bajaron donde no pudieran verlas y escondieron la nave, la guerrera las dejó en su casa, y fue a investigar qué había pasado desde que volvió la expedición. Llegó muy agitada.
— Su Majestad no hará el torneo, ya eligió a alguien — dijo Miryna.
— ¿Es de la Tierra? — preguntó nerviosa Izbet.
— Es el hombre verde.
— ¿Todavía puedo retarla a duelo por él? — si no es así, destruiría todo para rescatarlo o moriría peleando se dijo Izbet.
— Sí, debemos ir al anfiteatro, allá lo proclamará como su consorte oficialmente, entonces será tu última oportunidad.
Fueron al lugar, con sus mecanismos, los lentes de contacto y la ayuda de sus compañeras nadie se dio cuenta que era ciega, lograron acomodarse en las primeras filas. La Monarca apareció en el palco, era rubia, ojos verdes, piel clara, muy alta, informó que había decidido omitir el torneo, hizo entrar a Piccolo, estaba con los ojos apagados, sólo vestía un pantalón tipo deportivo corto negro, ajustado, y un grueso collar del mismo material en su cuello que tenía dispositivos que anulaban la voluntad de quien lo usaba, y hacía que obedeciera cualquier orden que se le diera, cuando era retirado el individuo no recordaba nada de lo que hizo mientras lo llevaba puesto.
— Reclamo a este hombre como mi consorte ¿Alguien quiere rebatirme su posesión? — la monarca siguó la tradición segura que nadie hablaría.
— YO — gritó Izbet y voló al palco.
— Vaya ¿Quién eres? — miró a la mujer que la retaba, tan baja y rellena, no podrá conmigo se dijo.
— Majestad, es la mujer de la Tierra que le comenté — explicó la comandante y pareja de la reina.
— ¿Cómo llegaste? — sentía que no era tan débil como le había dicho su amante.
— Que importa eso... soy la pareja de este hombre, y te reto por su posesión... me llamó Izbet Supay.
— Supay... — intercambio miradas con la comandante — que interesante, veo que papá pasó por la Tierra luego que se fue de acá... mi nombre completo es China Supay... querida hermanita — terminó con tono irónico.
— Mientes... papá no tuvo más hijos, me hubiera dicho — debía estar mintiendo para humillarme pensó la del mechón blanco.
— Hermanita, acaso no sabes que los hombres sólo sirven para tener hijos, luego hay que desecharlos, son todos iguales, mentirosos, cobardes, y débiles, nuestro padre no es distinto de cualquier otro. Y sobre él — apuntó al namek — no te preocupes, ahora que será mío todo quedará en familia...jajajajaja.
— Quien te has creído para decir esas cosas — el tono de la medio demonio era frío, lento — papá y Piccolo no son así... y no me digas hermanita maldita embustera.
— Eso crees — formó una esfera de energía — mira la energía, debe ser como la tuya.
— No puedo, soy ciega — se sacó los lentes de contacto.
— Que inútil — su madre debe haber sido una basura, como ella pensó la monarca — entonces sientes la fuerza oscura, es como la tuya o no.
— Estoy segura que tu padre era de la misma raza que el mío, pero no "EL MIO".
— Convéncete, es el padre de las dos, fue capturado y ganó el torneo, no quedó totalmente controlado, mamá no se dio cuenta hasta que escapó, pero antes la embarazó de mí. Si quieres llevártelo — apuntó a Piccolo — deberás derrotar a una de las más fuertes de mi pueblo, luego a mi Comandante — le dio un beso a la líder del ejercito — y si todavía estás en pie, recién lucharás conmigo.
Un gran murmullo se levanta del lugar, no es justo era lo que susurraban todas, las reglas decían que era solo con la Reina con quien debía luchar, muchas empezaron a cuestionar a su soberana, desde que estaba en el trono se había pasado muchas leyes por alto.